A mitad de camino entre el militar y el científico, al estilo del personaje de la famosa película Master and commander (Peter Weir, 2003), su talla deslumbrante no ha sido suficientemente divulgada ni valorada. Ahora, al cumplirse el 250 aniversario de su fallecimiento, el Museo Naval abrirá el 23 de noviembre, ya al final del año de conmemoración, la más amplia exposición dedicada a Jorge Juan hasta la fecha con cuadros, mapas, objetos e instrumentos navales procedentes de 16 instituciones.
“Pocos personajes en el siglo XVIII, el de las luces, alcanzaron en España la categoría de Jorge Juan, un hombre de mucho talento, versátil, con una buena formación y que además tuvo suerte con su fama precoz”. Emilio Soler, antiguo profesor de Historia Medieval y Moderna de la Universidad de Alicante, define de este modo el perfil humano y profesional del marino. Autor de una biografía de referencia, Viajes de Jorge Juan y Santacilia: ciencia y política en la España del siglo XVIII (Ediciones B), Soler opina que la participación del joven guardamarina Jorge Juan, con apenas 21 años, en la expedición francesa que midió el meridiano terrestre en el virreinato de Perú y Ecuador marcó su vida posterior.
“Junto con Antonio de Ulloa, otro joven marino”, señala el historiador, “Jorge Juan fue enviado por el rey Felipe V como parte de una expedición francesa. Su tarea era vigilar, entre otras cosas, que se trataba de una misión científica y no militar en unos territorios americanos de la Corona española. Su procedencia aristocrática, su excelente formación como marino en Cádiz y su inmensa curiosidad hicieron posible que Jorge Juan se convirtiera en una pieza clave de aquella expedición que demostró, al medir el meridiano terrestre en esas latitudes ecuatoriales, que la Tierra estaba achatada por los polos. El hallazgo resultó básico para que los barcos navegaran con mayor seguridad y no se perdieran con frecuencia. Además, las disputas entre los científicos franceses permitieron que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueran los primeros en divulgar aquel descubrimiento”.
Tras el éxito de la expedición, ambos marinos fueron ascendidos y Jorge Juan permaneció en América durante 11 largos años en los que estudió la administración colonial, con la que fue muy crítico, y las características de los puertos con el fin de mejorar el diseño de esas instalaciones y de los buques. A su regreso a España en 1745, el rey Fernando VI lo nombró capitán de navío y pasó a ser un militar de confianza del todopoderoso ministro marqués de la Ensenada. Por encargo de este político decisivo en la etapa de la Ilustración, Jorge Juan se instaló en Inglaterra con una doble vida: célebre geógrafo de día en los ambientes científicos de Londres y espía naval de noche. Su objetivo se centraba en estudiar los avances en la construcción de barcos, unas técnicas en las que la flota inglesa comenzaba a aventajar a la española. “Jorge Juan”, explica el profesor Soler, “contrató a ingenieros y artesanos británicos, en su mayoría de religión católica y discriminados, para trasladarlos a los arsenales de Ferrol, Cádiz o Cartagena y que copiaran los modelos ingleses. Al final su doble identidad fue descubierta, pero Jorge Juan pudo escapar antes de ser detenido”.
Mientras duró la protección del marqués de la Ensenada, la carrera de Jorge Juan no dejó de escalar y así fue nombrado director de la academia de guardamarinas de Cádiz y también responsable de la construcción naval y los astilleros del ministerio de Marina. “Era un tipo tan meticuloso”, indica Soler, “que supervisaba desde la tala de los árboles hasta el último detalle de los buques”.
A pesar de una relativa caída en desgracia tras la destitución de Ensenada, pero todavía bajo el reinado de Fernando VI, el afán científico de Jorge Juan no se detuvo y en 1757 fundó el Real Observatorio de Madrid. Después, las enormes y variadas cualidades de Jorge Juan todavía experimentaron una vuelta de tuerca cuando el nuevo rey, Carlos III, lo designó como embajador extraordinario en Marruecos, donde desplegó una intensa actividad y consiguió la firma de varios tratados comerciales y militares a partir de 1767. De porte elegante y facciones amables, un Jorge Juan ya maduro aún ostentó un cargo de relieve a su regreso de Marruecos como director del Seminario de Nobles, una institución dedicada a la educación de los jóvenes de familias aristocráticas. Jorge Juan permaneció soltero hasta su fallecimiento en 1773, ya que tenía que observar el celibato impuesto por la Orden de Malta, de la que fue miembro desde niño por deseo de su tutor y tío paterno.
La bibliografía sobre la inmensa trayectoria de Jorge Juan es muy abundante en publicaciones técnicas o especializadas, pero pobre en obras dirigidas a un público generalista. Tal vez aquí radique en parte el desconocimiento de su figura para la inmensa mayoría de la población. A juicio del historiador Soler, “tal vez esa mezcla de militar y científico haya provocado que al final ni unos ni otros lo hayan reivindicado con el suficiente empeño”.
En cualquier caso, el Museo Naval, dependiente del Ministerio de Defensa, ha preparado la mayor exposición realizada hasta ahora sobre Jorge Juan, El legado de un marino científico, que será inaugurada el próximo 23 de noviembre. José María Moreno, comisario junto con Blanca Sazatornil, explica que la muestra constará de 113 obras, cuadros, objetos e instrumentos que han sido prestados para la ocasión por 16 instituciones, entre las que se encuentran la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Archivo Histórico Nacional o entidades extranjeras como el Observatorio de París o el Museo de Malta.
“La exposición”, comenta Moreno, “constará de cinco espacios dedicados a sus orígenes y formación, la expedición del meridiano, la construcción naval y el espionaje, la versatilidad de un genio y sus últimos años. No cabe duda de que la vida de Jorge Juan fue intensa y novelesca y por ello tratamos de mostrar sus diversas facetas como ingeniero, científico, militar o diplomático. Su recorrido fue único y excepcional, pero podríamos decir que se erigió en la avanzadilla de una Marina científica que comenzó a gestarse en el siglo XVIII. Su importante libro El examen marítimo teórico práctico, publicado en 1771, resulta una buena prueba de ello. Sin embargo, quizá el hecho de que Jorge Juan no participara en batallas o hechos de armas jugara en su contra de cara a la posteridad”.
Ahora, en este año del 250 aniversario de la muerte de Jorge Juan y Santacilia, el Ayuntamiento de Novelda, su pueblo, ha impulsado también algunas actividades como la ayuda a la rehabilitación de su casa natal, El Fondonet, abierta por primera vez al público en este 250 aniversario; además de desfiles de época, una exposición en la Casa Museo Modernista o un vídeo biográfico. La Fundación Mediterráneo, propietaria de la Casa Museo Modernista, construida por la industrial alicantina Antonia Navarro Mira, y de El Fondonet, es también poseedora de un importante fondo documental relativo a Jorge Juan, como cartas o diarios, que adquirió en 1996 cuando formaba parte de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. El Fondonet ha sufrido una restauración larga y costosa, impulsada por el empresario inmobiliario César Cort, dueño de Valenor responsable de la expansión de Valdebebas (Madrid) y nieto del célebre arquitecto y urbanista César Cort Botí.
“No obstante”, afirma Genoveva Micó, concejal de Cultura del consistorio, “la vida y la obra de Jorge Juan necesitan de un trabajo de divulgación que no se ha hecho”. Precisamente ese vídeo se abre con la pregunta de un niño a su abuelo frente a la estatua del marino y científico en una plaza de Novelda. “Abuelo, ¿quién era Jorge Juan?” Sería deseable, pues, que este aniversario sirviera para contestar a gran escala a esa pregunta.