La historia de La Delio es de película. Un proyecto autogestionado que ha subsistido y crecido año tras año en un entorno tan hostil como la industria musical. Su último desafío ha sido dar el salto a Europa. ¿Qué promotor se atrevería a costear el viaje de una veintena de personas desde Argentina para actuar por primera vez en el viejo continente? Las finanzas de La Delio Valdez no han parado de mejorar, así que la propia cooperativa compró los billetes y gestionó su debut europeo. Han sido cinco conciertos en Roma, Londres, París, Berlín, Madrid y Barcelona que, según sus palabras, “han desbordado todas las expectativas”. Aun así, ha sido una inversión más que un negocio. Mover una orquesta tan voluminosa genera tantos gastos que los beneficios tardan en llegar.
La Delio Valdez cerró su gira en la sala cooperativa Paral.lel 62 actuando ante 1.300 personas. Fue el grupo estrella del festival Say It Loud que organiza la cooperativa cultural Quesoni. La tarde anterior una generosa representación de la orquesta explicó los secretos de su proyecto artístico y empresarial en una inspiradora charla de más de dos horas celebrada en La Comunal, vivero de cooperativas del barrio barcelonés de Sants. Capitanearon la exposición Agustina Massara (actual presidenta de la cooperativa y saxo alto de la orquesta), Damián Chavarría (tesorero y trombonista) y Pablo Broide (expresidente y saxo tenor), pero pronto intervinieron otros socios: Santiago Maldován (clarinetista), Ivonne Guzmán (cantante), Pedro Rodríguez (timbalero), María Ximena Gallina (bongosera), Sebastián Agüero (congas)... En La Delio todos tienen voz.
La Delio nació en el peor momento para la música en vivo argentina: tras el accidente en la sala Cromañon en el que fallecieron casi 200 personas y tras el cual se clausuraron muchos locales incapaces de garantizar las mínimas condiciones de seguridad. Para colmo, encontrar escenarios con capacidad para tantos músicos resultaba una odisea. E intuyendo que nadie contemplaría el desafío de mover a una banda como la suya, asumieron la autogestión como única vía para salir adelante. “Para los primeros conciertos buscamos clubes de fútbol barriales, sociedades de fomento y sindicatos que tuvieran un saloncito. Ahí armábamos toda la logística para que el espacio fuese más o menos habitable, para que la gente se sintiera cómoda y quisiera volver a vernos”, explicaba Maldován.
Así, desde la más pura y forzosa autogestión, La Delio cumplió su primer sueño: autoproducir sus eventos. Autoproducir significaba, a menudo, llegar por la mañana, limpiar el local, montar el escenario, el equipo de sonido y las barras, actuar, vender la bebida, pinchar tras el concierto… Había un objetivo claro: que nadie se apropiara de un dinero que estaban generando ellos. Empezaron actuando para 100 personas y pronto necesitaron locales para 600. “Ese modelo nos fue haciendo fuertes. Generar nuestras producciones ha sido nuestra manera de crecer. Nuestro crecimiento siempre ha venido impulsado por nuestro trabajo”, rememoraba Broide mientras sus colegas asentían.
La palabra trabajo aparece constantemente cuando se habla de La Delio Valdez. Mucho más que talento, inspiración, carisma o arte. “Fue importante apropiarnos de términos que se usan en el sistema capitalista y que parece que desde las artes les tenemos miedo como hablar de plata, de empresa o de trabajo. Somos una medianita empresa y tenemos que generar las estrategias para poder funcionar y eso no implica que estemos deshonrando el arte. Nos gusta llamarnos familia, pero nuestro vínculo es laboral. No es el vínculo que tienes si vas a la oficina a trabajar para un patrón, pero lo que nos vincula es el trabajo”.
La otra palabra clave es organización: imprescindible para que una banda tan numerosa no se encalle. Armar una gira, por ejemplo, es toda una odisea. A Europa solo vinieron 20 personas: los 15 músicos y cinco trabajadores de apoyo. Ahora, cuando giran por su país son 35. “Somos tantos que tenemos que viajar en dos autocares y solo por eso ya implica cuatro personas: dos conductores por vehículo porque viajamos de noche”, explica el mánager Diego Knoblovits. Cuando en 2012 La Delio salió de gira hacia la Patagonia viajaron en tren, montaron una carpa y actuaron a lo largo de 20 noches. Acababan de editar su debut homónimo. Esos días vendieron 750 copias.
A diferencia de lo que canta su compatriota Coti, la aventura musical de La Delio Valdez nació de un error. Enamorados de la orquesta del colombiano Pedro Laza, transcribieron mal los arreglos de su cumbia Navidad negra y, en cierto modo, esa sería la semilla de un sonido que poco a poco se iría desmarcando de la cumbia colombiana para abrir una senda distinta a la de la cumbia villera que arrasaba en Argentina. Empezaron adaptando versiones a su formato orquestal con gran predominio de los vientos y en 2018 asumieron otro gran reto: componer su propio material. Todo eso en un país donde la cumbia aún era vista como “una música de negros y pobres, una música rústica, simple y subestimada”. Un año después La Delio llenaría el prestigioso teatro Gran Rex de Buenos Aires.
Hoy la nave avanza a velocidad de crucero y no les faltan pretendientes. El problema es que la mayoría de lo que les ofrecen discográficas y agencias ya lo lograron sin su ayuda. “Algunos se querían llevar un porcentaje del bruto de nuestras recaudaciones, ¡de conciertos en los que metíamos 2.000 personas y ellos no hacían nada!”, especificó Maldován para justificar la actual reticencia de la banda a ceder las riendas de su destino. “Ofrecen un valor en plata sin conocer la fuerza de trabajo colectiva que hay detrás de esta banda, pero sabemos que vale mucho más nuestro trabajo que lo que nos ofrecen”. Por contra, no se ven estancados, sino desbordados de planes que aún no han podido desarrollar.
La Delio Valdez es una orquesta de baile en cuyas canciones no se pueden encontrar consignas políticas. Y, sin embargo, se definen como una banda plenamente política. “Lo somos por cómo nos organizamos, por dónde ubicamos el producto artístico, por cómo cuidamos a nuestro público, por qué letras decidimos cantar y cuáles, no”, enumeraba Briode. “Y luego estamos donde tenemos que estar”, añadió. Se refería a su voluntad de organizar actuaciones en suburbios bonaerenses y en todas las provincias de Argentina. Se refería también a sus conciertos en apoyo a detenidos por la dictadura, a desaparecidos en democracia y a víctimas de los abusos policiales. Se refería, incluso, a esa obstinación por llevar su música allá donde no llegan otras músicas. La Delio ha actuado en geriátricos, penitenciarías, centros de detención juvenil, psiquiátricos...
En La Delio Valdez no hay dirección artística. Hay cargos y roles, pero todo, tanto lo organizativo como lo artístico, se debate en la asamblea. “La necesidad de estar consensuando constantemente y escuchando la opinión de cada persona hace que los procesos no sean todo lo eficientes que podrían ser. Eso no es una virtud, pero la contraparte es poder hablar de las cosas difíciles; más, en un contexto artístico donde está siempre en juego el narcisismo”, reconocía Maldován. Para no eternizar las asambleas, hay “espacios de coordinación en los que dos o tres compañeras de la banda van recabando opiniones para captar el sentir de la banda”. La orquesta sí tiene mánager, pero no de esos que se lleva un 20% de los beneficios. Es Diego Knoblovits, el único socio de la cooperativa que no toca en la orquesta pero también cobra un sueldo mensual. Entre sus tareas, gestionar no menos de 20 grupos de WhatsApp internos: el del grupo, el de la cooperativa, el de producción, el de técnica, el de management, el de giras…
Contra lo que se pueda suponer, La Delio Valdez no es un proyecto idealista, sino muy pragmático. “Siempre hubo una intención de pensarnos como trabajadores y trabajadoras de la música”, explicó Briode. Por ello, y aunque se las apañan para tener épocas de descanso, no pueden estar cinco meses sin actuar. Por ello, tampoco pueden incorporar a otros trabajadores a la cooperativa. “La ley argentina dice que todo trabajador debe ser socio de la cooperativa”, reconocen, pero al tratarse de un proyecto artístico, el producto con el que se trabaja es la música que solo generan los músicos. “Es un debate que sigue abierto”, reconocieron. Como tantos otros. “El cooperativismo es un montón de cabezas pensando en común y buscando lo mejor”, aseguró Pedro, el timbalero.
Argentina tiene una larga tradición cooperativista, pero más ceñida al ámbito de la producción y los servicios. Con el cambio de siglo y en plena crisis económica, muchas fábricas en quiebra fueron recuperadas por sus trabajadores y transformadas en cooperativas. En ese contexto nace La Delio Valdez. “En La Delio siempre hubo una semilla de autogestión y de organización muy fuerte. Y en un momento nos dimos cuenta: ¡ah, esto se llama cooperativismo”, recuerdan hoy. A falta de ejemplos musicales en los que inspirarse, su faro sería una cooperativa de arquitectos. Han aprendido cosas de grupos argentinos como Los Auténticos Decadentes o La Renga, pero pocos han llegado tan lejos como La Delio, que en 2018 se constituiría oficial y formalmente como cooperativa de trabajo.
Su orgullo es tal que han producido sudaderas (de uso interno; no a la venta) con el logotipo de la banda y la siguiente frase: "La Delio Valdez, cooperativa de trabajo". La orquesta respira sensación de victoria. “La pandemia fue muy dura en el sector cultural, pero nosotros salimos muy reforzados. En una crisis de ingresos muy fuerte como la que hay en Argentina, somos de los pocos músicos que tenemos un salario digno y cobramos a principio de mes”, concretó Briode. “Y otra cosa que la cooperativa nos garantiza es dignidad laboral. En Argentina el ámbito de los músicos es muy informal. No tienes aportes sociales, Seguridad Social y esas cosas. En cualquier otro trabajo, el trabajador esta amparado por la ley, pero en la música, no es así. Por eso mismo hemos querido darnos esa formalidad, ese marco legal que garantiza nuestro trabajo”, cuentan.
Hay algo aún más tranquilizador en el día a día de la orquesta: ese horizonte de estabilidad tan ansiado por músicos de los cinco continentes. “Nosotros sabemos que el próximo mes cobraremos igual que este”, se congratulan. “Somos una banda muy ahorrativa”, añade el tesorero Damián. “Podríamos repartir todo lo que ganamos en los conciertos, pero preferimos tener un sueldo digno que nos permita ahorrar y al mismo tiempo equiparnos”. Otro de sus últimos logros ha sido adquirir y acondicionar un local de ensayo propio. No es poca cosa, teniendo en cuenta que tiene que acoger a tantísimos instrumentistas.
“Somos independientes hasta cierto punto”, advirtió Maldován refiriéndose a facetas en las que siguen dependiendo de las reglas del mercado musical. Pone como ejemplo la imposibilidad de tener visibilidad en internet sin colocar sus canciones en Spotify y otras plataformas “que siguen llevándose parte de nuestro trabajo”. También han tenido fricciones con festivales que menosprecian su valor como grupo e intentan rebajarles el caché por ser cooperativa. Tres veces se han negado a actuar en el Loolapalooza. “La industria musical es individualista y competitiva. Nosotros demostramos que una cooperativa puede competir de igual a igual en términos de mercado. Y en mejores condiciones, en términos humanos”, sentencia Broide. Pero todo eso, “en un contexto capitalista, de modo que el resultado jamás va a ser el ideal”, matizaba el timbalero Rodríguez.
“La Delio es una cooperativa que funciona y está bien administrada, pero también hay experiencias cooperativas malas”, advierte Damián, el tesorero. “Pero la Delio no hubiera existido si no fuera una cooperativa porque este proyecto era totalmente antieconómico”, resalta Briode, quien, por otro lado, hace hincapié en que “hay algo muy transformador a nivel humano en el hecho de participar en un proyecto así”. Es algo que la cantante Ivonne Guzmán también percibe: “Ahí hay unos aprendizajes que nos llevamos a nuestras vidas, un acto de confianza hacia el otro, cosas que podremos aplicar en otras situaciones”. El mundo del capital, dicen, te propone un plan y su cometido en tanto que proyecto cooperativista es reformularlo. “Estas conversaciones difíciles son importantes”, asumen, pero esas conversaciones han propulsado sus grandes avances.
¿Y la música? Agustina, la actual presidenta, explica cómo esas dinámicas cooperativistas se contagian al escenario. “La música te sitúa en una posición de completa paridad con el otro. En el escenario también desaparece el individualismo y siento un lazo cooperativo. Me siento par con mis compañeros y compañeras cuando tocamos. Y eso es algo que no abunda en este sistema”, argumenta. La bongosera María Ximena está convencida de que “la gente entiende que no somos otra banda contratada por un sello, que algo distinto pasa en el escenario. Logramos transmitir al público que está formando parte de algo diferente”, asegura. “Lo que ves es un espectáculo cooperativo”, confirman todos.