En conversación con este medio, Dres explica que, en un principio, su intención fue hacerlo como un solo libro, “pero mi editor quería que lo terminara en 2021, coincidiendo con el aniversario del 11S. Sin embargo, yo iba aún por la mitad del trabajo. Llegamos a la solución de publicar la historia en dos libros”.
Su interés por la historia de Mourad y Nizar, que viajaron con falsas promesas a Afganistán para ser entrenados como terroristas, surge en un momento en el que Jérémie Dres estaba enganchado a las noticias sobre chicos musulmanes franceses que se marchaban a Siria o Iraq a hacer la Yihad (guerra santa). “Era 2015 o 2016 y aquello suponía un gran problema, estaba todo el tiempo en las noticias”, recuerda el dibujante. “Así di con un podcast en el que entrevistaban a Mourad y Nizar, grabado en 2009 en la radio pública francesa, en un programa muy popular. Esa entrevista se hizo antes del Dáesh, de la marcha a Siria de muchos jóvenes, en otro contexto” explica Dres.
Cuando fueron capturados y encerrados en Guantánamo, en 2003 y 2004, su historia recibió una gran atención mediática, “pero después el interés fue bajando”, dice el autor. “A nadie les importaban demasiado, hasta esa entrevista en 2009, que rescató su historia. Yo lo descubrí en 2017, y me pareció increíble: hace 20 años había sucedido lo mismo que estaba sucediendo en Siria, solo que en Afganistán. Vi que era interesante enfocarme en esta historia, en las experiencias que tuvieron Mourad y Nizar, que fueron de los primeros jóvenes franceses de los suburbios en hacer este viaje”.
El primer tomo de El día que conocí a Bin Laden se centra en la captación de los dos jóvenes, su viaje a Afganistán y sus experiencias en el campo de entrenamiento. Pero, para Dres, era importante mostrar también las causas sociales de este fenómeno. “Esos chicos sienten que son ciudadanos de segunda clase, que no tienen los mismos derechos que los demás, que la policía los persigue. Es un problema de integración social y de tener posibilidades reales de trabajo. No es responsabilidad exclusiva del Gobierno, pero este podría hacer más de lo que hace por ayudar a estos jóvenes. Tenemos un montón de jóvenes de estos suburbios que no se sienten integrados en la sociedad francesa, y la solución que encuentran es emborracharse y meterse en líos”, explica el autor, quien recuerda que el verano pasado hubo disturbios en varios suburbios porque la policía mató a un joven por error.
“Soy un poco pesimista porque el problema sigue ahí”, dice Dres. “Mourad y Nizar son hoy dos personas inteligentes que han reflexionado y entienden perfectamente lo que hicieron y saben que estuvo mal. Pero sigue habiendo ahí fuera un montón de Mourads y Nizars, que no están integrados en la sociedad”, añade.
Sin embargo, en la historia de Mourad y Nizar también tuvo una influencia importante la falta de información: “Estuvieron entre los primeros jóvenes musulmanes captados. Hoy es difícil de creer, pero en aquella época nadie sabía nada de la Yihad, y ellos no supieron dónde iban. Eran un poco naif. Estaba el hermano mayor de Mourad, que sí era un radical, y fue la principal razón de que hicieran el viaje. Pero para ellos era una cuestión de salir de esos suburbios, donde no tienen ningún tipo de perspectiva de futuro. Para alguien como Mourad, el viaje era una forma de ver cosas nuevas y vivir aventuras. Dijo que sí, le dieron un pasaporte falso y le compraron billetes de avión. Era muy fácil, en realidad, y eso es lo más inquietante”, reflexiona Dres.
En el segundo volumen, la historia lleva a Mourad y Nizar a ser detenidos por el ejército pakistaní, para ser entregados después a Estados Unidos y acabar detenidos en Guantánamo. Allí, ambos sufrieron todo tipo de torturas y humillaciones, y fueron interrogados una y otra vez en el contexto de las investigaciones sobre los atentados del 11S. Hubo claras vulneraciones de los derechos humanos de los retenidos, algunos de los cuales siguen hoy en Guantánamo a la espera de su juicio.
Dres pudo entrevistar para su cómic a Ali Soufan, exagente del FBI que estuvo en Guantánamo, autor de varios libros en los que cuenta sus experiencias y analiza cómo los métodos de interrogatorio basados en la tortura perjudicaron, en realidad, la lucha contra el terrorismo yihadista. “Tengo la impresión de que muchos estadounidenses no entienden todavía qué hicieron mal”, afirma Dres. “Hubo gente que pasó un tiempo en prisión por sus torturas en Guantánamo, pero, obviamente, los mayores responsables nunca han ido a la cárcel, como sucede en todos los países. Muchos tienen una visión muy simplista: estaban en guerra y hicieron lo que consideraron necesario”. Sin embargo, el autor también indica que otras personas sí son conscientes de que en aquellos campos de prisioneros se vulneraron los derechos humanos. “Esas técnicas de interrogatorio son tortura, y se han dado pasos para juzgar los excesos, sobre todo en el mandato de Barack Obama”.
El trabajo de Jérémie Dres se inserta en la tradición de cómics periodísticos, que están logrando narrar asuntos complejos como este de un modo muy eficaz para llegar al público, y mostrar sucesos horribles con las herramientas del dibujo. “Por supuesto, yo conocía el trabajo de Joe Sacco”, reconoce Dres. “Significa mucho para mí. Con 25 años leí sus trabajos sobre Sarajevo y con él descubrí este tipo de cómic, que me fascinó”.
Sin embargo, los cómics de Dres no siguen el modelo de Joe Sacco. “Él se centra mucho en los detalles y en el contexto geopolítico, y eso me gusta, pero no resulta demasiado divertido. Si estás hablando de los temas más serios y duros, los lectores pueden sentir cierto rechazo. Por eso resulta de ayuda utilizar un estilo de dibujo más caricaturesco y simple”, explica el dibujante. “En ese sentido, me siento más cerca de los cómics de Guy Delisle, que son más ligeros, con escenas divertidas, que creo que hacen que los lectores quieran seguir adelante. Estoy intentando explorar un terreno entre estos dos gigantes, Sacco y Delisle: quiero ser tan serio como el primero, pero encontrar también espacios divertidos como los del segundo”, concluye el autor.