Cualquiera que haya crecido con grandes grupos del pasado como The Beatles, Los Rolling Stones, Queen o Metallica se revolverá en su asiento al percatarse de que ya no hay grupos como los de antes entre las listas de lo más escuchado. La única banda actual que sí se cuela en algún tipo de ránking global es la norteamericana Imagine Dragons, que entra en los 50 artistas más escuchados al mes en Spotify, pero en el ecuador del puesto 24. Todos estos ránkings adquieren una mayor importancia cuando el mercado digital supone un 86% de la música vendida en España y, en ese mercado, el streaming supone un 98% de los ingresos, según el informe ‘Radiografía del mercado de la música grabada en 2022’, de la asociación Productores de Música de España (PROMUSICAE). Además, las ventas físicas bajaron un 12% respecto al año anterior. Según este estudio, el formato digital supone ya un 75% de los ingresos de la industria discográfica. A nivel global, el streaming en 2022 supuso unos ingresos de 17.500 millones de euros, representando un 67% del total de ingresos mundiales por música grabada.
Como cualquier disciplina artística, la música también evoluciona. Hay quien acusa estos hechos a factores como las modas y tendencias. Los charts [estadísticas] los copan artistas de reguetón, pop y música urbana, que suelen ser interpretados de forma general por un solista. Las plataformas de streaming las usan más las personas de mediana edad o jóvenes, que también suelen escuchar más estos estilos, más populares en las últimas décadas. Un 22% de las personas que escuchan música en Spotify en España tienen entre 35 y 44 años y, el siguiente que más la aplicación, con un 17%, tiene entre 18 y 24 años, según un estudio de Statista con el IAB. Incluso, un artículo del periódico The Guardian apunta a que las bandas están desapareciendo porque la gente joven no está interesada en ellas.
“Es un fenómeno que se viene dando en los últimos años, las tendencias en los géneros que triunfan no son tanto de bandas sino de solistas”, reconoce Antonio Guisasola, presidente de Productores de Música de España (PROMUSICAE), asociación que representa a la industria discográfica de España ante la Administración Pública y otros colectivos privados. “Es posible que se deba a las preferencias actuales de los oyentes y a las estrategias de promoción de los artistas solistas en la industria musical. Un cambio de tendencias como ha sucedido durante toda la historia en el arte”, argumenta por su parte al preguntarle por estos hechos Gabriel Sarlo, director del sello Rimas en Europa y añade los factores de modas cambiantes: “Por ejemplo, en los clásicos con Mozart, Beethoven o Chopin ya triunfaron los solistas”.
“No creo que las banda estén en peligro de extinción, pero tampoco que vaya a haber un repunte de bandas con un nivel de consumo digital suficiente para entrar en esos charts”, expresa por su parte Cristóbal Colom, marketing manager de Altafonte al plantearle estas cuestiones. “No creo que se acaben las bandas porque siempre va a haber gente que se junte aunque no sea hegemónico. Siempre ha habido menos bandas en los charts que solistas, el problema es que ahora hay menos que nunca”, dice por su parte Diego Arroyo, vocalista del grupo Veintiuno, que ya reconoció problemas en la industria con las bandas en otra entrevista con elDiario.es. “El streaming nos ha permitido poder escuchar a una banda de Corea del Sur sin que tengamos que comprar su disco”, valora positivamente por su parte Tony Moreno, vocalista de la banda Eskorzo, quien destaca llevar más 30 años en la industria y haber visto “evoluciones e involuciones”.
Un problema interno
“Triunfar en la música no depende de si se es una banda o un solista, son tendencias que pueden cambiar”, opina Guisasola. No obstante, hay quien ve aquí más bien un fallo de la industria. “El chart es un síntoma del sistema y a qué está supeditada. El problema viene de que las discográficas no tienen el control de lo que consumen los clientes, sino de los algoritmos”, explica Diego Arroyo, vocalista del grupo Veintiuno. Él pone el foco en la figura del A&R, profesional encargado de contratar nuevos músicos: “ahora se ven las estadísticas de crecimiento orgánico en una red social y se intenta ficharlo antes que nadie. Muchas veces van antes los seguidores y el engagement que la proyección musical”. “Si ahora un artista no lo peta en 2 años se le echa. Falta confianza”, censura.
“Cualquier A&R hoy en día está súper pendiente de las tendencias en redes y de los fenómenos virales y debe estar pendiente para ficharlos rápido”, asume por su parte Cristóbal Colom. No obstante, lleva la contraria a Arroyo y le rebate: “Esto no quita que se sigan haciendo muchos fichajes por su proyección artística”. Eso sí, Colom reconoce que la música que hacen los solistas es más rentable en términos económicos. “Más allá de la obviedad de no tener que repartir los beneficios entre varios miembros, creo que lo que hay son géneros musicales más rentables que otros. Estos suelen ser artistas en solitario por el tipo de música que hacen y cómo se compone, produce e interpreta”.
Otras fuentes dentro del sector de la industria musical reconocen que la “desaparición” de las bandas es una ejemplificación de hacia dónde va la música y la vida en general; “hacia la simplificación general”. Las mismas fuentes dicen que es “más fácil” hablar con un productor que formar una banda de 4 o 5 miembros.
“Entrar en el algoritmo”
El mercado de la música grabada en España en 2022 supuso unos ingresos totales de 462 millones de euros en la industria, según el informe de PROMUSICAE. Las fuentes consultadas acusan al funcionamiento actual de la industria, donde los artistas se ven obligados a sacar canciones cada mes para “entrar en el algoritmo”. “Nadie escapa de la espiral de lanzar singles cada mes y medio, sobre todo cuando tienes un proyecto emergente. Tienes que estar activo”, reconoce Cristóbal Colom.
Para llegar a la composición constante de canciones, no solo trabaja el solista. Según las fuentes consultadas, muchas veces hay otros compositores detrás de los temas. “Se ha estandarizado como sistema hegemónico que el autor y el artista ya no tienen que ser la misma persona. Antes, quien componía la canción la defendía en directo. Ahora, vemos a muchos artistas que ni siquiera participan en la composición, arreglos o producción de un tema”, explica Diego Arroyo.
“La inmensa mayoría de proyectos en solitario nunca son realmente solistas”, espeta el marketing manager de Altafonte. Colom desgrana que “un solista tiene un equipo detrás que puede funcionar como una banda: una banda cuyos miembros no son estables y van cambiando de disco a disco, gira a gira, o single a single”. Aunque, en sus palabras, “esto puede ser incluso musicalmente más enriquecedor que tener una banda con los mismos miembros. Afortunadamente cada vez se reconoce más el trabajo de estas personas”. “Cuando un artista triunfa, lo hacemos todos, pero los músicos, los artistas plásticos y diseñadores, sí podrían estar más destacados”, reconoce por su parte Gabriel Sarlo.
Las bandas suelen tener ritmos de trabajos más dilatados, sobre todo cuando son sus miembros quienes componen e interpretan las canciones. “Una banda es una comunión de gente que toca música y se junta para hacerla. Son procesos de trabajo colectivos con la misma gente. Eso no es tan productivo. 3 o 4 personas tienen un número limitado de ideas que tienen que poner en común. Hay días en los que no sale nada”, detalla Diego Arroyo. “Si necesitamos sacar un tema cada mes, no llegamos”, enfatiza. “Desarrollar un producto durante muchos años no es tan rentable. Las discográficas quieren que la producción sea lo más rápido posible. Están desesperadas por posicionar un número uno detrás de otro”.
Arroyo señala la importancia de la propiedad de los sellos discográficos de los medios de producción de la industria musical para alcanzar los altos ritmos de producción: “ellos tienen a los productores, a los intérpretes y a los beatmakers”. En este sentido, para Tony Moreno, hay un problema de expectativas y de busca de rédito constante en los sellos discográficos, “hay un inconveniente con el tema de que hay que triunfar a toda costa. Hace incluso que los proyectos a veces tengan menos calidad”.
Individualismo como camino hacia el éxito
Crear una banda es una forma natural de componer música. De una manera colectiva los miembros se tienen que poner de acuerdo para armar sus canciones. Por ello, hay también quien ve en esta pérdida de hegemonía de las bandas un triunfo del individualismo imperante. “Hay una idea individualista también de que es mejor triunfar en solitario que en colectivo. El objetivo de triunfar y ser famoso a toda costa condiciona al resultado final de una obra”, opina Tony Moreno. “Tener una banda es una forma de vivir en la que quieres tocar con tus amigos; divertirte y hacer música juntos”, resalta Diego Arroyo.
En una banda hay un componente asambleario interno inevitable. Aunque, según fuentes directas del sector, puede haber artistas solistas que sean “más difíciles de negociar” que un grupo, por regla general los procesos de negociación con estas suelen ser más laboriosos por ser más personas vinculadas directamente a un proyecto. “Es más fácil convencer a una persona que a un grupo de personas. Donde hay más debates y piensan 7 se modela más un producto final”, destaca Manuel Collados, guitarrista y vocalista de la banda Los 300. “Prefiero repartir el pastel y crear en común con gente afín”, añade sobre sí mismo.
Algo que sí que es habitual en los ránkings mundiales son las colaboraciones entre solistas para alcanzar el éxito, que hace décadas no era tan común. Son muchos los artistas del género urbano reivindican que, aunque lo hagan bajo nombres propios, sí se juntan para hacer música. “Sea en banda o en colaboraciones, es importante mantener las relaciones interpersonales y el trabajo colectivo de la creación música”, destaca Antonio Guisarte.
Al preguntar por si ha llegado el fin de la era de las bandas, todas las fuentes consultadas responden con un rotundo no. Sin embargo, Diego Arroyo pide mayor educación social general en términos musicales. “Debería haber una concienciación por el que se entienda que es valioso ver música en directo y que el intérprete se pueda equivocar”, destaca. Y a las discográficas en general les pide “un compromiso para que se entienda que no todo es el rédito inmediato y que se piense en medio y largo plazo”. “Entramos en el paradigma de si debemos dejar la música solo en las leyes del mercado o debemos buscar un componente artístico”, concluye.