Y no le falló. Aquel encuentro fortuito determinó su vida, también en lo profesional. Periodista musical desde que fundara en 1982 el fanzine Estricnina, redactor en el programa de televisión La Edad de Oro de Paloma Chamorro y colaborador de El País, A Punt, GQ y actualmente elDiario.es, entre otros, Cervera se ha labrado en los últimos años una notable carrera como novelista con la publicación de la que él denomina “la trilogía de El Saler” en referencia a la pedanía valenciana donde reside.
Lejos de todo (2018), Porque ya no queda tiempo (2020) y Canción para hombres grandes (2022) han sido sus primeras incursiones en el terreno de la narración. En ellas ha ido deshaciéndose de su apego por lo musical de forma gradual, descubriéndose ya en la última como escritor al margen de esa temática que parecía lastrar su faceta literaria. “Escribir sobre música ha sido mi formación. Pero también te llena de tics y limitaciones. Quería ir más allá, romper con esa manera de escribir, que también empezaba a ser asfixiante. Además, con el tiempo me he dado cuenta de que yo hice un fanzine y me metí a crítico musical porque, en realidad, lo que quería era expresarme por el único medio que se me da bien, la palabra escrita”.
Decía el escritor James Baldwin que “el hogar no es un lugar sino una condición irrevocable” y en el caso de Rafa Cervera, ese hogar son “los Velvet”. Ahora regresa, como para cerrar ese círculo vital, a aquellas primeras descargas emocionales con la publicación de The Velvet Underground, etc. El grupo que pervirtió la música rock (Libros Cúpula, 2023), un libro que, sin embargo, no fue idea suya. “Fue un encargo. Al principio dudé, pero no tardé en darme cuenta de que debía aceptar. Mi primer libro fue una biografía de Lou Reed. Me parecía necesario hacer un último libro de música sobre los Velvet. Por mí como admirador y también porque hacía falta un libro así en castellano, aunque no estoy muy seguro de que esto se pueda ampliar a otros países. No se trata de demostrar cuánto sé del tema, que sé bastante, sino de expresarlo de una manera distinta, abierta. Estamos hablando de un grupo que hace años que no es patrimonio exclusivo del rock. Así que dije: vamos a explicar los motivos”.
Es precisamente ese enfoque holístico el que lo posiciona en un rango inédito entre la extensa bibliografía al respecto y ya hay quien se ha apresurado a considerarlo “el libro definitivo” sobre la materia. No era una cuestión de vomitar conocimientos, sino de revisar, actualizar y aderezar una biografía muchas veces contada. “El fluir de la historia ha sido siempre más importante que empeñarme en inundar el texto de detalles”, afirma él mismo en la introducción que precede a la obra, advirtiendo del estilo ágil empleado en su narración.
Le guía también el afán por evitar los lugares comunes y por revalorizar a protagonistas más allá de Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Moe Tucker, cuerpo central de The Velvet Underground: “Me parecía importante darle visibilidad a un personaje como [la cineasta y performer] Barbara Rubin. Quería especificar bien cuál fue la importancia de Andy Warhol respecto a la banda. Y dejar claro que Nico hizo por su cuenta discos tan atrevidos como el del plátano. [El miembro de la Velvet] Doug Yule también ha sido habitualmente malinterpretado. Y creo que también era necesario explicar que el verdadero villano de la historia fue el mánager, Steve Sesnick”.
Todo ello aportando una inestimable perspectiva de género que, derivada de su férreo compromiso con el feminismo, le ha llevado, desde hace un tiempo, a analizar en ese sentido todo lo que hace. “Uno de los motivos de aceptar hacer este libro fue ese, poder abordarlo desde esa perspectiva. Analizar bien la importancia de mujeres como Nico y Moe Tucker, intentar explicar a Valerie Solanas, la villana por excelencia en toda esta historia [al herir de un disparo a Warhol], que por su mala cabeza acabó dando la razón al machismo que ella quería combatir, lo cual acabó convirtiéndola, a ojos de la historia, en poco más que una demente. Quería destacar a todas esas mujeres que estaban ahí, en la Factory, desde Barbara Rubin a Mary Woronov, y por supuesto, recordar el gran trabajo que la periodista Mary Harron hizo a la hora de relatar la historia no contada del grupo, la de Tucker y Morrison, los dos miembros que no siguieron en el mundo de la música. Lester Bangs [uno de los grandes cronistas musicales de la época] fue muy importante a la hora de hablar del grupo, pero también hay otras miradas”.
Y es esta militancia feminista la que ha mediado también en su elección de Ana Curra (Parálisis Permanente, Alaska y los Pegamoides) para el prólogo: “Me parecía importantísimo contar con una mirada femenina, por motivos obvios. Ana era perfecta. Creció con Lou Reed, igual que yo. Lo descubrió en el mismo contexto que lo descubrí yo, en el de la España inmediatamente posterior a Franco. Al margen de que la aprecio mucho, me parece una mujer y una artista admirable, así que para mí es todo un orgullo que un trocito de este libro sea suyo”.
Una perspectiva también generosa con las disidencias sexuales y la ruptura de estereotipos, cuestiones que The Velvet Underground exhibió, de forma pionera, tanto en su proyección pública como en temas como Venus in Furs, Lady Godiva’s Operation, Some Kinda Love o Candy Says, dignificando en algunos casos, como pudo hacer Velázquez en sus retratos de enanos y bufones, a seres humanos necesitados de aceptación y empatía. “Lou Reed fue el primer músico de rock que escribió sobre una mujer trans. Volvió a hacerlo en Walk on the Wild Side. Y entre 1974 y 1978 tuvo una compañera trans, Rachel Humphries, que jugó un papel fundamental en su vida a nivel artístico y personal. Rachel merece un libro para ella sola. Los Velvet fueron un grupo queer en sus primeros años. El único componente que vivía una sexualidad no normativa era Reed, pero el conjunto del grupo estaba expuesto al ambiente de la Factory, que era 100% gay. Y el hecho de que Moe Tucker eligiera tener un aspecto masculino en sus primeros días también me parece muy transgresor”.
Entre los agradecimientos destaca un nombre, Michael Ramírez, un estudioso archivista que a través de su cuenta en Instagram está recopilando numerosa información sobre Lou Reed y aportando una visión ?alejada de la óptica simplista del fan? más sesuda y de ánimo investigador, compartida también por Rafa Cervera. Síntoma, quizá, del envejecimiento del rock. “Temas como Lou Reed o los Velvet son casi asignaturas universitarias. Después de casi 60 años, requieren nuevas perspectivas y nuevos esfuerzos por extraerles nuevos significados o para que terminemos de entender mejor los significados de siempre. Ramírez hace un valiosísimo trabajo. No solamente comparte material increíble, también amplia esa visión. Por ejemplo, colabora en la restauración de la figura de Yule. Da voz a algunas de las exparejas de Reed. Investiga sobre la figura de Rachel. La mayoría de la gente que escribe o investiga sobre estas cosas son hombres heterosexuales. Ninguno baja de los cuarenta y pico. Y la gran mayoría no pueden evitar asirse a los tópicos de siempre porque este trabajo cada vez parece tener menos ambición a la hora de renovarse. Aunque ya se sabe cómo funciona esto, luego lo ven escrito en otro sitio, copian y se apuntan el tanto. A ver cuántos abogados del feminismo salen de repente entre la vieja guardia de fans de los Velvet”.
Ya en 1974 el músico Elliot Murphy detallaba, en el libreto del álbum 1969. The Velvet Underground Live, su esperanza de que algún día se enseñara la historia del rock en las aulas, con la música de los neoyorquinos como parte central de la asignatura: “Espero que los padres sigan asustándose cuando pesquen a sus hijos escuchándola”, apuntaba. Y aunque ese potencial subversivo sí ha podido diluirse, la propuesta artística de The Velvet Underground no ha perdido ni un ápice de vigencia a 60 años de su irrupción, tal y como señala Cervera: “Se adelantaron a su tiempo, es decir, fueron a la contra. Fueron raros entre los raros, crecieron en el ámbito de la vanguardia artística, ajenos al rock. Formaron parte de un contexto tan único como lo fue el de la Factory. Algunos de los códigos que hicieron que el rock se renovara los escribieron ellos. El ruido, la audacia, la necesidad de ir más allá, darle prioridad a tus objetivos y que te importe un bledo si te entienden o no”.
Una transgresión que apunta a Lou Reed en lo textual con el debut del nihilismo, la sordidez, lo marginal y las disidencias sexuales en el terreno del rock (influencia de la literatura de Delmore Schwartz, William S. Burroughs o Hubert Selby Jr.) y que cristalizaría en el punk y todo lo que le siguió. Porque mientras The Beatles componían Yesterday, Reed ya había firmado Heroin, un himno yonki sin eufemismos ni ambigüedades mojigatas. Pero también apunta en lo sonoro a John Cale, quien “consiguió que Reed dejara de parecer un Bob Dylan de segunda e hizo que el rock colisionara con la música experimental. Sin esto último, lo primero no habría sido tan fácil de lograr”, afirma Cervera. Dos genialidades, sin embargo, condenadas a no entenderse, lo que provocaría la expulsión de Cale tras la publicación de White Light/White Heat (1968), su segundo álbum. “Esa fricción permanente, insalvable, era una de las cosas que más me apetecía explicar en el libro”.
Pero es también esa interacción con el ambiente contracultural y multidisciplinar de Andy Warhol y los personajes que frecuentaban la Factory, su estudio, la que les procuró un barniz vanguardista, desconocido en la música rock, especialmente trascendental en su debut, The Velvet Underground & Nico (1967), el álbum del plátano. Un entorno en el que Cervera tuvo claro que era preciso detenerse: “Sin ese contexto en el que el grupo vive y se desarrolla durante sus primeros dos o tres años, el grupo no habría sido el mismo o directamente ni siquiera habría sido. Ellos son la culminación de todo un movimiento, eso que ahora llamaríamos agitadores culturales. Su música está ligada al cine, la fotografía, los happenings. Y sin embargo, nunca deja atrás su esencia más primitiva: la música. Es decir, además de todo ese exotismo, están las canciones, que son muy buenas. Y sí, me apetecía contar esa parte de la historia que justifica el 'etcétera' del título. Toda esa información la he ido acumulando en mis años de seguidor, en libros y revistas. Esa fue una de las razones de que me comprometiera a hacerlo, aportar algo nuevo, una óptica distinta. Y, de paso, sacar al grupo del contexto del rock. Algo que, de una manera muy parecida pero diferente, ya hice en 2002 cuando escribí Alaska y otras historias de la movida”.
Aunque este volumen supone la despedida de su vertiente musical en formato libro, aún se le puede rastrear en esa faceta a través de sus colaboraciones periodísticas y en su último embrollo personal. “Mi proyecto digamos más creativo está ahora mismo centrado en mi newsletter, Todo lo que necesitas leer de Rafa Cervera. La idea es escribir lo que me apetece y hacerlo como yo quiero. A veces hay música, a veces hay algo parecido a un diario, a veces rescato artículos o entrevistas viejas que creo que mantienen el interés. Es un experimento que he comenzado hace muy poco. Y además, es de pago. Soy así de chulo”.