Fueron esas “especulaciones” las que hicieron que el director Borja de la Vega se fijara en su historia. Pero había algo más, algo que además entroncaba con su otro trabajo, el de representante de actores (desde la agencia Kuranda, una de las más importantes de España). Vio a una niña de apenas 18 años a la que no se pudo ni conocer como actriz. Una joven que en todas las entrevistas “repetía lo mismo como un mantra, que quería ser considerada una actriz seria, hacer otro tipo de cine porque estaba enamorada del cine”. “Me dio mucha pena”, concluye el director.
Esa idea de la interpretación le pareció “muy romántica”, algo que contrastaba con el destino ya conocido de Mozarowsky. Ahí nació La última noche de Sandra M., su segundo trabajo ?que ya se puede ver en las salas? como director tras Mia y Moi y que se convierte en una pieza de cámara que escucha los miedos, las dudas y los anhelos de aquella joven. Lo hace poniendo su cámara en el resto de Claudia Traisac, que compone una interpretación excelente, dotando de complejidad a un personaje del que apenas se conoce nada. Normalmente trabaja con actores y actrices en la mente mientras escribe, pero esta vez no. “Al ser un biopic, aunque sea un biopic inventado, no lo tenía claro, pero hubo un momento en el que dije, espera, esto es Claudia, y entonces avancé mucho en el guion, porque estaba escribiendo sobre Sandra, pero veía a Claudia haciendo la película, y eso me ayudó a articularla también".
En La última noche de Sandra M., la actriz recibe visitas para presionarla para abortar y que no hable. No se sabe quién les manda. También recibe amenazas telefónicas y habla con un amante poderoso al que teme. No se menciona nunca a Juan Carlos de Borbón pero su sombra sobrevuela el relato. Borja de la Vega explica que está claro que “el rumor es ese, no es otro”, pero que tuvo claro que no quiso mencionarlo de forma explícita ya que no tiene “una certeza de cómo fueron las cosas”.
“Me parecía que no era necesario y me parecía que, además, esto ayudaba a traer el foco a lo que yo quería, que es a Sandra, porque de alguna manera cuanto más presente esté él en la película, más contaminaba lo que yo quería, que era que el protagonismo no se fuera nunca de de ella. De hecho hay un diálogo entre los dos muy largo ?en pantalla solo escuchamos la parte de Claudia Traisac? que tenía una réplica escrita y que vino un actor a dársela a Claudia, pero siempre estuvo claro que no se iba a escuchar y que era más bonito así. Que las palabras de ella, sus silencios y sus reacciones a lo que le está diciendo la otra persona, se completaran en la cabeza del espectador”, subraya.
Eso sí, lo que era impensable es que ese rumor, esa presencia de un poder que la acosa, no estuviera. “No tenía ningún sentido escribir la película llamándola La última noche de Sandra M., y obviar lo que está escrito en todas partes. Yo siempre planteo, y está puesto al principio de la historia, que esto no pretende ser un biopic en un sentido tradicional de la palabra, sino que es un ejercicio de imaginación, pero basado en una historia, y si le quito ese componente podría haber escogido cualquier otro día de su vida”, zanja.
Borja de la Vega le dio el guion a Claudia Traisac en un avión. Al ser su representante, el ‘regalo’ de un guion podría ser envenenado para ella, ¿qué pasaba si no le gustaba? No ocurrió. Cuando se lo dio empezó a investigar sobre ella y se dio cuenta de que había algo que le conectaba a Mozarowsky. “Lo que cuenta la película me mueve personalmente a muchos niveles como actriz. Es verdad que puede llamar más la atención el hecho de que es su última noche y saber dónde va a acabar la historia, pero yo creo que la película no va de eso. La película va de una actriz joven que quiere ser tomada en serio y que el mundo la vea como lo que ella es, no que solo se queden en que es atractiva físicamente, que ya la han metido en ese cajón. El fondo de la película es el de una actriz, sus miedos y sus anhelos”.
Entre ambas había “paralelismos”, cosas que resuenan en ella, en su “propia carrera”. “Yo empecé desde pequeña, con mis propios miedos, con mis propias luchas. Con lo que implica ser actriz, lidiar con ser un objeto sexual, con cómo te cosifican, con las presiones que hay. Yo creo que eso es en lo que más me vi reflejada a mí y a muchas mujeres de mi alrededor. Fue muy personal para mí contar esta historia y hablar de esto. Ha sido muy transformador haber podido poner tanto de conversaciones con amigas, con mi madre, de mis rodajes de pequeña…”, añade Traisac.
La actriz cuenta sin tapujos que en la carrera actoral, en la que lleva desde que tiene 11 años, ha vivido momentos duros. “Yo con 16 años ya me fui de una serie porque sentía que era un objeto, que era una mujer florero, y y así se lo conté a mi representante. Empecé a trabajar en un mundo bastante más hostil que el de ahora, con mucha menos red de protección, y eso para mí es una de las cosas que me han obsesionado, el intentar reivindicarme como actriz. Así que cuando leí el guion encontré algo que ha estado masticándose en mi vida desde que era pequeña. Ahora siento que estoy en otro punto, porque por suerte he tenido otros trabajos, como esta peli, por ejemplo, en donde me siento un poco más vista, más reflejada como actriz y más tranquila”, dice.
Recuerda anécdotas que la hicieron unirse emocionalmente con el personaje de Sandra Mozarowsky: “Una vez había un personaje al que se le moría su novio y me dijeron que me pusiera un push up porque querían que tuviera escote, que estuviera sexy y atractiva. Y esto es hace cinco años. Y te vas a casa destrozada y te preguntas qué haces, qué garantía tienes para poder ser actriz y desarrollarte y luchar contra esto. Cuando recibí el guion hubo algo también… no quiero decir venganza porque no lo es, pero sí lo vi como un lugar donde poner experiencias personales que he sentido en algunos momentos”.
Quizás tenía que ser su representante, su amigo, el que escribiera un papel tan hermoso para ella y donde demostrara, a aquellos que dudaron, que es una actriz madura, capaz de acometer un personaje complicado y aguantar un primer plano y un monólogo complicadísimo sin apenas pestañear. Borja de la Vega y Claudia Traisac han resucitado a Sandra Mozarowsky y lo han hecho para dignificar a aquellas actrices olvidadas por una industria machista.