“La cultura es el puente de conocimiento y sensibilidad que nos une, hermana y enriquece a otros pueblos”, incide a elDiario.es. Ana Fernández, quien ha forjado una carrera con películas escogidas como Hable con ella de Pedro Almodóvar o Historia de un beso de José Luis Garci, por la que fue candidata al Goya a la Mejor actriz. “Se está produciendo un terrible asalto a la población por parte del Gobierno ocupante y se incumplen las normas internacionales”, recalca. También señala que, personalmente, el conflicto del pueblo palestino “nunca le ha sido ajeno” y que la cercanía a los testimonios de muchas de las compañeras de la Plataforma de Mujeres Artistas le han hecho “tomar más conciencia de la situación” hasta tal punto que lo siente “adherido a su piel”.
El día de la lectura del manifiesto apeló a que el apoyo de la cultura es “totalmente básico”. Ella fue una de las que vociferó, al final de la rueda de prensa, un “Palestina libre”. Advierte que los niños y niñas asesinados, las familias destrozadas, los enfermos que agonizan en hospitales, las madres que lloran a sus hijos o los hijos que lloran a sus madres no son “simples números” porque tienen “nombre, rostro y voz”. Las autoridades gazatíes calculan que más de 7.000 menores han muerto en la ofensiva israelí. Y el impacto no es solo sobre los fallecidos, los trabajadores de la oenegé Médicos Sin Fronteras han acuñado un acrónimo para identificar a los menores asustados y solos a los que se ocupan de atender: WCNSF (Wounded Child No Surviving Family): niño herido, sin familia superviviente.
La actriz explica que decidió apoyar el manifiesto porque le parece necesario “utilizar todos los medios posibles para detener las muertes en Gaza y Cisjordania” y hace referencia al papel que juegan los organismos internacionales, ya que “ni siquiera se están respetando la leyes para las guerras ni los derechos fundamentales”. Arremete contra las instituciones afirmando que "ni el Gobierno nacional, ni los europeos, ni las Naciones Unidas" han realizado las presiones suficientes para detener las matanzas. En los últimos días los activistas han visto han visto cómo EEUU ha vetado la resolución de la ONU para un alto el fuego que estaban esperando y finalmente solo España, Bélgica, Irlanda y Malta han alzado la voz par exigirlo.
A los activistas, además de los manifiestos y las llamadas de acción en la calle, les quedan las redes sociales. “Una puerta a través de la cual podemos ser testigos de la ocupación” de Israel sobre Palestina y “mostrar al mundo esa tremenda injusticia”, afirma.
La actriz española afirma que "la cultura como medio concienciador es fundamental". La cultura "el medio por el que el ser humano se ve desde fuera y da sentido crítico a su propia existencia”. La artista afirma que a los trabajadores culturales se les supone “una sensibilidad desarrollada que se debe manifestar en estos casos”.
El manifiesto que leyó Ana Fernández se ha sumado a una carta abierta a las instituciones culturales españolas que ha reunido más de 1.700 firmas y que también rubrica la solidaridad con el pueblo palestino. Ahí se encuentran nombres como el de los artistas Eugenio Merino y Santiago Sierra, el cineasta y escritor Luis López Carrasco, el director artístico de La Virreina Valentín Roma o los dramaturgos Pablo Messiez y Andrés Lima. Y no ha sido el único documento: otro manifiesto con un millar de firmas de personalidades de la cultura pedía básicamente lo mismo: el alto el fuego. Entre ellos, José Sacristán, Juan Diego Botto, Rozalén, Silvia Pérez Cruz, Miguel Ríos, Charo López, Antonio de la Torre, Clara Lago, Javier Fesser, José Corbacho, Fernando Trueba o Fernando Colomo. El manifiesto se leyó, arropado por cien de ellos, al término de una marcha en Madrid que reunió a unas 35.000 personas a finales de octubre.
Precisamente, la unión del mundo cultural que reflejan estos manifiestos es a la que apela Fernández, porque “el mundo de la cultura puede ayudar” como cualquier otra persona con un “mínimo de conciencia o sensibilidad”. Insiste que el fin es “hacer presión a los Gobiernos” para que hagan lo posible para “detener la terrible sangría” producida en Gaza, ya que desde el 7 de octubre han muerto más de 17.000 personas en Gaza, siendo el 70% de ellas mujeres y niños, y cerca de 1,9 millones de personas han sido desplazadas, es decir, el 85% de la población. Otro de los puntos sobre los que se pronuncia es que las personas que trabajan en el campo de cultura suelen tener “cierta relevancia” y, por consiguiente, de alguna manera pueden "ser altavoces ante las barbaries" que suceden en el mundo.
En cuanto al papel de la cultura para minimizar o frenar conflictos, insiste en que aparte de las acciones personales de denuncia al Estado de Israel y apoyo a Palestina deberían “apoyarse las acciones culturales creativas” ayudando a que se “conozcan y difundan”. Sin embargo, no se muestra optimista porque la cultura “tarda en llegar a la sociedad” y, sobre todo, puntualiza en que “tarda en hacer sentir a la gente que situaciones como las de Gaza son inaceptables”, pero los artistas no deben dejar de insistir.