La antología de la escritora y Premio Nadal de Novela en 2020 por El mapa de los afectos mezcla dos de sus grandes pasiones: poesía y cómic. Amante inconmensurable del noveno arte y teórica con una tesis sobre cómic iberoamericano por la Universidad de Pittsburgh, asegura que en ese medio “hay poéticas y mucha condensación”. Además, expresa que le ha parecido interesante combinar ambos en su obra porque en el cómic “se condensa la metáfora visual y sus elementos pueden dialogar con la poesía”. El diseño de la antología está ligado a la vida de la poeta que creció leyendo viñetas, a la vez que novela o poesía, pues “ocupaban gran parte de la biblioteca” de su padre, el escritor y académico de la RAE José María Merino.
En esta obra de Merino se recogen sus ocho poemarios encabezados por una viñeta de cómic clásico americano y un total de 10 poemas inéditos. Partiendo de Preparativos para un viaje (Premio Adonáis, 1994) hasta Salvamento de hormigas (Visor, 2022), la recopilación refleja su evolución escritural desde sus primeros versos hasta la soltura poética que despliega en la actualidad. “Fue difícil la selección, pero fui buscando poemas que pudieran contar mi viaje y condensar mi experiencia americana”, comenta la autora madrileña.
Los pasos de la cordura no solo describe una vida en verso de Ana Merino, sino también un despliegue temático magistral. Su poesía es un constante diálogo de indagación en la existencia humana y el paso del tiempo. Una existencia que apela a las emociones y a los presentimientos vitales, pues su versatilidad con otros géneros como la novela, el ensayo e incluso el teatro le han permitido “la búsqueda de una formulación creativa basada en la otredad”. Merino procura ponerse en el lugar del otro, ver a través de los demás y sentir “qué es lo que viven” para tratar de poner “el foco literario en ellos”. La antología concentra la pasividad de su infancia, personajes, caminos fantásticos y ella misma la define como “una conjunción de voces y murmullos”.
“Yo vivo en la ciudad / con la espalda torcida / de tanto negarla, / por no querer besar tu arrugada bandera / ni entonar la canción / de sus balas”, escribe Merino en el poema La pequeña América de Los días gemelos (1997). Y es que su experiencia viviendo en el país norteamericano como profesora universitaria, investigadora y escritora marca profundamente su poética. Lo evidencian muchos de sus poemas como La peluquería del señor Russell, Iowa House Hotel o Canción para el soldado, este último dedicado a los veteranos de batalla.
“El Estados Unidos que conozco es el plenamente rural. Sobre todo Pittsburgh que es la ciudad del cazador y la más carismática donde viví. Allí me formé con mis estudios culturales e hice cómic”, explica la autora. Llegó a principios de los 90 y, tras años en Columbus (capital de Ohio), marchó a Pittsburgh. Merino relata que lo más llamativo es “la diferencia abismal que hay entre los Estados y la alimentación de los conflictos bélicos en los que se involucran los norteamericanos", que no percibía hasta que se fue a vivir allí.
El drama que produce EEUU como país imperialista fue uno de los elementos que más le impactó: “Nosotros lo podemos ver en el cine, esa idealización dramática de las guerras de Vietnam o Corea. Sin embargo, lo que pasa es que EEUU ha ido alimentando otros conflictos que han formado y forman parte de su realidad actual”. Las consecuencias de esa realidad bélica, la representa en Canción para el soldado. Un poema hasta ahora inédito que desmenuza la podredumbre que viven soldados jóvenes tras volver de las guerras a las que son enviados.
Merino puntualiza que “las nuevas generaciones se siguen alimentando de la estela del conflicto” y que la primera generación de jóvenes que conoció —los que fueron a la guerra en 2001—, en su primer destino como profesora en las Montañas de los Apalaches, veían el ejército como “una salida profesional vital y no iban con esa idea de ‘quiero ir a la guerra’, sino a servir”. Todo ello, le valió a la poeta para plasmarlo en un deslumbrante poema que desgrana las consecuencias de esos jóvenes al volver de los enfrentamientos. “Hombres aniquilados / por guerras lejanas / de las que sus cuerpos / daban fe / con sus muletas, / con las piernas cortadas / y el silencio ensimismado”, rezan sus versos.
“Son jóvenes que han sido rotos por dentro. Vuelven, a lo mejor con 28 años, de un conflicto y empieza el deterioro. Si encima has quedado tullido y dañado, va a ser muy difícil incorporarte. Vienes con unas estructuras mentales y con una reacción emocional distinta. Eso a mí me impresionó mucho, el hecho de que no se reincorporen a la sociedad e incluso pasen a ser indigentes”, agrega. Sin embargo, otro de los aspectos que le llamó la atención a la poeta fue “lo bien consolidadas” que están las universidades que entienden que “la cultura es poder”.
La escritora confiesa que es un aspecto que envidia a los estadounidenses porque “tienen las mejores colecciones, adquieren fondos y los cuidan”. A su vez, admite que partiendo de la base del imperialismo de EEUU, estos también “intentan obtener materiales de otros países si pueden adquirirlos” porque son conscientes del poder de la cultura. Se reafirma en su posicionamiento alegando que es algo que “echa de menos en España” porque nuestra cultura "la tenemos que proteger”.
La antología que resume la vida poética de Ana Merino es una constante búsqueda de la prudencia a través de la memoria. Ella misma asegura que “el sustrato de la sensibilidad literaria hay que fomentarlo en la niñez”. Hace hincapié en que sin ese sustrato es “difícil conseguir lectores”, por lo que la lectura es fundamental para “tener una capacidad de pensamiento complejo y reconocer elementos del aprendizaje vital”.
En Los pasos de la cordura, el viento sopla a favor de la poeta. La búsqueda infinita se va ramificando en parámetros humanos. La niñez, la juventud, el paso del tiempo, la metáfora visual con la viñeta al comienzo de los poemarios trasladan al lector a un plano de sanación y cavilación personal. Muchas de sus composiciones revelan a una poeta en cuya poesía cabe, por ejemplo, la impunidad de las sociedades a la hora de no asumir responsabilidades. Lo inmortaliza en el poema Vuelvo a ser testigo, de Curación (2010) diciendo: “Vengo a desesperarme / porque no encuentro a dios / en la miseria”. Por lo que su obra en ocasiones funciona como un espejo de profunda preocupación por aquello de lo que nadie se hace responsable.
Ana Merino insiste con frecuencia en potenciar los parámetros humanos. Esa indagación está presente desde su primer poemario y defendida en los posteriores cuidando siempre el espacio emocional. No obstante, de los inéditos presentados en esta antología se deduce la cristalización de unos poemas que maceran el mundo que vive la poeta y del que es testigo. Se acerca al lenguaje de la violencia y la polarización actual que nos rodea. La escritora diferencia entre “política” e “ideología” y sostiene que “todo verso tiene un sustrato ideológico y una postura frente al mundo”.