El filme, dirigido por Demián Rugna, ganó el premio a la Mejor película en el pasado Festival de Sitges y cuenta la historia de dos hombres que visitan, en un pueblo abandonado del interior de Argentina, a una persona que dicen que está ‘embichada’. Es decir, que tiene el demonio dentro. Lo que podía comenzar como una historia de posesiones infernales se transforma en una mezcla de terror satánico, zombies y alegoría política de las diferencias de un país tan alienado donde la verdad es un concepto demasiado endeble. El propio cineasta ironizaba con el paralelismo cuando se supo que Milei ganó la segunda vuelta de las elecciones. Posteaba en Instagram una escena de su filme y la doblaba para que un personaje dijera ‘votasteis al embichado’.
El propio Rugna reconoce que el filme “ha terminado siendo” una metáfora de Argentina. “Esa idea de la locura transmitiéndose de cabeza en cabeza la venía manejando desde hacía varios años. Tenía esa percepción de lo que estaba sucediendo con el odio a través de las redes sociales y cómo el fascismo llegó al Gobierno en muchos países, en países latinoamericanos, en Brasil, en EEUU, en algunos países de Europa… No entendía cómo podía ser que hubiera grupos neonazis en Alemania tomando fuerza de nuevo. No entendía que el odio fuera tan fácil de transmitir y que se transmita mucho más fácil que el amor y que la comprensión”, dice el realizador.
La idea original hablaba de un hombre que volvía a su pueblo después de muchos años de ausencia y se encontraba con que un pequeño diario local le había comido la cabeza a la gente, provocando una locura colectiva que se materializaba en el intento de asesinato del recién llegado. “Nunca lo llegué a volcar en un guion hasta que me vino la idea de nuevo. Lo escribí antes de la llegada de Milei, pero ya se intuía esa transmisión de la maldad y ya estaba el auge de los neofascistas y del odio desde hacía 10 años. Esta película es un poco el reflejo de lo que uno ya veía antes del resultado final de las elecciones. No es simplemente que este loco se pusiera de candidato, sino el proceso de cómo ha crecido en la cabeza de la gente estas ideas de ultraderecha, y algo de eso hay en la película”, explica,
Había en su guion también la idea de hablar de “los pueblos fumigados de Argentina”. “Esos pueblos con campos de soja que tenemos acá, que el 80% del país está sembrado de soja y los productos tóxicos están causando estragos y contaminando el agua y provocando muchas enfermedades en la gente. Hay un crecimiento de enfermedades en zonas rurales como el cáncer, por culpa de los agrotóxicos. Siempre pensé en cómo se las arreglarían esas familias desamparadas, que son muy pobres y que viven contaminados, porque normalmente son ignoradas por el Estado. Y de ahí pensé, y si tuvieran a una persona poseída, ¿qué sucedería con la sociedad que les rodea?”, cuenta del origen del proyecto.
Los mismos campos de soja que sirvieron a Samanta Schweblin para su libro Distancia de rescate y el terror como cascarón que esconde una mirada al país como hizo también Mariana Enríquez en Nuestra parte de noche. Para Demián Rugna hay “un cambio generacional obvio” en las personas que están contando las historias sobre su país y que han optado por “el género fantástico para hablar de sus realidades”. En el cine cree que se debe a una apertura del “Instituto del Cine a este tipo de contenido”. “Los realizadores de mi generación somos espectadores del blockbuster de los 80 y los 90 y mirábamos películas de género fantástico de Spielberg o Zemeckis. Estamos influenciados por ese tipo de cine y ahora tenemos la posibilidad de hacer institucionalmente este tipo de películas”.
El Instituto del Cine es una de las instituciones que Milei quiere destruir y que ha provocado la respuesta cohesionada de toda la industria. Para Rugna esto puede provocar una fuga del talento argentino a otros países, y en su caso ya se lo plantea: “Absolutamente. Yo estaba con un proyecto para principios de este año y se ha ido dilapidando esa posibilidad. Las políticas culturales y económicas actuales están expulsando a los creadores de su propio país sin que ellos quieran. Tengo propuestas de España, México y estoy desarrollando un guion para EEUU. Habrá que ver, pero ahora sí estoy con miras de ir para afuera”, zanja con pena.
Una de las cosas que sorprenden de Cuando acecha la maldad es que sus imágenes noquean. Sin hacer spoiler, hay una escena que se salta a la torera una de las líneas rojas que suele tener el terror (y que tiene que ver con la representación de los niños y su muerte). Rugna no tiene líneas rojas. “Soy bastante visceral”, dice sobre ese momento: “Escribo con la emoción de lo que quiero ver en pantalla. Pienso en el espectador que le gusta el terror y no en la distribución. En ese sentido esta película es muy honesta por mi parte. No me he autolimitado, también porque tengo claro que esto es un cuento de terror”.
“Si estás pagando una entrada para ver una película de terror está bien que el director se tome en serio que has pagado dinero para ver su película, y si estás yendo a una película que en el póster tiene a una mujer dándose un hachazo en la cabeza, creo que te puedes esperar cualquier cosa. Sabes dónde entras así que después no te quejas. Podría haber engañado, pero decidí ser honesto”, apunta sobre otra de las escenas más perturbadoras del filme que ya se intuye en su cartel y que deja claro que la mente de Damián Rugna será capaz de crear muchas pesadillas en el futuro. La pena es que quizás ya no sea en Argentina, un país que ve cómo su industria del cine está en peligro de extinción desde la llegada de esa maldad en forma de presidente.