La importancia de Mi querida señorita se deja sentir todavía en nuestros días, y de hecho, Netflix anunciaba hace pocos meses una nueva versión producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi, cuyo reparto y realizador todavía no se conocen. Los Javis la describieron como una obra “maravillosa” y explicaron su intención de “rellenar los huecos” que dejaba aquella obra adelantada a su tiempo y que gracias a los avances sociales podrán explicar.
Aunque Mi querida señorita es su obra más conocida, Armiñán es mucho más que un cineasta pegado a un solo título. En su filmografía destacan otras películas importantes como El amor del capitán Brando (1974), Al servicio de la mujer española (1978) o El nido (1980), protagonizada por Héctor Alterio y Ana Torrent y que también fue nominada al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa.
Armiñán, que compitió hasta en tres ocasiones por el Oso de Oro en la Berlinale, solo logró en toda su carrera un Goya, y fue el honorífico que recibió en 2014. Hasta entonces solo una nominación por el guion adaptado de El palomo cojo. Cuando recibió su estatuilla dejó unas emocionantes palabras sobre cómo entendía él su profesión y su vocación. “Un cineasta nunca se retira. Los que son como yo no podemos jubilarnos porque lo hacemos únicamente cuando nos vamos a la triste fosa”, dijo entonces.
Aunque fue conocido, sobre todo, por su labor como cineasta, también escribió obras de teatro, novelas, guiones para otros cineastas y para televisión (hasta 650 trabajos según la Academia de Cine, entre ellos El día que yo nacía, una de las pocas películas protagonizadas por Isabel Pantoja), además de artículos en diversos periódicos. Descendiente de una familia de intelectuales, donde había periodistas y escritores, parecía claro que Jaime de Armiñán terminaría dedicándose a escribir. De hecho, en una entrevista para la Academia recordaba como una de las figuras fundamentales en su educación y en su futuro a su profesora, y una de las fundadoras del Colegio Estudio, Carmen García del Diestro, quien le enseñó “a escribir de verdad”.