El autor anglo-indio de 76 años ha descrito el volumen como la historia de tres personas: la suya, la de su pareja la poeta Rachel Eliza Griffiths y la de su agresor, al que en el texto se refiere como 'A'.
Rushdie sabe de primera mano lo que significa vivir amenazado, después de que en 1989 Ruhollah Jomeini, el líder político y religioso de Irán, promulgara una fetua (fatwa) contra él. Una condena a muerte por la que una fundación ofrecía una recompensa económica de 3,3 millones de dólares, al considerar blasfemo su libro Los versos satánicos. El escritor ha reconocido estar “sorprendido” por la “ola de fanatismos” que se está dando en el presente en el mundo, y ha recordado que él es “una criatura de la década de los sesenta”. “En 1968, el año de las revoluciones, creíamos que el mundo iba a mejor”, ha explicado citando como paradigma a la Primera ola del feminismo y el Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. “Parecía que íbamos en buena dirección, pero nos equivocamos”, ha lamentado.
“En aquel entonces la religión no era un tema. Nadie hablaba de religión. La idea de que fuera a pasar a formar parte del pensamiento fundamental de la gente, parecía imposible”, ha indicado para reiterar de que también se habían “equivocado” en cuanto a la repercusión que posteriormente iba a tener. Rushdie ha afirmado que siempre ha considerado a la muerte “el final”, y no como “un portal para ir a otra realidad”.
“Curiosamente, el fundamentalista islámico que me atacó [Hadi Matar] cree que la recompensa de esta vida viene después de la muerte, que esta es el vestíbulo; y que la real está más allá. Supongo que esto quita todavía más valor a la vida. Porque si la vida real está después de la muerte, ¿por qué no ir rápidamente ahí?”, ha planteado. Para Rushdie, “no hay nada después” de morir. “Lo que me ha pasado demuestra que tengo razón. No vi en ningún sitio una puerta, ángeles ni demonios”, ha justificado.
En los sesenta nadie hablaba de religión. La idea de que fuera a pasar a formar parte del pensamiento fundamental de la gente parecía imposible
El autor de otros títulos como Ciudad Victoria e Hijos de la medianoche ha señalado que el actual es “un tiempo peligroso para los artistas en todas las partes del mundo. Y no solo por razones de tipo religioso”. “En China no es un tiempo estupendo para ser escritor, ni en Rusia, algunas partes de África ni en algunos lugares determinados del mundo islámico. El peligro está por todas partes. A veces por razones políticas, a veces por religiosas”, ha advertido. De ahí a que haya asegurado que mantiene “contacto estrecho y colaboración con organizaciones internacionales de escritores para protegernos”. De hecho, ha indicado que fue a Chatuaqua, el condado de Nueva York en el que fue apuñalado, “para hablar de una de estas asociaciones”.
En lo que respecta a Irán, cuyo presidente Ebrahim Raisí ha sido dado este lunes por muerto tras estrellarse el helicóptero en el que viajaba, ha apuntado: “¿Qué se yo de Irán? Solo sé que trataron de matarme. Es mi único punto de conexión. El presidente era de la línea dura, así que no parece que quien le sustituya vaya a ser liberal”. “Lo único que sé es que el Estado iraní no está involucrado ni pretende planificar un atentado contra mi persona, que siempre fue el mayor de mis peligros”, ha compartido sobre su casuística personal. Rushdie ha comentado que las autoridades norteamericanas dieron por cerrado del caso de su apuñalamiento, ya que no “han interrogado ni buscado a otras personas, parece que fue alguien que actuaba en solitario”.
Vivimos un tiempo peligroso para los artistas en todas las partes del mundo. Y no solo por razones de tipo religioso
“Hay un riesgo, siempre lo hay, pequeño. Si aquel día hubiera habido un mínimo de seguridad en el acto, la agresión no se habría producido. Hay que ser precavidos, pero solo un poquito. No hace falta un ejército”, ha expuesto sobre el contexto concreto en el que se dio su ataque sobre el que, como así reitera en su libro, sigue sin saber por qué no hubo ningún agente que pudiera haberse interpuesto entre él y el joven de 25 años que le apuñaló.
El escritor ha contado que el abogado de su agresor les pidió que le enviaran un ejemplar de su nuevo libro, Cuchillo, antes de que fuera publicado. “Evidentemente no se lo enviamos”, ha aclarado. Una vez publicado, le dijeron que “pagara los 25 dólares para leerlo y que así por lo menos ayudara a pagar el alquiler”. “No sé si lo hicieron o no”, ha zanjado.
Su amistad con Paul AusterA quien sí le envío un ejemplar del libro fue a Paul Auster, que falleció el pasado 1 de mayo, con quien mantenía una estrecha amistad. “Le dije que no hacía falta que se lo leyera, él estaba ya entonces en la fase terminal del cáncer. En un momento así no tienes expectativas de que vaya a leer tu libro”, ha valorado. Pero lo leyó. Así se lo hizo saber cuando Rushdie visitó al autor de la Trilogía de Nueva York o Brooklyn Follies dos días antes de su muerte. “Lo primero que me dijo fue que había leído el libro. Ese el tipo de cercanía que teníamos”, ha recordado con emoción.
Un día después fue a verle el igualmente escritor Don Delillo, que ha afirmado que completaba el trío que ha calificado de “pandilla” y que tenían la costumbre de cenar mucho juntos. “Hablando por teléfono, le dije que tenía el presentimiento de que estaba esperando a vernos para morirse. Quería verme a mi. Quería ver a Don. Y luego murió tranquilo”, ha explicado.
El peligro de las redes socialesRushdie dedica uno de los capítulos del libro a las redes sociales y su “capacidad de construir pensamiento global”. El escritor ha opinado que tanto Twitter como YouTube “generan masas. Parece que TikTok, de momento, es mas inocente. Facebook es para gente mayor así que ya no tiene ese poder. Las cosas se mueven a una velocidad meteórica”. El novelista identifica el ataque que recibió con los “cuatro años que pasó en su sótano absorbido por las redes sociales”. “Su radicalización nació cuando visitó a su padre en el Líbano, en un pueblo dominado por el hezbolá”, ha relatado. Fue a su regreso del periplo cuando se aisló.
“¿Qué estaba haciendo ahí? Seguro que jugando a ese videojuego que tiene la misión de matar a personas, Call of duty. Si uno pasa tantas horas inmerso en ese tipo de juegos y luego escucha a según qué tipo de sacerdote islamista, tiene efectos en su carácter”, ha considerado.
“La literatura no puede cambiar el mundo”Rushdie ha reflexionado sobre el papel de la literatura más allá de las páginas y estanterías, teniendo en el punto de mira las “dos guerras” –en referencia a Ucrania y Gaza– que se están produciendo actualmente. “El mundo no se puede cambiar a través de la literatura. Es raro que un libro tenga un efecto directo”, ha comentado. El autor ha valorado que, aun así, tampoco pueden “mirar hacia otro lado”, porque sería “hacer trampa”: “Hay que encontrar otra forma de tratarlo”.
El mundo no se puede cambiar a través de la literatura
“Ante estas guerras, hay muy pocas útiles que podamos hacer. Y lo que podemos hacer, no es a través de la ficción, porque es muy lenta. Se tardan tanto en escribir que cuando finalmente se publican, los temas han cambiado”, ha señalado. Para Rushdie es mejor elección explorarlos desde la no ficción, “aunque parezca que es muy difícil”. Y en el caso de Ucrania, ha defendido que se puede “amplificar las voces de quienes padecen la guerra, de las víctimas”.
También ha planteado la literatura como alternativa al engaño. “Vivimos en el mundo de la mentira. Todo el mundo miente constantemente”, ha lamentado citando como ejemplo a Donald Trump “diciendo que en las anteriores elecciones de EE.UU. fueron un fraude” y al Brexit. “Se basó en la idea de que si se pudieran deshacer de todos los extranjeros, Reino Unido volvería a ser grande. Han desaparecido y ahora estamos en un hoyo aún mayor de en el que estaban antes”, ha valorado. “Estamos en el mundo de las falsas narrativas que nos inculcan. Y si te dedicas al relato, hay que hacer algo. Los novelistas, a menudo, acaban diciendo la verdad”, ha sostenido.
“No se le puede dar a la literatura un poder que no tiene. Cuando uno lee un libro que le gusta, algo cambia en su mente. La visión de ese libro se convierte en la visión propia de cómo vemos el mundo. Esa es la magia que podemos hacer, en pequeñito”, ha concluido.
Un respaldo desigualRushdie fue atacado en agosto de 2022, tres décadas después de que se promulgara la fetua contra él. La reacción de la comunidad internacional y de los compañeros de profesión fue distinta al apoyo prácticamente unánime que recibió tras el ataque sufrido en Nueva York. “Cuando tienes heridas mortales la gente es más maja contigo”, ha bromeado al respecto. El novelista ha comentado que lo sucedido en 1989 era “algo nuevo”, la gente no sabía cómo interpretarlo ni el nivel de peligro que existía“.
“Siempre se acaba culpando a la víctima. Ese 'se lo merece'. Tendría que haber pensado en las consecuencias y no tanto en el dinero. No me hacía falta. Yo ya era rico y famoso entonces”, ha recordado con ironía. “Esa crítica también procedía de escritores, no solo de islamistas radicales”, ha declarado sobre la reacción de incluso “amigos” que le “dolió mucho”. Eso sí, es consciente de que pese a que entonces “tenía todo el apoyo de la inteligencia británica”, no se le permitía “hablar del tema públicamente, porque era muy grave”. “Por eso me tenían tan protegido a toda costa. En los nueve años de la fatua se interceptaron seis atentados serios, intentos de matarme. Esto es algo que nunca pude decir”, ha indicado.
Carnalidad e instinto de supervivenciaRushdie ha revelado que sufrir el ataque le provocó sentirse “más vinculado” a su cuerpo “que nunca”. “Si eres atleta, tienes una conexión diaria con él porque forma parte de tu trabajo, pero si eres escritor, no”, ha reconocido. De ahí a que lo sucedido le hiciera centrarse más en “lo carnal y lo físico, mucho más de lo habitual”, tal y como ha dejado plasmado en Cuchillo. “En el hospital todo el mundo tomaba control de mi cuerpo. Tienes que entregar tu intimidad a los demás y eso es algo que cuesta. No se me ocurre una forma de afrontarlo que no sea con humor”, ha sostenido. El volumen le ha servido para explicar cómo ha sido su “viaje” desde entonces, con los “largos meses de recuperación cargados de altibajos. No fue rectilíneo”.
El autor ha recordado que, tras ser apuñalado, tirado en el suelo, “había una voz que me decía 'no te mueras', algo inconsciente. Una fuerza vital que lo repetía y que me hizo superar la situación”. Rushdie se ha referido así al “instinto de supervivencia” que considera “determinante” para haber seguido con vida.