Como si ella, ante todo artista conceptual con gran dominio de la performance, hubiera puesto el colofón al proyecto con una última acción del corte extremo del que tanto gustó en vida.
Pero más allá de la dramática desaparición de una artista con tanto potencial y talento, La última frase adquiere valor propio por ser, tal como asegura el pensador y ensayista Eloy Fernández Porta en la presentación del libro, “una experiencia que sobrepasa la literatura para mestizarse con el arte”. De este modo quiere definir Porta el juego que Cañeque desarrolla en la obra entre su voz y las distintas frases finales de las 452 novelas que aparecen citadas.
Un tejido artístico, poético y filosóficoFormalmente La última frase es una combinación del párrafos de texto propio de la autora con otros creados a partir de distintas “últimas frases” de novelas leídas por ella, con las que pretende en ocasiones crear una narración paralela colocándolas consecutivamente, pero en otras también busca dar una continuidad alternativa a sus reflexiones, como si utilizara samplers para dotarlas de una dimensión sonora, una práctica muy utilizada en la radio.
A partir de ahí, ya nada es formal en el libro. Tal como destaca Carlos Rod, su editor, “nos llegó la propuesta de poner la contraportada del libro delante y la portada al final, de modo que el título quedara como última frase; a mí me dio mucha inquietud, pero a Camila le encantó, así que la aceptamos”.
Es decir que La última frase se presenta por su contraportada, un artificio que de todos modos no prosigue en las páginas interiores, que se estructuran en su orden lógico, pero que consigue un juego estético que ya nos anuncia estar ante un libro distinto, que jugará desde el principio con los equívocos que puedan provocar en nuestra mente las propuestas de la autora.
Por otro lado, La última frase es un duelo voces, tal vez una conversación imposible entre ambas que hilvanan un tejido artístico, poético y filosófico. La primera voz, pero no necesariamente principal, es la estructurada por la mente de la artista, la que desarrolla su pensamiento entre las distintas facetas del final de las cosas. Tal como apunta el filósofo Rafael Agullol, “Camila trenza de manera consecutiva tres finales distintos pero relacionados: el de la obra artista, el del individuo como ser vivo y consciente y el del mundo de una manera genérica”.
La importancia del final como corazón de toda aventura literariaAsí, Cañeque nos habla del miedo el artista ante el final del proceso creativo y el vacío consiguiente, pero también de la dificultad para encontrar la frase adecuada que cierra toda historia literaria y que en su traslación al arte, Porta define como “la última pincelada”. Cañeque reivindica la importancia de esta última frase como definitiva para que la obra en su conjunto, y por extensión todo tipo de proceso vital, adquiera sentido.
No importa que sea un final triste, feliz o enigmático –tal como cita la autora en el libro, Orson Welles decía que el tipo de final escogido dependía solo de el momento en que decidías concluir la trama–, lo fundamental es que el final debe ser coherente con lo antes escrito y sobre todo debe estar a la altura del resto del texto. De ahí la gran y abrumadora responsabilidad de formular esta última frase.
Para demostrar la solemnidad que pesa sobre toda frase de conclusión, la artista nos ofrece estas 452 últimas frases y las clasifica en el texto escrito por ella, añadiendo ejemplos de cada tipología, pero también los utiliza para, como ya se ha dicho, dar una dimensión artística y sonora a sus propias palabras.
El humor como herramienta filosóficaUna dimensión que también es humorística, porque el humor es parte fundamental de este libro, un humor tan lleno de delicada ironía como de una profunda carga filosófica. Así, por ejemplo, Cañeque escribe: “Durante el mes de agosto de 2010, decidí pasar las vacaciones en la terminal de salidas del aeropuerto de Barcelona”. A este texto asocia la última frase del relato de Nicolás Gógol La nariz: “No digas quién o qué, pero episodios como este suceden en el mundo, rara vez pero suceden”.
Seguramente la autora busca reírse de sí misma y de su loca pretensión: pasar el agosto en un aeropuerto durante el agobiante agosto barcelonés cuando todo el mundo está en la playa o la piscina. Curiosamente Agullol relata que conoció a Camila Cañeque cuando esta vino a comentarle en la universidad su pretensión de “realizar un trabajo de campo en la terminal de salidas sobre las distintas formas en que la gente se despedía al emprender un viaje”.
La artista conceptual Camila CañequeEl filósofo destaca que no habló muchas más veces con la artista, pero que “en aquel momento, en 2010, ella tenía ya en la cabeza este libro, porque me me habló de hacer algo que engarzará las últimas frases de libros, no solo de novelas, sino también de ensayos”. Agullol reconoce que “me pareció una idea estupenda, que podía ser muy fecunda y que iba dirigida a uno de los corazones de la propia creación literaria, que es el final”.
El pensador también destaca como hallazgo por parte de Cañeque que la tipología de última frase más utilizada es la del final acuoso: “Según Camila, con la lluvia terminan una mayoría de libros, y si no es con la lluvia, es con el agua o con un medio acuoso”. Para el filósofo “es como si esto significara que el final lleva al origen, que lleva en sí el principio implícito en un círculo que incluye una vuelta a la matriz”.
Un artista siempre en punto de fuga“Desde que la conocí yo tenía una imagen de Camila como de alguien que está marchando, alguien que estaba en la rampa de salida”, observa Eloy Fernández Porta respecto a la relación con la que fuera su alumna en la facultad. Destaca que “a los 28 años ya había realizado una cantidad de viajes sorprendente y tenía un registro lector impresionante”, lo que explicaría en buena medida el elenco de últimas frases escogidas para su obra, todas cerrando trabajos de enorme calidad.
Explica que en una ocasión, siendo Cañeque estudiante de filosofía, la artista le expresó su deseo de abandonar la universidad para mudarse a Madrid, cosa que finalmente hizo hasta su regreso a Barcelona años más tarde. Y añade que también a él, al igual que a Agullol, le comunicó la pretensión de escribir La última frase, si bien a Porta le llegó por correo y con un texto ya elaborado. “El 22 de diciembre de 2022 me llegó un correo en el que Camila me decía que había escrito unos textos que deseaba que leyera si tenía tiempo”. Porta asegura que el texto era una versión previa a lo que finalmente es el libro.
Respecto a la obra, el ensayista destaca que es “un libro muy potente, que rompe las barreras que separan la literatura del arte, dos escenas que están con frecuencia demasiado incomunicadas o que se miran desde la lejanía y la suspicacia”. Así, destaca que en la última parte de la carrera que Cañeque, “que adquirió justa fama como artista conceptual”, se cruzó la literatura, que ella incorporó a su actividad dando lugar a lo que Porta denomina la “literatura conceptual”.
Es un libro muy potente, que rompe las barreras que separan la literatura del arte, dos escenas que están con frecuencia demasiado incomunicadas o que se miran desde la lejanía y la suspicacia
“Esto que digo se puede ver desde luego en la en La última frase, con estos más de 400 finales de textos de novelas desgajados, montados, empalmados y recontados”, apostilla respecto al término que ha creado y agrega: “de manera que forman un final que nunca se termina de acabar, una sensación de final sostenida, acaso la más extensa que haya habido nunca en nuestra literatura, ya que dura más de cien páginas”.
Finalmente Agullol subraya de La última frase “esta especie de acercamiento complejo al tema del tiempo, que es muy bonito porque no solo hay desgarro, sino también coexiste un apunte muy interesante sobre la ficción, sobre cómo constituye una especie de venganza que tiene el ser humano contra la fugacidad del tiempo”. Agullol también destaca la “profunda madurez filosófica” de la artista, así como “el gran amor por la vida que, a pesar de la temática, destila el libro”.
Como ejemplo de lo expresado por ambos mentores, sirva este fragmento de Cañeque: “Me pregunto. ¿Querías finales? Pues toma finales. estoy en un paisaje final, tratando de acabar un proyecto sobre el final. Pienso en lo que me ha traído hasta esto, en lo que tanto me ha atraído durante tanto tiempo. Ahora siento algo cercano al terror, como un espejo de aumento que lo potencia todo”. Como contraste a este texto lleno de vértigo y tensión dramática, la autora propone la frase que cierra la novela El umbral de la noche de Stephen King: “Mientras aguarda, mira la televisión y bebe mucha agua”. Sin duda una elección acertada por ser su autor un genio de la tensión y el suspense extremo, pero también porque refleja con ironía lo que es la monotonía vital de muchos seres humanos mientras se va acercando el día en que pronunciarán su última frase.