A partir de entonces, su carrera se dispara con colaboraciones en multitud de revistas, diarios de prensa escrita o editoriales.
Siempre inquieta y llena de energía, a la edad en que la mayoría de personas piensa en la jubilación, Vila siente la necesidad de ampliar su saber en sociología y psicología realizando la carrera de Humanidades y después doctorándose con una tesis titulada: El cuerpo okupado: iconografías del cuerpo femenino como espacio de la transgresión masculina en el cómic.
La temática es la misma que le ha preocupado, y le ha tocado vivir, durante toda su carrera: el cuerpo femenino como centro del cómic masculino, pero siempre como un objeto, nunca como un sujeto con voz propia. Dado el interés de su tesis, recientemente la ha trasladado a un terreno menos académico y más divulgativo en el libro Desokupar el cuerpo. Las voces de las autoras en el cómic español (Ediciones Marmotilla, 2024). En él reivindica que las mujeres ilustradoras den la batalla por liderar la conversación sobre el cuerpo femenino en el cómic y así redirigir el discurso fuera del ámbito canónico.
Vila, que en los primeros años 80 del siglo pasado participó activamente en la fundación del primer Salón del Cómic de Barcelona, acaba de recibir el Gran Premio a su trayectoria en la edición 42 del certamen. Al respecto, la ilustradora observa con mordacidad: “Está muy bien recibir el premio de un evento que fundaste 42 años después”, para agregar en tono reivindicativo: “Ahora somos cinco las mujeres premiadas en estos 42 años de certamen, y creo recordar que la primera lo fue en 2018; así que si mi premio sirve para ayudar a cambiar las tendencias, lo doy por bueno”.
¿Cómo fueron sus inicios en la ilustración y el cómic?
Yo empiezo muy pronto y muy joven, allá por el año 69. Trabajaba de secretaria, estudiaba por la noche y dibujaba los fines de semana. Estudiaba en la Escuela Massana, y más adelante estudié sociología mientras empezaba a trabajar en Selecciones Ilustradas como aprendiz de los dibujantes, sobre todo con Lluís García, que era mi vecino y fue quien me introdujo en la empresa que tenía Josep Toutain y con la que vendía en los mercados internacionales. Lluís es quien me guía, el que me enseña las bases de la ilustración a carbón y la comercial.
¿Las ilustraciones españolas era muy apreciadas en el extranjero en aquellos años?
Nos valoraban mucho, las pagaban muy bien, casi teníamos sueldos de director de banco al cambio de la divisa, porque te pagaban en moneda extranjera y eso te daba un poder adquisitivo muy alto comparado con el resto de españoles. Además, contra lo que se dice, no nos pagaban menos que a los ilustradores de otros países.
¿Qué tipo de ilustración hacía en Selecciones Ilustradas?
Durante todos los años que trabajé allí, que fue hasta 1975 aproximadamente, hice casi en exclusiva lo que se llamaba “cómic rosa” o “cómic romántico”, que estaba pensado para que lo leyeran las mujeres. El motivo de que me destinaran a esta tarea era obvio: era si no la única, sí una de las pocas mujeres ilustradoras que ejercían tras la Guerra Civil; yo presentaba muestras de terror y otras cosas, pero no hubo manera de salir del romántico. Eso ya te da idea cómo era la segregación de géneros en el mundo del cómic entonces.
Ser mujer en este mundo ha sido muy complicado, pero sobre todo las pioneras hemos sido muy resilientes, muy de picar piedra durante muchos años
Y en el 75 cambia todo.
En el 75 muere Franco y el país cambia muy deprisa. Los y las ilustradoras decidimos tomar el control de nuestras carreras y de los medios de publicación creando unos medios propios y gestionándolos, es por eso que nos llaman la Generación del Compromiso, porque queríamos erigir el cómic como discurso artístico, como instrumento y como lenguaje político. Queríamos levantar la categoría del cómic y luchábamos para que entrara en las universidades y para que fuera respetado y exhibido en los museos.
Por otra parte, luchamos por recuperar el cómic adulto, porque la dictadura eliminó al cómic adulto que sí había en la República, en forma tanto de publicaciones satíricas como eróticas. Conseguimos implantar de nuevo el cómic adulto y por eso esa fue una época de explosión, ya que durante la dictadura había sido exclusivamente juvenil.
¿En cuáles estuvo implicada usted?
Formo parte del equipo fundacional de Butifarra! y también del Colectivo de la Historieta, que publica Trocha, Bang! Troya y finalmente Troya. Después estuve también en Tótem, El Jueves y Papus, pero en Papus no hacía historietas sino unas ilustraciones para una sección que se denominaba Sucesos. Después también trabajé para El Periódico de Catalunya durante seis años para luego pasar a la sección de cultura de El País.
Cada vez se oye más a dibujantes masculinos decir que estamos copando el sector, pero el último Libro Blanco del Cómic lo deja claro: las mujeres que publicamos historietas solo somos el 20%
Tuvo mucha actividad en aquellos años. ¿Era fácil trabajar siendo mujer?
Fácil no era porque como mujer estaba sola en los grupos de dibujantes de Selecciones, aunque después en Butifarra! me encontré con Montse Clavé, y más tarde con el Colectivo de la Historieta entró Mariel Soria [la creadora de la serie Mamen], que venía de Argentina. Después coincidimos con Isa Feu, pero enseguida desapareció. Así hasta mediados de los 80, en que aparecieron Laura Pérez Vernetti y Anna Miralles. Quiero decir que si ves la proporción de mujeres...
O sea que no fue nada fácil...
Ha sido muy complicado, lo que pasa es que, sobre todo las pioneras, hemos sido muy resilientes, muy de picar piedra durante muchos años. Porque las cosas no salen de un día para el otro, no estamos las que estamos aquí porque sí, sino que hay una genealogía que explica el papel de la mujer en el cómic ya desde la República.
Hay que reivindicar a Lola Anglada, no como historietista sino como ninotaire [dibujante de viñetas cómicas a base de muñecos, propias de periódicos y revistas] y sobre todo ninotaire de adultos. También hay que recordar a Núria Pompeia, que a mediados de los 60 dibujaba para revistas como Destino y Triunfo. En fin, que las mujeres del cómic debemos construir un discurso alternativo al canónico elaborado por los hombres, porque lo cierto es que nosotras hemos estado ahí desde el principio.
En el caso del cómic LGTBI, hubo gente como Nazario que sí pudo expresarse. ¿No lo considera un avance?
Por descontado que lo fue, pero en el caso de Nazario dibujaba en Víbora, una publicación de cómic underground que era muy específica. Revistas como Víbora o como las que nosotros hicimos desde el Colectivo de la Historieta hicieron mucho por cambiar las cosas en el cómic de adultos, pero déjame que te diga que para las mujeres el progreso fue menor. El mundo del cómic ha avanzado mucho a lo largo de estas décadas desde sus concepciones originalmente muy machistas y muy segregadas por sexos, pero para las mujeres el cambio sigue pendiente, va con evidente retraso en cuestiones de igualdad de género.
El cuerpo de la mujer ha sido un eje en el avance de los hombres, en sus procesos de liberación, pero se trata de un cuerpo silente, que permanece callado y no hilvana ningún discurso propio
¿En qué sentido?
Pues en el de que el cuerpo de la mujer ha sido un eje en el avance de los hombres, en sus procesos de liberación, incluso en el caso de dibujantes como Nazario, cuyo personaje Anarcoma es una mujer transexual. Pero se trata de un cuerpo silente, mudo, que permanece callado y no hilvana ningún discurso propio aunque los discursos masculinos giren siempre respecto a él. Quiero decir que nosotras no hemos dicho la nuestra, y las que la hemos dicho somos poco reconocidas.
¿Cómo de poco reconocidas?
Pues cada vez se oye más a dibujantes masculinos decir que ya somos muchas, que estamos copando el sector, etc. Pero el último Libro Blanco del Cómic lo deja claro: las mujeres que publicamos historietas solo somos el 20%... De este modo es muy complicado que se escuche nuestra voz y nuestro discurso, el propio, no el oficial articulado desde la mayoría masculina.
Han pasado 50 años hasta que se nos ha comenzado a dar premios, como por ejemplo a mí, que fundé el Salón del Cómic y me lo dan en la edición 42. ¡Pero es que soy la quinta mujer premiada en 42 años! Y que yo recuerde las cinco lo hemos sido en los últimos diez años. La primera fue Anna Miralles en 2009, después vino Purita Campos en 2013. Después fue para Laura Pérez Vernetti (2018) y finamente el año pasado a Trini Tinturé. Es decir que si tu analizas estos últimos 40 años ves que la paridad está muy lejos.
En 2009 se puso usted a estudiar una nueva carrera, Humanidades.
Hay un momento en que quiero cambiar de aires, aunque la verdad es que yo nunca he parado de estudiar; estudié sociología y después hice cursos de psicología, pero en la época que citas estaba empezando unas historias que me requerían formación académica, así que me matriculé en Humanidades. Empecé a entusiasmarme y terminé haciendo el doctorado con una tesis que se llamó El cuerpo okupado: iconografías del cuerpo femenino como espacio de la transgresión masculina en el cómic.
Iba precisamente de lo que antes te comentaba: de cómo el cuerpo de la mujer ha sido ocupado en el cómic por los hombres para desarrollar su discurso y su evolución, pero nunca contando con la voz de las mujeres. Es algo que conozco bien y desde dentro del sector dada mi trayectoria. Posteriormente he querido trasladar lo que comento en la tesis a un nivel más comprensible en el libro Desokupar el cuerpo. Las voces de las autoras en el cómic español.