Quien puso la denuncia fue Leslie Guadalupe. Una bailarina de 28 años que perteneció al grupo de 19 jóvenes mexicanos que Cano trajo, según explicó, como “becarios” para formarse y llevar la obra a su país. “Crecí escuchando las canciones de Mecano, le admiraba bastante. Era una gran producción, ¿qué malo podía pasar?”, plantea la mexicana a elDiario.es sobre las expectativas con las que aterrizó en Madrid el pasado mes de diciembre. Ya contaba con experiencia en producciones relacionadas con el músico madrileño. Había participado en la versión de Hoy no me puedo levantar que Nacho Cano desarrolló en México.
“Nos habían dicho que estaríamos entre diez meses y un año. Yo he estado en grandes, pequeñas y medianas producciones. Se ensaya de dos a tres meses. Era una tontería que nos trajera tanto tiempo antes”, valora ahora sobre el programa que les ofrecieron. “Ensayábamos de lunes a viernes, a veces también los sábados. Nos pagaban 300 euros al mes, en mano. El desayuno y la cena corría por nuestra cuenta y los fines de semana nos daban diez euros para las comidas”, afirma.
Su rutina consistía en “entrar al gimnasio a las siete y media de la mañana, y ensayar de nueve a seis de la tarde. Algunos días cantábamos después”. Los horarios más allá de la jornada habitual también eran comunes en el resto de musicales. En Hippie Heaven duraban desde las “dos de la tarde a tres de la mañana”, indica a elDiario.es uno de sus trabajadores, que prefiere mantener su anonimato. Este empleado procede de Canadá. Se le avisó de que había sido contratado dos semanas antes de viajar. Hizo las maletas y voló a España en enero. El tiempo de las sesiones no se redujo una vez comenzó a representarse el espectáculo, a cuyo estreno acudió la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso el 18 de mayo.
Imagen de la representación del musical de Nacho Cano 'Hippie Heaven'En lo que respecta a sus condiciones laborales, el trabajador explica que le dijeron que “si te dan alojamiento y comida, pueden hacerte trabajar tantas horas como quieran”. “Todo el mundo me decía lo mismo, así que firmé el contrato, en el que se estipulaba que iba a trabajar un máximo de 40 horas semanales”, señala sobre los requisitos recogidos en el acuerdo al que ha tenido acceso y podido comprobar este medio, junto al resto de documentos aportados por las fuentes que acreditan sus vinculaciones con los diferentes shows.
La dinámica que se generó una vez dentro de la producción ibicenca le sorprendió negativamente. Para empezar, porque el guion de la obra y la puesta en escena “aún no estaban acabados”. “Me pareció raro, ¿por qué hacía falta que viniera tan pronto?”, se planteó. El problema se acrecentó al descubrir que tendría que “compartir habitación con otras seis personas. Dije que compartiría casa pero no habitación”. En aquellas condiciones estuvo durante dos meses, antes de que les trasladaran a otra ubicación, más cercana al teatro.
Para Lesly también fue una sorpresa el alojamiento facilitado para participar en Malinche en Madrid. “Nos tenían en un hostal. En una habitación dormían ocho compañeras. Yo tuve suerte porque me tocó en una de cuatro. Teníamos un solo refrigerador para 19 personas”, expone sobre el periodo que acabó reduciéndose a “dos semanas”, ya que fue “expulsada” del programa.
Nos tenían en un hostal. En una habitación dormían ocho compañeras. Yo tuve suerte porque me tocó en una de cuatro. Teníamos un solo refrigerador para 19 personas
Al empleado de Hippie Heaven le despidieron “de la noche a la mañana” a finales de junio, “sin dar ningún tipo de explicación” y avisándole “con tres días de antelación, de que tenía que abandonar” su puesto de trabajo y la “casa” en la que residía. “No estamos interesados en seguir trabajando más contigo”, fue toda la justificación que recibió según indica a este periódico. “No tenía a dónde ir”, expresa este canadiense. Le salvó poder volver a Madrid y quedarse en casa de su hermana antes de marchar a Berlín, donde reside actualmente.
“Al que no aceptaba, le echaban a la puta calle”“Si quieres, hablamos de la comida. Nunca he visto nada peor”, comenta el canadiense, que señala que pasta y lasaña eran los dos platos recurrentes, junto a “paella y a veces hamburguesa que te daban sin pan”. Él decidió comer por su cuenta. Tampoco fue mejor el menú de Malinche, donde Edwin Ortiz trabajó como técnico de iluminación en su primera temporada, que se estrenó el 15 de septiembre de 2022. “A medida que fueron pasando los días, fue empeorando hasta el punto en el que ya todo era pasta y ensaladitas muy cutres. No variaba. Repetían constantemente comida que no era sana”, critica ante este periódico.
“Hubo un momento en el que el catering desapareció, no llegaron a decirnos por qué. Lo mismo pasó con la calefacción, hubo días en los que hacía muchísimo frío”, apoya la violinista Delaney Stockli, que trabajó igualmente en el arranque de Malinche, de septiembre de 2022 a abril de 2023. “Decidí irme. El ambiente entre la producción y los trabajadores me parecía demasiado dramático”, describe a elDiario.es.
El músico y director Nacho Cano, en la presentación 'Malinche'“Había una cultura de o te esfuerzas sin poner ninguna condición o no formarás parte de la 'familia'. Era el discurso que nos hacían. Creían mucho en el concepto de familia cuando les convenía. Y cuando no, era la jungla. Creo en los derechos de los trabajadores y esto es algo con lo que no me sentía muy cómoda”, aclara sobre la dinámica que imperaba en la función: “Cuando los músicos íbamos a hablar con Nacho o la producción, nos decían que teníamos que estar agradecidos, que, si querían, podrían echar a todo el elenco y mañana encontrarían a otros cien que querrían trabajar aquí en seguida”.
Había una cultura de o te esfuerzas sin poner ninguna condición o no formarás parte de la 'familia'. Era el discurso que nos hacían. Creían mucho en el concepto de familia cuando les convenía. Y cuando no, era la jungla.
Las “horas por encima” de lo que habían firmado en el contrato fue la principal queja de la violinista. “Si lo decíamos abiertamente, no les gustaba nada. Había repercusiones en seguida. Sentí que se aprovechaban de nuestros tiempos y buena voluntad”, manifiesta. “Al que no aceptaba, le echaban a la puta calle”, asegura en la misma línea el técnico de iluminación. “Eran muchas horas de trabajo, mala comida, mal descanso, mal transporte y siempre con la amenaza de que si decías algo, te echarían”, añade.
Edwin Ortiz suma como reproche la gestión del transporte para ir y volver de Ifema, el recinto madrileño en el que Malinche sigue representándose. “Trabajábamos de diez a quince horas diarias. Llegábamos a casa a las dos de la madrugada y a las ocho tenías que levantarte para ir a los ensayos a las diez”, expone, “al salir tarde, ya no había transporte público. Teníamos que coger taxis y eso no lo pagaban. Los primeros 15 días me gasté casi un cuarto del salario así. La productora no se hacía cargo. Te decían: '¡Búscate la vida!'”.
Un post show sin previo avisoEl trabajador de Hippie Heaven afirma que, sin haber sido avisado por contrato, fue obligado a ampliar su jornada en un concierto posterior a la obra. “De un día para otro, me dijo que tenía que aprenderme otras 15 canciones para un show del que nadie me había avisado, y por 133 euros al día, que es una absoluta miseria”, recrimina el empleado. “En mi vida había vivido algo tan ridículo y diría que hasta explotador. Es el peor trabajo que he tenido”, opina, “no entiendo cuánta gente puede trabajar así de ineficiente. Trabajar con Nacho Cano es como trabajar para un tirano que se pasa el día gritándote para que hagas mierdas”, zanja.
En mi vida había vivido algo tan ridículo y diría que hasta explotador. Es el peor trabajo que he tenido. Trabajar con Nacho Cano es como trabajar para un tirano que se pasa el día gritándote para que hagas mierdas
Esta práctica es similar a la que Cano propuso a los jóvenes mexicanos que trajo a Madrid para ser 'becarios' de Malinche. Según declararon a El País, si querían ganar más dinero de los 300 semanales acordados, trabajaban sirviendo en la barra del bar 'Canalla' de la función del musical.
“Juega con las ilusiones de la gente”Edwin Ortiz explica que cuando se postuló para entrar en Malinche, buscaban a técnicos de mesa, cañoneros y músicos de escenario. “En la oferta nunca se dijo que tuvieras que pasar de un puesto a otro, ya que las responsabilidades y sueldos son distintas. Ahí todo el mundo cobraba lo mismo. Y yo estaba en contra de que me estuvieran mandando de un sitio para otro”, comparte. También sostiene que había descontrol con los horarios. “Apuntabas las horas extra, pero como no había registro, luego te pagaban lo que les daba la gana”, juzga. Le echaron a los ocho meses, por “despido disciplinario”. “Lo recurrí y conseguí hacerlo improcedente”, suma.
“Había sobreexplotación. Son unos auténticas rapiñas”, afirma. El técnico opina que “juegan mucho con las ilusiones de la gente, que tiene miedo a decir cosas que les puedan perjudicar”. “Se abusa de la fama”, comenta sobre la “arrogancia” con la que se trata a los equipos de las producciones “por el hecho de que es Nacho Cano y, si no trabajas con él, no vas a trabajar con nadie. Si le puteas, te van a hacer la vida imposible en otras empresas”. “Que una artista con ínfulas de grandeza tenga todo esto a base de que la gente termine casi regalando el trabajo, no es justo. Abusan mucho de eso”, concluye.
Este medio se ha puesto en contacto con Nacho Cano, que no ha querido realizar ninguna declaración. El Teatro Pereyra de Ibiza, donde se representa Hippie Heaven tampoco ha querido responder a las preguntas de elDiario.es.
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