La editorial Gustavo Gili publica ahora en castellano, traducido por Darío Giménez Imirizaldu, una suerte de manual de enseñanza escrito por su alumna Jan Steward y la propia artista titulado Observar, conectar, celebrar. Las enseñanzas sobre la creatividad de Sister Corita. Un empujón más para dar luz a su persona.
Para entender la figura de esta mujer peculiar -como la de cualquiera, en realidad- hay que tener muy en cuenta el espacio y el tiempo en el que le tocó vivir. Nació el 20 de noviembre de 1918 en Iowa (Estados Unidos), en el seno de una familia de clase obrera, irlandesa, católica y muy numerosa: ella fue la quinta de seis hermanos. Con estos antecedentes, el que Frannie acabase tomando los votos no es de extrañar.
Al cumplir la mayoría de edad ingresó en el convento del Inmaculado Corazón de María, adoptó el nombre con el que se acabaría siendo famosa y tuvo su primer trabajo como docente en Canadá. Afortunadamente para ella y para sus futuros alumnos, su mentora Maggie la animó a que estudiase Bellas Artes en el propio organismo educativo de la orden, el famoso Immaculate Heart College de Los Angeles.
La congregación estaba compuesta por monjas progresistas que, desde principios del siglo XX, se dedicaron a la enseñanza. Algunas de las hermanas fueron pioneras en profesiones tradicionalmente ejercidas solo por hombres y muchas de sus estudiantes acabaron siendo profesionales de renombre en su campo. A mediados de siglo, la institución tenía impecable reputación en el ámbito educativo aunque no tanto en el eclesiástico, poco abierto a la innovación y menos si estaba impulsada por mujeres.
La Biblia revolucionadaEn 1951, Sister Corita obtuvo un máster en Historia del Arte en la Universidad del Sur de California y entró en contacto con la técnica de la serigrafía gracias a una clase de María Sánchez, la viuda de un reconocido muralista mexicano, según explica Barbara Loste en el libro de Gustavo Gili. Cuando regresó al Immaculate Heart College ya como profesora, todos sus alumnos aprendieron dicha metodología, además de collage o dibujo.
Uno de sus lemas principales era el dicho balinés "no tenemos arte. Lo hacemos todo lo mejor que podemos". Enseñaba a sus alumnos a inspirarse en la realidad que les rodeaba, no en los artistas a los que admiraban (y si era así, que siempre les citaran). Les instaban a utilizar la herramienta que ella llamaba 'el descubridor' y que podía ser un marco de diapositivas de 35 mm o un cuadradito de cartón con una ventana recortada:
"Se trata de un dispositivo que hace exactamente lo mismo que la lente o el visor de la cámara: ayuda a sacar las cosas de su contexto, nos permite ver por el mero hecho de mirar e incrementa nuestra capacidad de observar con rapidez y de tomar decisiones"
Así, sus alumnos tenían que salir a la calle con el marquito en mano, observar la fachada del edificio más cercano y memorizar diez detalles para dibujarlos allí mismo. Sus obras se nutrían de imágenes cotidianas, frases publicitarias, fragmentos de los libros que leía con voracidad o versos de canciones (lo mismo leía a Gertrude Stein o Anaïs Nin, que escuchaba a los Beatles o investigaba sobre las ceremonias de cremación en Bali).
Fue compañera del famoso matrimonio formado por Charles y Ray Eames, diseñadores y arquitectos y amiga de Alfred Hitchcock o John Cage. Proyectó películas de Charles en sus clases (en determinado momento de su carrera se interesó por la fotografía y dirigió películas) y Cage popularizó sus Diez reglas para estudiantes y maestros. De estas últimas, la más interesante es la acotación que las acompaña:
"Sugerencias adicionales. Estate siempre al tanto de todo. Ve a todo. Ve siempre a clases. Lee todo lo que caiga en tus manos. Ve a ver películas atentamente y a menudo. Guárdalo todo; podría serte útil más adelante. Puede que la semana que viene haya reglas nuevas"
Sister Corita, que llegó a ser la directora del departamento de arte del Immaculate Heart College, era muy sensible a los movimientos sociales que estaban desarrollándose en los años 60. La paz y el amor que se promovían por ciertos sectores de la población encajaban a la perfección con sus creencias y, como explica Barbara Loste, en la institución reinventaron el concepto de 'catolicismo cool'.
Utilizando la serigrafía, difundió pasajes de la Biblia a modo de coloridos eslóganes publicitarios en contra de la guerra y organizó celebraciones artísticas de carácter social. En 1967 apareció en la portada de Newsweek con el titular "La monja se hace moderna". Ese mismo año, azuzada por las críticas de las altas esferas eclesiásticas de Los Ángeles, se salió de la congregación y se mudó a Boston para seguir con sus carrera artística.
Posteriormente, el 90% de las religiosas de la congregación, impulsadas por la superiora Anita Caspary, siguieron el ejemplo de Corita y colgaron sus hábitos. La lucha con el arzobispo James Francis McIntyre, que quería dictar la forma de vestir (la reclamación de las hermanas utilizar ropa civil en lugar de hábitos le ofendió profundamente) y de comportarse de las monjas, llegó a un punto de no retorno y se fueron. Su proyecto siguió en forma de organización laica sin ánimo de lucro The Immaculate Heart Community.
El convento se acaba, el arte noSe desprendió del 'sister' pero siguió llamándose Corita, de apellido Kent. Su carrera artística siguió desarrollándose y ganándose la admiración del mundo del arte, aunque su nombre no se hizo tan popular fuera del círculo intelectual como por ejemplo el de Andy Warhol.
En 1974 fue diagnosticada de cáncer. La enfermedad y el cambio que había sufrido su vida hicieron que su obra, sin perder color, se hiciese más tranquila. Las inspiraciones ya no vienen tanto de la cultura pop sino que se introduce la naturaleza y utiliza más materiales para trabajar, como las acuarelas.
Sus creaciones más importantes de esta nueva fase son dos. Por un lado, la decoración del depósito de Keyspan en Boston, que pintó de blanco con grandes brochazos de colores a modo de arcoíris (Rainbow Swash, 1971). Y por otro, el sello que creó para la colección Love del servicio postal de Estados Unidos en 1985. Se vendieron más de 700.000 millones de estampillas.
Corita Kent murió en 1986 en Boston. Pidió a sus seres queridos que no hiciesen un funeral sino una celebración. La artista había estudiado a fondo las tradiciones de diferentes culturas y sabía que no todas las despedidas tenían que ser como las que dicta el catolicismo. Si esos conocimientos se suman a su amor por los colores y los mensajes positivos, su petición tiene toda la lógica. Fue fiel a su propia fe hasta el final.