Ahora, en cambio, abre las puertas de su casa dispuesta a charlar de forma animada sobre las más de cien mujeres que le abrieron camino para poder ser la que es hoy. Desde copleras hasta escritoras, premios Nobel y figuras históricas. Es su particular oda a esas "locas" que fueron así reconocidas por una red de mentiras socialmente aceptadas.
Es imposible no leer entre líneas la denuncia personal de una mujer cuya literatura ha sido premiada y desprestigiada a partes iguales. De una autora que se atrevió a bajar de la torre de marfil intelectual, a pisar algún plató de televisión y a meterse en charcos incompatibles con el mercado literario tradicional y que ha sido castigada por ello.
Ha dicho que autoedita este libro porque los sellos la consideran "veneno para la taquilla". ¿A qué se refiere exactamente?
Veneno para la taquilla es una lista que hizo, en teoría, la Asociación de Gremios del Cine de Hollywood. En realidad, fueron los estudios los que vetaron a las actrices que supuestamente ya no funcionaban y que por lo tanto no había que contratar. En ella estaban Katharine Hepburn, Marlene Dietrich, Greta Garbo, Joan Crawford, Dolores del Río y muchas más. Acaba de salir el Código Hays y todas ellas eran lesbianas o muy significadas políticamente.
En el momento en el que te rechaza una editorial, se corre la voz. Yo pasé de ganar el Planeta a que me llamaran para ser "negra" tres veces en menos de tres años. Y me convertí en ese veneno para la taquilla por algo muy fácil de explicar. ¿Has visto últimamente las listas de lo más vendido? Todo son hombres o influencers. De una mujer de mi edad se espera que escriba para un target muy determinado. Es decir, o El tiempo entre costuras o la biografía del Rey. Pero mi último libro es un tocho sobre el poliamor.
Pero Mujeres extraordinarias es una lista de perfiles. No es algo demasiado problemático e incluso se puede decir que está moda. ¿Por qué cree entonces que le cerrarían la puerta?
Bueno, Rosalía de Castro todavía es intocable. Y meterse con Rosalía o decir que no era una santa en círculos literarios, ahora mismo, es un problema. Yo me arriesgué diciendo que Whitney Houston era lesbiana antes de que Robyn Crawford [supuesta amante de la cantante] escribiera su libro. Era una historia callada. Lo mismo que la historia de Pepa Flores y el abuso sexual infantil por parte de los señores Lapique y Goyanes, del que todavía hoy sacan rédito económico.
En editoriales no me pondrían ningún problema si yo tuviera 25 años y estuviera buenísima. El problema vendría en que son 560 páginas. Además, en las grandes, lo que se lleva ahora es coger a alguien muy guapa y ya hablaremos del libro.
Hay más de cien perfiles en su libro. ¿Cuál es el menos conocido o el que más le ha costado escribir?
Todos los que me ponían en verdaderos problemas, como el de Pepa Flores. He tenido muchísimo cuidado en buscar en hemeroteca todos los detalles. Menos mal que le han dado un Goya y se ha empezado a hablar de su caso en prensa. Hace poco salía en Vanity Fair. Ha sido casi un deus ex machina.
También el de Lola Flores. Desde la total y absoluta admiración que tengo hacia ella, no entiendo por qué su familia se empeña en santificar a una señora cuyo mayor activo es que no era una santa. Tuve que tener mucho cuidado porque ya pusieron el grito en el cielo por la película de Miguel Hermoso y eso que fue respetuoso de más. Hay mucha rumorología con todas ellas que si no estaba 200% segura, no lo ponía. Valgo más por lo que callo [ríe].
¿Y el que más le ha gustado?
Seguramente el de Amy Winehouse. Hice una encuesta en redes y fue por encima de todos el más votado. ¿Por qué la gente la quiere tanto? Porque todas las mujeres hemos vivido una situación de acoso. No solo acoso sexual. El body shaming. El slut shaming. Creo que todas las que vimos la decadencia de Amy la entendimos. Esa niña tenía 19 años cuando empezó a escribir las letras de sus canciones, que eran de una profundidad tremenda, y se la cargaron con 27. Es que lo pienso y lloro.
Es la viva imagen de La banalidad del mal, de Hannah Arendt. Ya hemos creado el hashtag cultura de la violación, creemos el hashtag cultura del acoso. Y las mujeres también han sido parte de él. Es lógico que la persona que está en una situación de poder y privilegio no lo quiera soltar. Se entiende. Pero cuando empiezas a ir contra tu propia clase, etnia o género no hay salida porque te lo estás haciendo a ti misma.
Describe justo lo que defiende el feminismo liberal.
Yo creo en el feminismo liberal, ojo. La imagen de Angela Merkel ha hecho mucho por nosotras. Es una señora que viste trajes de frau, lleva un corte de pelo a tazón, no se maquilla y que maneja Europa. Es decir, creo fervientemente en que tiene que haber mujeres en posiciones de poder y en sitios conservadores para que las cosas cambien.
El problema es que, donde en Europa se habla de feminismo liberal, aquí estaría en un espacio a la derecha del PSOE y antes de Ciudadanos que nadie ha cogido. Claro, no me estoy refiriendo a una Rocío Monasterio. Es perverso cuando la gente de ultraderecha roba esa idea y la intenta traducir aquí. Así terminan diciendo sandeces como que "coser un botón empodera".
Dice que le ha desfavorecido no ser una feminista con glamour. ¿Qué tipo de feminista es esa y cuál se considera usted?
Cuando entré por primera vez en la librería feminista de Madrid fue porque el novio que tenía entonces me pegó y me rompió un brazo. Tenía 19 años y en aquella época eso no era denunciable. El tío se había puesto hasta las cejas, para variar, pero a mi alrededor todo el mundo pensaba que era mi culpa, incluida yo.
Pues bien, entré a la librería feminista como quien entra a un bar de putas. Era visto como lo peor. A partir de ese momento, y al publicar mi primer libro en 1998, digo que soy feminista. En Random House me dijeron que ni se me ocurriese, que iba a arruinar el libro. Y, en efecto, la cagué. Las críticas de mis libros eran horribles.
Las escritoras que ahora se consideran adalides del feminismo, como Laura Freixas o Beatriz Gimeno, entonces decían que no existía la literatura feminista. Solo la buena y la mala literatura. Me alucina que ahora haya un feminismo Beyoncé y todos nos subamos al carro pero solo hasta cierto punto. Yo lo he sido toda la vida, desde los 19, y para mí no es como ser de Podemos o ser socialista, para mí era una estrategia de supervivencia. De todas formas yo prefiero mil veces que Zara haga una camiseta de "Yo soy feminista" a que no la haya.
A partir de Juana la Loca, hace una oda a las mujeres que fueron destrozadas por sus coetáneos y cuya historia ha sido culturalmente aceptada. Basta un repaso rápido a sus redes sociales para ver que "loca" es el calificativo que más se repite. ¿Se ha sentido identificada?
Gorda también. Lo de puta me lo han quitado. Ten en cuenta que yo empecé a ser visible a los 26, cuando publiqué mi primer libro. Ahora tengo 53. Al principio te destroza. Yo conozco a mucha gente que no soporta tener redes sociales por eso, pero yo lo llevaba bien. Hago la compra, paseo a los perros, no tengo coche y nunca, jamás nadie me ha hecho algo por la calle.
Me acojoné cuando mi hija empezó a sufrirlo. Me entró terror cuando eso saltó al mundo real y empezó a afectarle a otra persona que no soy yo, que me lo puedo comer perfectamente. Coincidió con el auge de Vox, incluso con el auge de Podemos, pero con la parte histérica. Es decir, con esas redes ajenas al partido.
La diferencia es que en el caso de Vox esas redes y ese discurso es el mismo que el de la cúpula del partido.
Cuando algo se polariza y el discurso es más de enfrentamiento que de propuestas, sobre todo en redes, hay a gente que le da igual. Que quiere sacar su rabia por lo que sea. Esto ya lo vivimos en los años 80. Recuerdo estar en mi barrio, en Pinar de Chamartín, y unos chavales me vinieron a decir: "¿tú ves dónde estás sentada?" y detrás había una pintada que ponía "territorio nacional". Me obligaron a cantar el Cara al Sol, que no pude porque ni me lo sabía. Esa gente pegaba a travestis de forma organizaba, justo como ahora
Yo pensaba que nunca lo iba a volver a ver. Y que haya vuelto me da pánico. Aunque creo que todo su discurso es una cortina de humo para desmantelar la sanidad y la educación, que son dos grandes negociados.
¿Cree que eso puede llegar a ocurrir? Al fin y al cabo han conseguido un poder inaudito en el Congreso.
Yo creo que esta gente son los de siempre pero se han quitado la careta. El ala dura del PP ya era así. Me da muchísimo terror por una parte, porque somos el país con más representación de la ultraderecha por encima incluso de Francia. Pero Grecia tuvo el Amanecer Dorado y les bajaron. Francia tuvo el lepenismo y Marine Le Pen se dio cuenta de que si quería seguir tenía que suavizarse y se ha convertido en "Marine, la amiga de los gays".
Vemos un discurso del odio que no se veía desde los 80 y además ahora tienen redes para poder hacerlo y algoritmos para difundir todas sus barbaridades. ¿Nos da mucho miedo? Sí, muchísimo. Pero por mucho que con este discurso hayan ganado votos en estas elecciones, creo que para seguir y evitar desaparecer van a tener que suavizarse.
Hablando de la exposición pública, ha sido de las pocas autoras que ha bajado de la torre de marfil para hablar de ciertos temas, estar en televisión e incluso participar en un reality. ¿Eso ha llegado a dañar su imagen intelectual?
En el reality estuve una semana, pero salí, les demandé y gané. Se usa todo el rato porque es una forma muy fácil de desacreditarte. Pero la gente no lee. España es el país de Europa con menor índice de lectura junto con Italia y Grecia. ¿Qué tenemos los tres? Fascismo. El dictador deja unas redes que continúan y no mueren con él. Una de ellas es la manipulación a través de la educación. Cuanto más inculta sea una población, más manejable.
Y, al contrario. ¿Cree que, a pesar de todo, esa exposición ayuda a mantenerse en el mercado literario?
Yo sigo, pero con muchísima dificultad. Aunque las puertas se me hubiesen cerrado de todas formas independientemente de la exposición. Casi todas las mujeres de mi edad que se mantienen están casadas con gente que ya estaba dentro y con puestos altos. De las demás de mi época no queda ninguna. Creo que la única superviviente ha sido Marta Sanz.
De hecho, hubo un libro que era como el Páginas Amarillas sobre los supuestos grandes escritores de mi generación. El súper ventas era Ray Loriga, que sigue. José Ángel Mañas creo que sigue pero no lo sé seguro. De los demás, nada. A mí se me ha puesto a parir y se me ha dicho de todo, pero sigo. Incluso cuando no me han querido publicar. Además, la novela se está muriendo. Yo he decidido emigrar a las series.
Hablando de ellos, Loriga, Mañas y usted forman parte de la Generación X que todos han rechazado de alguna manera. ¿Qué le hace no sentirse identificada?
Pertenecía a esa generación porque somos todos de la misma edad. Pero yo segmento mi audiencia igual que se hace ahora con las publicaciones en Instagram. Mi hashtag sería feminismo y ellos ahí no entraban. Les conocía y me llevaba muy bien con ellos, y habría muchas cosas en las que podríamos coincidir. Música, por ejemplo. Pero yo estaba en otro mundo.
De hecho, lo que plasmaba Historias del Kronen era bastante machista. Hablando con Mañas hace poco temía que se volviesen a repetir ciertos patrones de los 90.
La gente era así totalmente. Él conocía muy bien a esos niñatos, que posiblemente fuesen los que me obligaron a cantar el Cara al Sol en aquel banco, y los narró y los plasmó muy bien. Posiblemente su novela tenga vigencia en cinco minutos, porque los cachorros de Vox son así y van a volver a eso. El Kronen se está repitiendo.
No recuerdo muy bien esa novela, pero básicamente era drogarse, beber e intentos de violación. La única diferencia es que ahora la gente no lee y el gañán de turno no tiene que reconocerse en ello. Pero Hombre Blanco Hetero estará encantado. No está en absoluto pasada de moda.
Por último, hace un tiempo dijo que menos fijarse en el Planeta y más en el Cervantes, que se dota con dinero público. ¿Qué opina del último ganador?
Es un premio político porque es catalán y escribe en catalán. Quiero decir, que al menos mi Planeta fue el dinero de un señor. No es dinero público ni era el dinero de mis impuestos. Y dentro de lo que cabe es de lo más paritario que existe. Compáralo.
Pero, al final, tanto el Cervantes como el Nobel son premios políticos que a nadie le importa. Yo estoy segura de que a Cela dentro de unos años le pasará como a José Echegaray y nadie lo reeditará. Juan Ramón Jiménez ya no se lee. De Jacinto Benavente ni nos acordamos. Te desafío a mirar la lista de premios Cervantes desde el principio y a ver cuantos están reeditados. A nadie le importa los premios literarios. Si no se reconoce la labor de las mujeres ni en los científicos, ¿qué podemos esperar en estos?