Seguridad, defensa y competitividad. Esas son las prioridades de la UE para los próximos cinco años. Es el mandato que los líderes de los 27 darán a la próxima Comisión Europea a través de la denominada 'Agenda estratégica' que aprobarán en la reunión que se celebra en Bruselas este jueves y este viernes, y en la que el plato fuerte será el acuerdo para el reparto de los altos cargos tras las elecciones europeas.
“Una Europa fuerte y segura”. Ese es uno de los pilares de la actuación que perseguirá la UE en los próximos años. El debate ya está sobre la mesa a raíz de la guerra en Ucrania y en la legislatura que ahora termina se ha impuesto la retórica belicista y los emplazamientos a aumentar el gasto militar. La UE, que se forjó sobre las cenizas de la guerra, había olvidado lo que es tener un enfrentamiento cerca. Ahora, en sus fronteras y con un aliado al que le han abierto la puerta de par en par.
“La Unión Europea y los estados miembros han tomado medidas audaces para reforzar la preparación y la capacidad de defensa de la Unión, incluido el aumento del gasto en defensa. En el futuro, invertiremos mucho más y mejor juntos”, recoge el borrador del documento: “La UE reforzará su resiliencia, preparación, prevención de crisis y capacidades de respuesta con un planteamiento que abarque todos los riesgos, y a toda la sociedad contra las distintas crisis, incluidas las catástrofes naturales y las emergencias sanitarias. Intensificaremos nuestra respuesta colectiva a la guerra cibernética e híbrida, a la manipulación e injerencia extranjeras, y a las amenazas a nuestras infraestructuras críticas”.
“Prestaremos especial atención a la mejora de la resiliencia de la sociedad”, agrega el texto. En plena campaña electoral, Ursula von der Leyen viajó a Finlandia, donde ensalzó su preparación frente a agresiones con 50.000 refugios antiaéreos y lo puso como ejemplo del “cambio de mentalidad” al que aspira a contribuir en su segundo mandato al frente de la Comisión Europea.
A continuación menciona la “protección de las fronteras”, en un apartado dedicado a la gestión de la inmigración. A pesar de que el Pacto de Migración y Asilo que se acordó hace unos meses ni siquiera ha entrado en vigor y el margen para adecuar las reglas es hasta junio de 2026, quince países están presionando para endurecer aún más las condiciones de los refugiados al plantear la creación de centros fuera de las fronteras de la UE, en los que éstos esperen la resolución de las solicitudes de asilo. Von der Leyen ha abierto la puerta a esa opción que ya está aplicando Italia en Albania.
El otro gran punto de la Agenda estratégica es el refuerzo de la competitividad, una de las obsesiones de los dirigentes europeos, que temen que el club se quede atrás respecto a potencias como Estados Unidos y China. “Estamos decididos a reforzar la base de nuestra competitividad a largo plazo y a mejorar el bienestar económico y social de los ciudadanos. Trabajaremos para aumentar su poder adquisitivo, crear buenos empleos y garantizar la calidad de los bienes y servicios en Europa. Reforzaremos nuestra soberanía en sectores estratégicos y cerraremos nuestras brechas de crecimiento, productividad e innovación con los socios internacionales y principales competidores”, establece el texto, que menciona en ese apartado cuestiones como el mercado único, el mercado de capitales o la unión bancaria
Y es en ese mismo apartado en el que introduce la transición ecológica con el compromiso de alcanzar la neutralidad climática en 2050, pero poniendo el foco en mantener la competitividad de sectores como el agrícola y de “fomentar un entorno favorable a la innovación y a las empresas”. El Pacto Verde Europeo fue uno de los principales puntos de la última Agenda estratégica y del impulso legislativo en la UE hasta que los intereses económicos y electorales la pusieron en riesgo.
Lo que queda para el final del documento son las referencias a los derechos sociales, que se despachan en apenas tres párrafos. “Mantendremos la dimensión social del mercado único para que todos puedan aprovechar las oportunidades que ofrecen las transiciones verde y digital”, señala el texto, que someramente apuesta por “defender la igualdad de oportunidades y reducir las desigualdades”, pero olvida algunos asuntos que sí quedaron reflejados en 2019, como la lucha por la igualdad de hombres y mujeres.
Al Gobierno de España no le termina de entusiasmar el documento, precisamente porque aparca cuestiones como la transición ecológica en un momento en el que aspira a que la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, asuma una cartera en la Comisión Europea relacionada con ese tema, y también por la escasa ambición social, según explican fuentes diplomáticas, que consideran que es un error. “Llama la atención que haya países que quieran destacar en la agenda estratégica el desafío demográfico, pero que sean esos países los que no quieran hablar de migración o de mejorar relaciones laborales, o luchar contra el cambio climático, que son dos de los elementos por los que los europeos no están teniendo más hijos”, explican esas fuentes, que reconocen que la elaboración del documento es complejo porque es necesario poner de acuerdo a los 27 Estados miembros, que tienen intereses muy dispares.
“Lamentamos que la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad no figuren como una de las grandes prioridades de la Agenda estratégica. Sin abordar estos dos elementos clave, no se cumplirán las expectativas sobre competitividad y seguridad que están centrando los debates de los líderes europeos. Los medios de vida de los europeos y el futuro de nuestras empresas dependen de un medio ambiente sano”, expresa Luis Suárez, coordinador de Coordinación de WWF: “La competitividad de Europa depende de que la UE promueva tecnologías y prácticas verdes, y que aplique las normativas medioambientales y no de su desregulación”.
Los líderes de la UE tienen que dar su visto bueno a la Agenda estratégica por unanimidad en una cumbre en la que el plato fuerte es el reparto de los top jobs (altos cargos en el argot comunitario). A la cita llegan ya con un acuerdo cerrado por los negociadores de las principales familias políticas (populares, socialistas y liberales) para que Von der Leyen siga al frente de la Comisión Europea; el exprimer ministro portugués, el socialista António Costa, presida el Consejo Europeo; y la primera ministra estonia, Kaja Kallas, releve a Josep Borrell como alto representante de la Política Exterior.
Fuentes de la negociación dan por hecho que el acuerdo saldrá adelante (se requiere el apoyo del 55% de los Estados miembros que representen el 65% de la población europea). Sólo Italia y Hungría han mostrado abiertamente su disconformidad, precisamente porque son los que gobierna la extrema derecha que ha quedado fuera de la negociación. República Checa, que también está en manos de los ultraconservadores, no ha puesto pegas. Y Eslovaquia, gobernada por el populista Robert Fico, se mueve en la ambigüedad.
Con el acuerdo por el reparto de los altos cargos cerrado antes de que comenzara el Consejo europeo de este jueves, la presidenta del Gobierno de Italia, Giorgia Meloni, ha visto escapar la primera oportunidad de jugar el papel influyente al que aspiraba. Y este miércoles, en la comparecencia en la Cámara de los Diputados previa a la cumbre, no ha hecho nada por disimular su enfado en una intervención muy dura que empezó recordando como, del voto de las elecciones europeas, había llegado de los ciudadanos un mensaje claro sobre la necesidad de un cambio de rumbo después de que el grupo que lidera (ECR) se haya convertido en la tercera fuerza en el Parlamento Europeo.
“Algunos han argumentado que no hay que hablar con determinadas fuerzas políticas. Las instituciones de la UE se concibieron con una lógica neutral. Los altos cargos se otorgaban pensando en los grupos más numerosos, sin tener en cuenta las lógicas de mayoría y oposición. Hoy se opta por abrir un nuevo escenario y la lógica del consenso queda anulada por la lógica de las 'chimeneas', donde un partido decide por todos. Una conventio ad excludendum que en nombre del Gobierno italiano he rechazado y no pienso compartir”, ha dicho Meloni. “El error que está a punto de cometerse con la imposición de esta lógica y de una mayoría frágil que probablemente esté destinada a tener dificultades a lo largo de la legislatura es un error mayúsculo no para el centro-derecha ni para Italia, sino para una Europa que no parece entender el desafío al que se enfrenta o lo entiende pero prefiere priorizar otras cosas de todos modos”.
La prensa italiana apunta a que Meloni optará por abstenerse en la votación del Consejo Europeo. Votar 'no' la situaría en los márgenes después de varios años intentando no molestar en Bruselas. La abstención le permitiría tener poder de negociación con Von der Leyen para la elección de los comisarios, como subrayaba este miércoles el periódico La Stampa, que revelaba también que el martes Meloni no contestó a las llamadas del primer ministro griego, Kiriakos Mitsotakis, encargado de comunicarle el resultado del pacto alcanzado. La aspiración de Meloni es lograr una vicepresidencia en la futura composición de la Comisión Europea con una cartera importante, como la económica que le ha correspondido al socialista italiano Paolo Gentiloni este mandato.
Y ahí radica la dificultad para Von der Leyen, que es a quien corresponde encajar el puzle del futuro gobierno comunitario en base a las propuestas que le lleguen de los países. Por un lado, Italia es uno de los grandes y tiene que complacer a Meloni para evitar la “tentación de bloqueo permanente” que pueda tener. Por otro lado, la alemana tiene los números ajustados para ser ratificada en la Eurocámara, donde hace cinco años salió adelante por sólo nueve votos. “Tiene el problema de que si tiene una cartera que se le atragante demasiado a los eurodiputados socialistas o a los verdes [que se han ofrecido a apoyarla] se le puede ir al traste. Tiene que encontrar un equilibrio sutil”, explican fuentes comunitarias.