Alzando el puño al aire y con la cara ensangrentada. La imagen de Donald Trump levantándose después de sufrir un intento de asesinato durante el mitin que se celebraba este sábado en Butler, Pensilvania, marca un punto de inflexión dentro de una campaña electoral completamente polarizada. Lo que tenía que ser un acto de campaña más en la agenda del expresidente se ha convertido en un refuerzo decisivo para su candidatura. Atrás queda el Trump convicto saliendo de los tribunales de Nueva York después de ser declarado culpable en el juicio de Stormy Daniels a finales de mayo.
El tiroteo se ha producido tan solo a cuatro meses de las elecciones y en un momento de la campaña en el que Trump lidera las encuestas por un amplísimo margen, mientras que el Partido Demócrata se pierde en las luchas intestinas sobre la viabilidad de Joe Biden como candidato. Desde el debate de la CNN, el líder republicano había adoptado un perfil bajo y había dejado que la prensa y los críticos de Biden se dedicaran a fiscalizar minuciosamente cada gesto del demócrata, buscando restos de los titubeos y confusiones vividos hace tan solo dos semanas. El duelo televisivo ya encarriló la campaña hacia una lucha de símbolos e imágenes, en detrimento de los discursos y las propuestas electorales. Ahora, la fotografía de Trump en Butler afianza ese escenario.
La clave de estas elecciones sigue estando en los votantes independientes, a los que ya se refiere como los “double haters” (dobles detractores) porque se ven en la disyuntiva de tener que elegir entre dos candidatos que no les acaban de convencer. Mientras las bases trumpistas se aferraran más su líder, aún está por ver cómo reaccionará este grupo de la población que será decisivo en noviembre.
Los intentos de asesinato a presidentes y expresidentes, así como los magnicidios, no son ajenos a la sociedad norteamericana. En sus 250 años de historia, Estados Unidos ya ha visto morir a cuatro presidentes a punta de pistola: Abraham Lincoln (1865), James A. Garfield (1881), William McKinley (1901) y John F. Kennedy (1968). El último atentado contra un presidente que recuerda el país fue el que se produjo el marzo 1981 contra Ronald Reagan justo 70 días después de que asumiera la presidencia del país. Reagan consiguió sobrevivir gracias a la rápida intervención de los agentes del Servicio Secreto norteamericano. El incidente aumentó su popularidad y le aseguró el segundo mandato.
Cuando Reagan se impuso a Jimmy Carter en 1980 lo hizo con una victoria en 44 estados y con del 50,7% de los votos frente al 47% del demócrata. El año de su investidura, las encuestas presidenciales realizadas por Gallup mostraban que la sociedad estaba dividida respecto a su figura, con un amplio apoyo entre los republicanos, pero menor entre los independientes y demócratas. Una encuesta realizada a 505 personas por el Washington Post y la cadena ABC News justo después del tiroteo mostraba cómo el 73% de los consultados apoyaba a Reagan como presidente y solo un 16% estaba en contra. Reagan había aumentado 11 puntos porcentuales en comparación con un sondeo realizado la semana anterior también por el Post y ABC, que mostraba que un 62% de los encuestados aprobaban su presidencia y un 23% se mostraban contrarios.
Un “mártir” políticoMás de 40 años después de aquel atentado, el tiroteo contra Trump impulsa aún más la candidatura del republicano y consolida su imagen de “mártir” político entre sus seguidores. En los cuatro casos penales que se le imputan, el expresidente ya había mostrado sus habilidades de rey Midas televisivo para convertir en éxitos políticos situaciones que a cualquier otro candidato lo habrían hundido. Trump convirtió el banquillo de los acusados en un atril desde donde hacer campaña y presentarse como “víctima” política de una “caza de brujas” orquestada por Biden. Después de ser condenado por el caso Stormy, a pesar de que fue un duro golpe para su imagen, sacó pecho de haber conseguido recaudar 35 millones de dólares en las horas posteriores a la sentencia.
Trump ha hecho este domingo una segunda declaración pública en su red social Truth Social haciendo una llamada a la unidad del país y ha pedido que los norteamericanos hagan gala del “carácter” y la “resiliencia” que los caracteriza: “No tendremos miedo, sino que nos mantendremos resilientes en nuestra fe y desafiantes ante él”. “En este momento es más importante que nunca que estemos unidos y mostremos nuestro verdadero carácter como estadounidenses, manteniéndonos fuertes y decididos, sin permitir que el mal gane. Realmente amo a nuestro país y los amo a todos, y tengo ganas de hablar con nuestra gran nación esta semana desde Wisconsin”, en referencia a la convención republicana que arranca este lunes, ha escrito el magnate.
Mientras tanto, los seguidores más acérrimos del presidente ya se han encargado de alimentar la idea de “persecución política” a su candidato. El senador de Ohio, James David Vance, uno de los nombres que ha sonado estos días como posible candidato a vicepresidente republicano, aseguraba en la red social X que lo sucedido este sábado “no es un caso aislado”. También apuntaba a Biden: “La premisa central de la campaña de Biden es que el expresidente Donald Trump es un fascista autoritario que hay que parar a cualquier precio. Esta retórica ha conducido directamente al intento de asesinato del presidente Trump”.
En la misma línea, la congresista Marjorie Tylor Greene, conocida por formar parte del sector más trumpista del partido republicano y de protagonizar vídeos plagados de violencia contra rivales políticos, ha asegurado en un tuit que los demócratas “quieren muertos al presidente Trump y a sus partidarios”.
Después de lo sucedido, no solo se espera que aumente la retórica incendiaria entre determinados grupos, sino que además crezcan las teorías conspiranoicas y la desinformación en redes. Cabe recordar que una buena parte de los seguidores de Trump sigue pensando que las elecciones del 2020 fueron “robadas” y que el auténtico ganador fue el expresidente.
El aumento de la violencia políticaUn término que ha resonado mucho en las últimas horas es el de “violencia política”. Diversas personalidades, como es el caso del speaker de la Cámara de los Representantes, Mike Johnson, ya hablaban de ello cuando condenaban el tiroteo poco después de que se produjera.
La agencia Reuters contaba en agosto del año pasado un total de 213 casos de violencia política desde el 6 de enero de 2021. Dos terceras partes de estos casos eran confrontaciones y asaltos físicos y el otro tercio han sido ataques a la propiedad privada. Asimismo, también apuntaba que de los 14 ataques políticos letales que ha habido en el país desde los disturbios de 6 de enero, en los que el autor o el sospechoso tenía una clara inclinación partidista, 13 fueron agresores de derechas.
Uno de los incidentes más graves, aunque no letal, tuvo como protagonista en 2022 al marido de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, que fue asaltado y agredido a martillazos en su vivienda por un hombre que pretendía secuestrar a su mujer. En octubre de 2020, las autoridades desbarataron una trama de radicales para secuestrar a la gobernardora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer, por las medidas que había puesto en marcha frente a la pandemia.