Especialista en los partidos de izquierda, Candar analiza el momento que atraviesa el Nuevo Frente Popular y sus perspectivas de futuro tras su victoria electoral y la decisión de Macron de descartar un primer ministro de las filas progresistas
La izquierda francesa mantiene su unidad entre dudas sobre el camino a seguir tras el golpe de mano de Macron
A pesar de sus divergencias y del escaso margen de tiempo impuesto por la repentina convocatoria electoral del pasado junio, los principales partidos de la izquierda francesa consiguieron forjar un acuerdo para acudir juntos a las legislativas, agrupados en la alianza electoral del Nuevo Frente Popular (NFP).
Aunque lograron el bloque con más escaños en la Asamblea Nacional (193), el presidente Emmanuel Macron les ha negado la posibilidad de formar gobierno, alegando que la coalición progresista está lejos de la mayoría absoluta y que, en sus palabras, “nadie había ganado las elecciones”. En su lugar, nombró primer ministro al conservador Michel Barnier, cuyo partido consiguió menos del 5% de los votos. Ahora lidera un gobierno de macronistas y miembros de la derecha gaullista. Por lo pronto, la coalición ha presentado la primera moción de censura contra el Ejecutivo, pero tiene muy pocas posibilidades de ser salir adelante, ya que extrema derecha ha dicho que no votará a favor.
Los principales representantes de los partidos que conforman la alianza –Francia Insumisa (LF), Partido Socialista (PS), Europa Ecología-Los Verdes y el Partido Comunista–han seguido defendiendo la necesidad de preservar la unidad del NFP como fuerza parlamentaria, como posible alternativa al actual gobierno y como vehículo para conducir las protestas. A pesar de las diferencias de fondo y de forma entre sus miembros.
El historiador Gilles Candar, presidente de la Société d'études jaurésiennes, considera que la estrategia de unidad es una necesidad para las formaciones progresistas, que han visto reducido su electorado en la última década. Especialista en la figura de Jean Jaurès, líder del Frente Popular de los años 30, Candar es coautor con Jean-Jacques Becker de la obra Histoire des gauches en France [Historia de la izquierda en Francia] y autor de Pourquoi la gauche? De la Commune à nos jours [¿Por qué la izquierda? De la Comuna a nuestros días].
¿Cómo analiza la situación actual del Partido Socialista? Desde el principio, la participación en la alianza con Francia Insumisa ha sido motivo de división interna.
Existen tensiones en el seno del Partido Socialista, no conozco ningún período en el que no las haya habido. Además, el PS ha conocido dificultades más que importantes en los últimos tiempos, con una grave crisis al final de la presidencia Hollande, miembros que se marcharon a la derecha (Valls o gente que se ha ido con Macron) y también a la izquierda (es el caso de Benoit Hamon y, años antes, Mélenchon y varios de los actuales insumisos). Y las secciones se vaciaron con la marcha de muchos militantes.
Es incontestable que el PS ha conseguido salir de la amenaza de desaparición completa. Ha recuperado un poco de esa fuerza militante y los últimos resultados electorales, sin ser impresionantes, son más que honorables. Se mantiene como una fuerza dominante en el seno de la izquierda en lo que respecta a las elecciones locales (ciudades, departamentos y regiones), muy por delante de los comunistas y los ecologistas que, sin embargo, ya han conseguido ganar en varias grandes ciudades. Fue el caso de Lyon, Burdeos o Estrasburgo, pero París, Marsella, Nantes, Lille, Nancy siguen teniendo alcaldes socialistas. Francia Insumisa está prácticamente ausente a ese nivel.
¿Cómo queda entonces el equilibrio de fuerzas en el seno de la coalición?
Recientemente, los socialistas llegaron en cabeza en las elecciones europeas con el 14% de los votos y han progresado en las legislativas consiguiendo doblar el número de diputados. Pero no hay razones para caer en el triunfalismo, porque la suma de la izquierda se mantiene como minoritaria: en el mejor de los casos es un tercio del total de votos.
LFI, por su parte, sigue siendo el primer grupo de la izquierda en la Asamblea (72 diputados, frente a 66 del PS) y hoy dispone de una fuerza militante superior. El Partido Comunista y los ecologistas tienen sus propias preocupaciones y creo que de momento ven con cierta satisfacción ese debilitamiento relativo de LFI dentro de la alianza. Aunque tampoco tienen intención de resucitar la hegemonía socialista.
Los líderes de los partidos de la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP) junto a la candidata designada a primera ministra, Lucie Castets.Macron sondeó, al menos en apariencia, la posibilidad de nombrar primer ministro al socialista Bernard Cazeneuve. ¿Cuál es su lectura?
El PS ve los buenos resultados obtenidos en el seno de la alianza, pero al mismo tiempo también están solicitados por los macronistas –que atraviesan dificultades– y en los que una parte procede de las filas socialistas. Un gobierno dirigido por Bernard Cazeneuve, que ya fue primer ministro entre 2016 y 2017, habría reposado sobre una alianza así entre socialistas y macronistas. Una perspectiva muy frágil tanto para Cazeneuve como para los dos bandos: los socialistas están divididos y los macronistas se enfrentan a un futuro incierto y también están en vías de recomposición.
Es cierto que el liderazgo del primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, es frágil. En el último congreso no reunió más que un 51% de los votos frente a las dos otras tendencias [una respaldada por François Hollande, la otra por Anne Hidalgo]. Y esas dos corrientes minoritarias hubiesen deseado una mayor apertura en favor de una solución Cazeneuve. Los militantes del PS a menudo están alejados de ciertas posiciones y de la forma de actuar de los insumisos. La alianza con ellos es conflictiva y poco popular, y lo mismo se puede decir entre los insumisos.
En esas condiciones, ¿es posible mantenerse unidos en los próximos meses?
Incluso esas corrientes minoritarias del PS harán alianzas de cara a las próximas elecciones municipales y locales. Porque hoy es raro que un partido pueda ganar en solitario. En la realidad electoral, es más fácil constituir un bloque de izquierdas que lanzarse a una alianza de centro-izquierda, que no entusiasma mucho a ese electorado susceptible de votar el PS. Incluso el expresidente Hollande o el cabeza de lista PS de las europeas Raphaël Glucksmann –ambos muy hostiles a los insumisos– lo saben y no se han pronunciado formalmente contra el NFP. Simplemente han reclamado un poco más de firmeza ante LFI.
Sin una alianza con Francia Insumisa, el Partido Socialista habría conseguido entre 15 y 30 diputados como máximo y no tendría ninguna perspectiva de cara a las próximas presidenciales. Para las municipales, a las que seguirán departamentales y regionales, el marco general debería seguir siendo el de las alianzas de izquierdas, ya sea en la primera o la segunda vuelta. Es la tradición francesa. Después de todo, en París, Marsella y en otros lugares, con esa unión no les ha ido nada mal con una regla que generalmente se viene confirmando: el electorado de izquierdas a menudo sanciona electoralmente a quienes parecen estar en contra de la unidad.
En vista de las diferencias, algunos analistas apuntan a que un gobierno del NFP hubiera sido imposible. ¿Habrían podido los partidos ponerse de acuerdo?
Sí, claro. Negociar, maniobrar, equilibrar un equipo de gobierno: todo eso forma parte del saber hacer de la izquierda. También existen divisiones dentro del campo presidencial, como en la derecha e, incluso, en la extrema derecha. La cuestión es saber si todo el trabajo de equipo puede ser guiado, arbitrado y por quién.
A largo plazo, hay una batalla que comienza a librarse de cara a la próximas elecciones presidenciales.
El momento más peligroso llegará con las elecciones presidenciales, ya que por definición solo puede haber un nombre. Especialmente antes de la primera vuelta, porque la izquierda ya no tiene la base que tenía antes, algo que seguirá ocurriendo mientras una gran parte del electorado popular vote a la extrema derecha. ¿Conseguirá la izquierda establecer un proceso de elección de candidato común? ¿O sucederá de otra manera, implícitamente? Nadie puede decirlo aún.
¿La estrategia de unidad del NFP beneficia a Jean-Luc Mélenchon, el fundador de Francia Insumisa?
Las ambiciones de Mélenchon son bien conocidas, al igual que las reticencias que despierta. Tiene la talla, la elocuencia, la habilidad, el apoyo militante, el programa... y también tiene una capacidad increíble para inquietar, para ofender a sus socios y para escandalizar a una gran parte del electorado. En este sentido, Marine Le Pen, por ejemplo, sigue una estrategia muy diferente: trata de ofrecer una imagen maternal, de apasionada los gatos.
Por otro lado, existen dudas sobre la posibilidad que el líder de la facción más radical y avanzada de una alianza la represente eficazmente en una cita electoral. En realidad, la fuerza de Mélenchon reside también en la debilidad de sus socios. De momento, no hay ningún candidato evidente ni del Partido Socialista, ni en los ecologistas, ni del entorno de los partidos (Glucksmann, Hamon, Autain, Ruffin, etc.). ¿Podría ser Lucie Castets una posibilidad? Está por ver...