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Los británicos quieren acercarse a la UE mientras Starmer se empeña en cortejar a Trump

Los británicos quieren acercarse a la UE mientras Starmer se empeña en cortejar a Trump

El primer ministro británico intenta cultivar la relación personal con el nuevo presidente de Estados Unidos mientras no avanza en ningún acuerdo para eliminar barreras con la Unión Europea

La mayoría de británicos quiere una relación más estrecha con la UE tras el Brexit

El comunicado de Downing Street sobre la llamada del primer ministro británico y el presidente de Estados Unidos el domingo por la noche tiene cinco párrafos e incluye la felicitación de Keir Starmer a Donald Trump por su “papel” en el “histórico” alto el fuego en Gaza, la importancia de las relaciones “cercanas y cordiales” entre los dos países, felicitaciones por la toma de posesión del republicano y el compromiso de trabajar “juntos” y verse pronto.

El comunicado de la Casa Blanca, de un párrafo, no incluye nada de esto. 

El escueto texto de la oficina de prensa de Trump dice que los dos líderes comentaron la liberación de una ciudadana británico-israelí rehén de Hamás y que ambos países quieren promocionar “una relación económica justa”. La referencia de Trump a la “justicia” en el trato con otros países entronca con una de sus pocas ideas repetidas desde los años 80: que los demás países se aprovechan de Estados Unidos en sus relaciones comerciales y militares. 

En el comunicado de la Casa Blanca, las únicas palabras de cortesía son las condolencias a Starmer por la muerte de su hermano en diciembre y los “buenos deseos” a la familia real. En cambio, unas horas antes de la llamada del domingo, Trump dijo a la BBC que Starmer está haciendo “muy buen trabajo hasta ahora” aunque no esté de acuerdo con su “filosofía” y el laborista sea “de izquierda”.

Los británicos prefieren a Europa

La llamada de Trump llega justo en un momento en que el Gobierno de Starmer tiene más presión para firmar algún tipo de acuerdo con la UE que mejore las relaciones comerciales y ayude a la estancada economía del Reino Unido. Los británicos quieren que su Gobierno se centre en la UE, vecino y principal socio comercial, y no en Estados Unidos, según un sondeo recién publicado de la encuestadora YouGov. El 53% prefiere a la UE como socio comercial frente al 19% que favorece a Estados Unidos (el resto no sabe o se inclina por otros). Hasta en el distrito electoral del líder de la extrema derecha y artífice del Brexit, Nigel Farage, hay más ciudadanos que prefieren a la UE que a Estados Unidos de Trump. 

Sin embargo, pese a las declaradas buenas intenciones del nuevo Gobierno, casi de siete meses después de la victoria laborista no ha habido ningún avance práctico con Bruselas y siguen sin firmarse acuerdos clave para facilitar los permisos de trabajo y estudio para los jóvenes, las giras de los músicos o el comercio en declive. La Comisión Europea ha propuesto varias opciones al Reino Unido, que sigue reticente a pronunciarse a favor de un plan. 

La última propuesta de Bruselas es que los británicos sean parte de la convención paneuromediterránea que la UE tiene para comerciar con menos trabas con territorios vecinos como Marruecos, Ucrania, Moldavia, Georgia o las islas Feroe (que son parte de Dinamarca, pero que, como Groenlandia, no están en la UE). Sería un pacto con una mejoría marginal para los británicos, ya que el Reino Unido no quiere la relación más cercana con libre circulación de ciudadanos y bienes que también sería posible y que la UE tiene con los miembros del área económica europea (Islandia, Liechtenstein y Noruega) y con Suiza.

Brexitland

El sueño del Reino Unido, desde el Brexit, es un acuerdo comercial con Estados Unidos, que con la UE ya ha firmado pactos para algunos sectores y tiene instituciones de cooperación comercial (la idea de un área de libre comercio sigue congelada después de años de negociaciones).

Para las empresas británicas, el comercio con Estados Unidos supone un 15% del total mientras que más de la mitad de lo que venden va a países de la UE.

Pero la ofensiva continua de la derecha del Partido Conservador, la extrema derecha de Farage y varios periódicos conservadores influyentes en el Parlamento es suficiente para frenar cualquier acercamiento explícito hacia la UE. Starmer teme que la minoría favorable al Brexit se reactive y que la opinión pública se desgaste por cualquier negociación larga con Bruselas. Sólo el 12% de la población cree que el Brexit ha ido bien, pero no hay consenso sobre qué mandato tiene el Gobierno laborista para arreglarlo. 

En un momento especialmente difícil para la economía británica -que sigue sin crecer mientras el Estado apenas tiene recursos para invertir en los decrépitos servicios públicos-, Starmer insiste en intentar también un acercamiento al impredecible Gobierno estadounidense.

Aguantando a Elon

Desde la victoria de Trump, Starmer sólo ha tenido buenas palabras para el presidente conservador incluso mientras sufría en silencio o incluso alababa a Elon Musk, el multimillonario asesor de Trump que ha comparado al primer ministro británico con Stalin y tiene una campaña sostenida en X en su contra desde el verano pasado. 

El Gobierno británico se ha esforzado en utilizar también la aparente inclinación de Trump hacia la monarquía para complacerle. En París, durante la reapertura de la catedral de Notre-Dame en diciembre, Trump se reunió con el príncipe Guillermo durante 40 minutos y después le alabó repetidamente por su belleza física. 

Un asesor de Starmer asegura al diario The Guardian que la estrategia del primer ministro pasa por centrarse en las relaciones personales y organizar planes que le gusten a Trump: “No estamos sugiriendo que Keir se ponga a jugar al golf, pero intentará pasarle un brazo por encima del hombro a Trump mientras deja claros nuestros intereses nacionales”.

Donald Trump y el príncipe Guillermo en la residencia del embajador británico en París, el 7 de diciembre de 2024. Donald Trump y el príncipe Guillermo en la residencia del embajador británico en París, el 7 de diciembre de 2024.

El esfuerzo de Starmer ha sido recompensado ahora con unas pocas palabras de Trump y una espera un poco más corta en la cola de las llamadas. Según Downing Street, la conversación del domingo duró 45 minutos, pero los británicos no se atreven todavía a hablar de negociaciones prácticas, como el acuerdo para la devolución a Mauricio de las islas Chagos, un archipiélago en el océano Índico, que el Gobierno británico anunció en octubre y que necesita también del apoyo de Estados Unidos, que tiene una base militar allí. Otro asunto espinoso es el gasto en defensa, que Starmer rebajará respecto a los planes del anterior Gobierno conservador por el poco margen presupuestario, según el diario The Times: en contra de las peticiones de Trump, el objetivo será llegar al 2,5% del PIB en 2032, es decir dos años después de lo previsto por Rishi Sunak, el anterior primer ministro.

Un portavoz de Starmer dijo este lunes que no hubo ninguna mención al gasto en defensa en la llamada ni tampoco a la guerra de Ucrania. En la conversación tampoco se habló de las amenazas de Trump a Dinamarca ni de los aranceles que su Gobierno podría imponer al Reino Unido. Según el portavoz británico, la conversación fue “constructiva” aunque no se tocaron los asuntos esenciales de la relación bilateral y todavía no hay ningún plan concreto para la visita de Trump al país o de Starmer a Washington. Tampoco hablaron de Peter Mandelson, el nuevo embajador del Reino Unido en Washington, ex portavoz de Tony Blair y consultor que el director de campaña de Trump definió cuando Starmer lo nombró en diciembre como “un imbécil total” que “debería quedarse en casa”.

El secretario de Estado, Marco Rubio, habló este lunes por la noche con el ministro de Exteriores británico, David Lammy, que presumía de su amistad con Barack Obama gracias a su conexión como alumnos de la facultad de Derecho de la Universidad de Harvard y que criticó en el pasado a Trump. La conversación, según el Departamento de Estado, mencionó la relación entre los dos países y tocó las guerras en Oriente Próximo y Ucrania y la “influencia maligna de China”.

Las relaciones más estrechas de Trump y su entorno están, en todo caso, en el extremo derecho de la política británica. El presidente de Estados Unidos ha hecho hasta mítines de campaña con Nigel Farage, y en las últimas elecciones presentó una denuncia ante la comisión electoral federal por “interferencia extranjera” dada la presencia de voluntarios del Partido Laborista que hacían campaña a favor de Kamala Harris. 

El interés de Trump por el Reino Unido es pequeño, pero en su primer mandato no escondió su apoyo al Brexit y su deseo de que el país esté lo más lejos posible de la Unión Europea. Los líderes con los que trabó mejores relaciones fueron Farage y Boris Johnson. 

Trump ha dejado claro que está todavía menos interesado en la UE. No invitó a su toma de posesión a ningún líder en representación de las instituciones europeas -sólo a la embajadora- y la única líder presente fue Georgia Meloni, la primera ministra italiana. En su primera semana en la Casa Blanca, Trump intervino, a distancia, en el foro económico de Davos, para criticar a la UE y sugerir que puede imponer aranceles saltándose acuerdos existentes. 

“No sólo es una cuestión del Reino Unido. La táctica de 'divide y vencerás' va a aplicarse a toda Europa”, explicaba hace unos días Sophia Besch, experta en defensa europea del centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace, en una charla sobre los efectos del nuevo Gobierno estadounidense para Europa. “Trump puede hacer favoritismos... Va a haber un examen con mucha presión para ver quien resiste a la tentación de intentar convertirse en el favorito”.

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