"El proyecto colonial de Israel ha entrado en su fase final", dice el activista Jeff Halper en referencia a la estrategia de normalización tras años de anexiones y expansionismo israelí
Sobhi Sihweil aguarda la liberación de su hijo de 15 años, encerrado sin cargos en una cárcel israelí: “Ellos son los terroristas”
A pocos kilómetros de Jerusalén se levanta la ciudad de Ma'ale Adumim, uno de los mayores asentamientos de Israel construidos ilegalmente en Cisjordania, territorio palestino ocupado.
“Parece que la ley internacional solo se aplica a nosotros. Ma’ale Adumim es una ciudad grande y en cualquier negociación quedaría en manos de Israel”, dice Esther, traductora, que se mudó al asentamiento desde Massachusetts. “Me gustaría no controlar la vida de nadie. Me gustaría de verdad entregar todas las áreas palestinas a alguien con el que vivir como vecino y que aceptara nuestro derecho a existir”, añade. Sin embargo, incluso el secretario general de la ONU ha señalado que los asentamientos, como en el que vive Esther, construidos sobre tierras confiscadas, son uno de los principales obstáculos para la paz.
La traductora cuenta que no hay árabes en la ciudad y que es una comunidad 100% judía, lo que “responde a una decisión política”. “Una familia árabe intentó comprar, pero hubo protestas para que no lo hicieran. Fue difícil de ver, pero creo que no estamos preparados para ello todavía”, añade mientras camina frente a la puerta de la biblioteca de la ciudad.
Ma’ale Adumim no es uno de esos asentamientos ideológicos y violentos, sino que muchos de sus miembros se han trasladado allí por calidad de vida y razones económicas. Y ese es precisamente el problema, sostiene el activista antiocupación israelí Jeff Halper, que lleva 50 años viviendo en Jerusalén y estudiando el conflicto. “No se ven a sí mismos como colonos. Lo que ha hecho Israel de manera muy inteligente es desconectar la política de estos asentamientos. Atrayendo a la clase trabajadora con ciudades baratas, subsidios y buenos servicios”, dice sentado en una terraza de Jerusalén Oeste. “Aquí no existe la ocupación”, añade sonriendo con ironía.
“Israel lleva a la gente ahí por una razón, pero ellos no lo ven y no les importa. Utilizan a gente sin gran carga política para normalizar esas comunidades”, explica. En la práctica, Ma’ale Adumim parte Cisjordania en dos, haciendo muy difícil la continuidad de un futuro Estado palestino. El caso de este asentamiento, dice Halper, es el ejemplo perfecto del poder de la normalización.
El poder de la normalización“Con la llegada de Trump, entramos en la fase más peligrosa desde 1948. Esto es un proyecto colonial y, como tal, tiene un final. Ese final es la normalización. Cuando se normaliza el desplazamiento y la comunidad internacional acepte que Israel ha sustituido a Palestina, y que los palestinos están atrapados en un bantustán de apartheid, se acabó. No hay mucho espacio político tras la normalización”, sostiene. “Entramos en lo que Estados Unidos e Israel esperan que sea la última fase”.
Jeff Halper, fundador de la ONG israelí ICAHD (Israeli Comittee Against House Demolitions)Donald Trump ya ha señalado que aprovechará el impulso del alto el fuego en Gaza para promover los Acuerdos de Abraham y que el resto de países árabes, incluido Arabia Saudí, normalicen sus relaciones con Israel. “Estás invadiendo, ocupando, confiscando tierras, desplazando… y la única forma de completar con éxito tu proyecto colonial es cuando consigues normalizarlo”, dice Halper. En el plan de paz de Trump de 2020 ya había un mapa en el que EEUU proponía incluir 115 asentamientos ilegales como parte de Israel.
Por otro lado, el nuevo presidente ha sugerido que Egipto y Jordania acojan a más de un millón de gazatíes, lo que supondría una nueva limpieza étnica que ya han propuesto los miembros más radicales del Gobierno israelí. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha señalado que existe la posibilidad de que “Israel se sienta envalentonado por sus éxitos militares para pensar que es el momento de anexionarse Cisjordania y mantener Gaza en un limbo”. “Está claro para mí que Israel no está fundamentalmente interesado en Gaza, sino en Cisjordania”.
“Si quieres un Estado palestino viable significa que toda Cisjordania se convierta en un Estado Palestino, lo que supone que la gente en asentamientos como Ma’ale Adumim tendría que marcharse. Ellos se ven a sí mismos como gente normal que solo quiere paz y que son los palestinos, al echarles, los que no quieren la paz. Realmente no saben dónde están”, afirma Halper.
“Ese es el poder de la normalización. Te hace no entender lo que ocurre, como en el caso de los rehenes de Hamás. La gente no tiene contexto y no saben que el 80% de los gazatíes son refugiados exactamente de las zonas atacadas, construidas precisamente para impedir el regreso de esos refugiados. Incluso, para ellos los soldados son rehenes, cuando realmente no lo son según la legislación internacional”.
El bantustán palestino“Entramos en una nueva fase y es la mayor amenaza para los palestinos desde la Nakba. Cuando algo se normaliza ya no se reabre y los palestinos verán eliminada su presencia política”, dice. En este sentido, el activista insiste en que nos dirigimos finalmente a una solución de dos Estados, pero no la que el mundo se imagina.
En 1947, el plan de partición de la ONU otorgó un 56% del territorio al nuevo Estado de Israel. A finales de 1948, tras la primera guerra con los árabes, Israel amplió el territorio bajo su control hasta el 78%, es decir, tomó la mitad del territorio asignado a Palestina. Finalmente, en 1967, Israel tomó y ocupó el resto de Palestina.
Tras los Acuerdos de Oslo de los años 90, el territorio palestino se dividió en las zonas A, B y C. El área A, que representa el 18% de Cisjordania, está bajo control de la Autoridad Palestina; en el área B (22%), Palestina mantiene el control civil y la seguridad es una gestión conjunta entre fuerzas israelíes y palestinas; finalmente, en el área C (60%) Israel tiene el control absoluto —es aquí donde Israel ha construido sus asentamientos ilegales—. El objetivo era que toda Cisjordania acabase siendo área A, pero en 30 años, no ha habido avances.
Desde la izquierda: mapa de partición de 1947, mapa tras la guerra de 1948 y mapa del hipotético Estado palestino“Nos dirigimos exactamente a lo mismo que en la Sudáfrica del apartheid. El Estado palestino estará en las zonas A y B, completamente rodeado por Israel, no será soberano e Israel mantendrá el control. La diferencia con Sudáfrica es que los bantustanes nunca fueron aceptados por la comunidad internacional. El bantustán palestino será aceptado por EEUU, Europa y el resto”, dice Halper desesperanzado.
“Israel normalizará el apartheid de una manera que Sudáfrica no pudo. Mahmud Abás se convertirá en presidente y el bantustán palestino será miembro de la ONU. Trump y el resto confían en que nadie mira el mapa y así pueden vender una solución de dos Estados cuando realmente es apartheid”, añade el activista, asegurando que a Abás no le quedará más remedio que firmar lo que le presenten.
Pero antes de la normalización es necesaria la pacificación. “Eso significa que eliminas cualquier posibilidad de resistencia. Y ahí entra Gaza. Estaban eliminando el último bastión de resistencia. Y ahora es el turno de las últimas islas de resistencia en Cisjordania, como Yenín, Nablús y otros. Una vez se complete eso, que puede ser muy pronto, ya estamos preparados para el plan de normalización de Trump”.
El plan de paz propuesto por Trump en 2020 en una rueda de prensa junto con Benjamín Netanyahu iba acompañado de un mapa en el que aparecía un hipotético Estado palestino menguado por las colonias y completamente rodeado por Israel, es decir, con la anexión de las áreas C de Cisjordania.
Mientras tanto, Maayan, madre de dos niños y cuyo marido militar está desplegado en Cisjordania, come en un restaurante de comida rápida en el principal centro comercial de Ma'ale Adumim ajena a todas las disputas políticas. “La solución no es la que la gente piensa o quiere escuchar. Somos dos mentalidades diferentes y no estamos en la misma página”. “Yo vivo en mi país y no lo veo de otra manera”, responde cuando se le pregunta sobre la ilegalidad de las colonias construidas en Cisjordania.