El vicepresidente de Estados Unidos tiene un historial de años de ataques contra Ucrania y Europa, y sus reacciones en Múnich y en Washington no sorprenden, pero son la escenificación de una ruptura acelerada con Estados Unidos
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En julio de 2024, cuando Donald Trump anunció el nombramiento de JD Vance como candidato a vicepresidente para acompañarle en las elecciones de noviembre, un diplomático europeo en Washington comentó al corresponsal del Guardian: “Es malo para nosotros, pero son noticias terribles para Ucrania”.
Como senador republicano por Ohio, Vance votó en contra de cualquier ayuda a Ucrania, pero su retórica venía de atrás, incluso cuando era candidato. En 2022, después de la invasión a gran escala de Ucrania y cuando ya se habían desvelado y documentado masacres de civiles, dijo: “No me importa lo que le pase a Ucrania de una manera u otra”. Fue en el show de Steve Bannon, el exasesor de Trump y agitador ultra.
En podcast, entrevistas y redes, Vance llevaba meses compartiendo algunos de los mensajes clave del Kremlin e incluso memes para cuestionar la existencia de Ucrania o repetir que el ejército ruso es mucho más fuerte de lo que es en realidad. También llevaba años quejándose de que Estados Unidos ayudara a Europa y defendía que concentrara todo el esfuerzo en dar armas a Israel.

Los que más presionaron a Trump para que escogiera a Vance, que no le caía especialmente bien por sus ataques pasados contra él, fueron el millonario Elon Musk y el agitador Tucker Carlson, según el medio político Axios. Vance, además, trabó amistad con Donald Trump junior, el hijo del ahora presidente. Todos ellos tenían en común sus ataques a Ucrania y la defensa más o menos explícita de Vladímir Putin —Carlson habló con el presidente ruso ante las cámaras e incluso hizo un vídeo admirando los supermercados de Moscú–.
Su elección no dejaba lugar a dudas. Vance “se rendirá frente a Rusia y sacrificará la libertad de nuestros aliados en Ucrania”, dijo también Liz Cheney, la excongresista republicana, una de las pocas voces que quedaban en 2024 en el partido que se atrevía a retar a Trump y que acabó haciendo campaña a favor de la demócrata Kamala Harris en las presidenciales.
“No podemos olvidar que Donald Trump podría haber elegido a cualquiera como candidato a vicepresidente. Eligió a la figura más anti-ucraniana de la vida pública estadounidense. No hay ningún estadounidense prominente más antiucraniano que JD Vance”, dijo en octubre, unos días antes de las elecciones, el historiador Timothy Snyder, especialista en la historia de Ucrania y de la región, en una charla dirigida en particular a republicanos de origen ucraniano y polaco, algunos de generaciones mayores que llegaron a Estados Unidos en los años de Ronald Reagan. “Vance es alguien que difunde activamente y a sabiendas memes de propaganda rusa sobre Ucrania. Es alguien que en el momento más sensible de la guerra ha dicho que no le importa lo que le pase a Ucrania”.
Snyder, en la charla organizada por un grupo de ucraniano-estadounidenses (la mayoría jóvenes) se dirigía al votante conservador que tal vez podía marcar la diferencia, sobre todo en estados como Pensilvania. “En este asunto en particular, si te importa mi opinión, no votes por Trump. Si quieres votar por Trump y te importa Ucrania, mejor quédate en casa, porque si lo haces, te vas a arrepentir de ese voto cuando veas lo que Trump y Putin van a hacerle juntos a Ucrania”, decía Snyder, autor del libro de Tierras de sangre y Sobre la tiranía.

La bronca en el Despacho Oval que, en gran parte, empezó JD Vance no es sorprendente viendo cómo el vicepresidente ha ido subiendo el tono agresivo tanto en la campaña como en las primeras semanas de mandato. Vance es el político que incluso defendió orgulloso haber mentido sobre los migrantes que se “comían perros” en Ohio pese a que hasta sus colegas republicanos le pidieron que parara porque lo que decía era falso y estaba poniendo en peligro hasta a escolares de una pequeña comunidad, hijos de mujeres migrantes, como la de Vance.
El shock del discurso de este febrero en la Conferencia de Seguridad de Múnich y su apoyo a la extrema derecha ocho días antes de las elecciones es uno de los motivos que ha movido a algunos europeos a moverse contra la Administración Trump. El futuro canciller alemán, el conservador Friedrich Merz, comparó las interferencias de Vance con las de Moscú.
Vance ya había lanzado un mensaje contra Europa el año anterior en la misma conferencia y había minimizado la amenaza rusa para el continente.
Este febrero aseguró que no le preocupaba la amenaza de Rusia o de China, sino el “enemigo desde dentro”, supuestamente contra la libertad de expresión por las leyes en Europa contra el acoso a las mujeres delante de clínicas que practican abortos o la decisión de los partidos alemanes de no pactar con la extrema derecha.
Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma, entrevistó a Vance en febrero de 2023 en el escenario de Múnich y cuenta que ya le llamó la atención con su discurso claramente antieuropeo. Aun así, no se esperaba el nivel de agresividad y de asuntos inconexos de Vance que vio también en directo este año.
“En mi cabeza, ahora esperaba algo similar o más duro pero en plan, 'tenéis que hacer más en defensa', y más sobre Ucrania y Rusia. El hecho de que no hubo nada de esto y hubo un ataque directo a la democracia, ocho días antes de las elecciones alemanas, fue muy impactante”, explicaba unos días después Tocci en una entrevista en elDiario.es. “Fue el momento en el que me di cuenta de que no se trata simplemente de un Gobierno estadounidense que no esté muy interesado en Europa y que hable de compartir el esfuerzo o que nos diga que nos estamos aprovechando. Este Gobierno está muy interesado en Europa... en destruir Europa”.
Otra broncaJusto unas horas antes de que llegara Zelenski a la Casa Blanca, Vance ya intentó montar algo de bronca en el Despacho Oval con el primer ministro británico, Keir Starmer, también delante de las cámaras. Sin que estuvieran hablando del asunto, le espetó que en el Reino Unido “hay violaciones de la libertad de expresión que no sólo afectan a los británicos —por supuesto, los británicos pueden hacer lo que quieran con su país—, sino que afectan a las empresas tecnológicas estadounidenses, y, por extensión, a los ciudadanos estadounidenses”. Vance se refería tal vez a la regulación de redes sociales y plataformas para proteger a los menores del contenido pornográfico y violento, y a los delitos de odio que pueden ser perseguidos también cuando los mensajes se difunden en redes.
Starmer, con su “bello acento”, según lo definió Trump, no se calló. “Sobre la libertad de prensa en el Reino Unido, estoy muy orgulloso de nuestra historia… Hemos tenido libertad de expresión durante mucho, mucho tiempo en el Reino Unido, y durará mucho, mucho tiempo”, dijo Starmer, tal vez para subrayar la historia de su país en comparación con la más joven república estadounidense. Vance se quedó refunfuñando, pero se calló, fuera por el acento o por la historia.
Ante la elección de Starmer en julio de 2024, Vance dijo que “desde que ha ganado el laborismo” se podía contar al Reino Unido como “el primer país verdaderamente islamista” que tenía armas nucleares. Su compañero y aliado Musk comparte esta obsesión contra el laborismo y el país en general (el conservador Rishi Sunak aprobó algunas de las normas de las que se quejan).
La peleaDespués de la bronca del Despacho Oval con Zelenski, Roth, el corresponsal del Guardian, escribió un artículo que describe a Vance como “el saboteador en jefe” de las relaciones transatlánticas. El periodista se fijó en una foto de Vance junto al secretario de Estado, Marco Rubio, aquel día. “Rubio parece muy incómodo, con las manos apretadas y la cara abatida. Vance parece encantado. Por fin, ha tenido la pelea que quería empezar”, escribe.
La fuente de la animadversión de Vance es a menudo difícil de identificar por su capacidad camaleónica para la vida pública, desde su ascenso con la ayuda de profesores y compañeros de la Universidad de Yale hasta la reinvención de su experiencia familiar y la de su comunidad en los Apalaches, que retrató de manera estereotipada, despreciativa y no representativa de la región, según otros vecinos.
Hillibilly, una elegía rural, un libro que gustó sobre todo a urbanitas que creían no conocer suficiente las comunidades rurales de la zona, contenía algunas experiencias de las que él ha presumido para supuestamente conectar y no parecer un político más apadrinado por multimillonarios de la tecnología.
En estas pseudomemorias retrata a los blancos “perdedores”, que él identifica como los estadounidenses de origen escocés e irlandés que se instalaron en Kentucky, que no quieren trabajar aunque haya empleos disponibles porque son demasiado vagos, según él, y que maltratan por sistema a los demás. Según su libro, su madre “carecía incluso de un mínimo de control de temperamento” y casi todos los adultos con los que creció se dedicaban a montar broncas: “Ver a la gente insultar, gritar, y a veces agredirse físicamente era sólo una parte de nuestra vida”.