Para muchos las vistas de una casa desde la que prácticamente se puede saltar a las vías del tren no serían privilegiadas, pero los miles de refugiados acogidos, alimentados y curados en su paso por la ciudad macedonia de Veles siempre agradecerán que Lenche Zdravkin no mirase hacia otro lado.
Durante toda la noche los farolillos de su patio permanecen encendidos para que quien recorra las vías en su ruta de los Balcanes pueda encontrar la puerta fácilmente. Su sótano está repleto de productos de primera necesidad, ropa y medicinas listos para quien los necesite.
El panorama era distinto hace cinco años, antes de que se la conociera como "Madre Lenche".
"Al principio, los grupos eran de 20 o 30 chicos, todos menores de edad. Cuando empecé a hablar con ellos, conversando en mi propio patio una vez habían descansado, me di cuenta rápidamente de que eran muy maduros para su edad, porque vivir en el torbellino de la guerra les había obligado a crecer antes de tiempo", asegura.
Lenche y su familia tuvieron que esperar a que su solidaridad se contagiase entre sus vecinos y la iniciativa se conociera entre las ONG, que pudieron darles la estructura necesaria para apoyarles durante un año y medio.
"Ha sido muy difícil, especialmente al principio. Daba todo lo que podía, todos los productos básicos que no necesitábamos los compartía encantada con los refugiados, ya fuera ropa o comida. Les daba los mismos alimentos que a mis hijos, compartíamos la misma olla. Los macedonios no estaban bien informados al comienzo de la crisis, pero las cosas mejoraron con el tiempo, la gente comenzó a mostrar su humanidad, a contactarme y a donar", relata a Efe.
Aunque oficialmente la ruta de los Balcanes está cerrada desde marzo de 2016, los migrantes y refugiados siguen recorriendo Europa del Este de camino a otros países. Este año, más de 10.000 personas han intentado cruzar la frontera greco-macedonia, según la agencia de noticias macedonia MIA.
Lenche ha conocido a jóvenes venidos de muchos países, que huían de guerras o de la miseria, pero todos han despertado su instinto maternal, el mismo que le ha merecido la comparación con la Madre Teresa.
"Por encima de todo, soy la madre de dos hijos que también querrían irse a otro lugar a buscar una vida mejor, así que en todos estos chicos siempre veo a mis hijos". Para Lenche este rol maternal, aunque natural, "no es tarea fácil".
"Nunca sé si se trata de momentos tristes o felices cuando hablan con sus madres, que no han sabido de ellos en meses y ni siquiera saben si están vivos. Cuando les cuentan que les estoy cuidando como una madre, los gritos al otro lado de la línea son verdaderamente tristes y dolorosos. Una no puede decir si son de alivio o pena", cuenta visiblemente emocionada.
No todos los que han recorrido las vías estos años han tenido un final feliz. El 23 de abril de 2015 una locomotora atropelló a treinta personas de las cuales catorce, dos de ellas menores, fallecieron tras el accidente. Fueron enterrados unos días más tarde en un prado junto al cementerio ortodoxo de Rashtani, cerca de Veles.
Un año más tarde, Lenche consiguió colocar una lápida en la fosa común. Desde entonces, cada primavera acude con un imam musulmán para honrarles. Allí coloca galletas, dulces y catorce amaryllis blancas. Una por cada una de las personas que no completaron su viaje.
"Siempre pienso: huyen de un país desgarrado por la guerra solo para perder la vida en un país en paz. Esto es lo que me provoca más dolor".
Ivan Blazhevski