Hasta hace apenas unos días, Natalia tenía un trabajo que le permitía conciliar su vida laboral y familiar. Aunque a veces era estresante, se sentía orgullosa de lo que hacía junto a su equipo. Pero el pasado 4 de noviembre todo se derrumbó: un mail le comunicaba que ya no podía acceder al sistema. Poco después supo que, al igual que otros miles de empleados, Twitter había prescindido de sus servicios. Así lo decidió el recién llegado Elon Musk, el excéntrico magnate que a principios de octubre compró la red social por 44.000 millones de dólares tras varios meses de disputas legales y que justificó los despidos por la caída de ingresos.