El punto de inflexión en Bolivia se produjo el 10 de noviembre de 2019. Todo había empezado con el intento de que Evo Morales no pudiera presentarse a la reelección, y siguió con una campaña anunciando un fraude electoral de unas elecciones que se habían convocado para el 20 de octubre de 2019. La profecía autocumplida exigía no reconocer el resultado electoral en cuanto empezaron a salir datos que apuntaban a que Morales podría haber ganado la reelección en la primera vuelta.