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El pasado mes de julio, un joven británico perdió un ojo por ducharse con las lentes de contacto.

Lentillas

La tecnología de las lentes de contacto no deja de avanzar, y cada vez son más cómodas, versátiles y seguras. Pero aún así, hay cosas que no se deben hacer con ellas puestas: bañarse o ducharse.

En un reportaje, Gizmodo se puso en contacto con dos oftalmólogos para profundizar sobre este asunto. Partieron de la recomendación de la Academia Estadounidense de Oftalmología, que dice que no debemos ducharnos ni nadar con lentillas. El doctor Howard R. Krauss explica el motivo: las lentes de contacto son como esponjas, de manera que retienen amebas, bacterias, virus y sustancias tóxicas o productos químicos que pueden dañar el ojo.

Otro experto, Benjamin Bert, alerta de que el agua de las piscinas y los jacuzzis alberga un parásito llamado acanthamoeba, que puede causar graves infecciones de córnea e incluso ceguera. Esta bacteria también puede estar en el agua del grifo, en estanques, en lagos y ríos. Si el agua llega a los ojos puede introducir la acanthamoeba dentro de la lentilla, dándole tiempo a migrar hacia la córnea y causar la infección.

Dice Benjamin Berth que el 80% de los casos de queratitis por acanthamoeba se producen en gente que usa lentillas, por lo que sus usuarios tienen un riesgo mayor de sufrirla que el resto de la población.

Si se contrae la enfermedad, es vitar comenzar el tratamiento cuanto antes. Los síntomas incluyen dolor intenso, sensibilidad a la luz y visión borrosa. El problema es que la infección puede causar daños graves, provocando cicatrices o perforaciones que al final requieren un trasplante de córnea. Por el lado bueno, que las infecciones por acanthamoeba son raras.

El doctor Krauss afirma que si te has bañado con lentillas, lo más seguro es quitárselas y reemplazarlas por unas nuevas. Si no son desechables, lo mejor es limpiarlas a conciencia. Y sobre todo, nada de dormir con las lentillas si te has bañado con ellas, porque cuando la córnea se ve privada de oxígeno al estar los ojos cerrados, el riesgo de infección se multiplica por 14.