"Empecé a escuchar Los 40 Principales con 14 años y de repente, un día, descubrí que existían un mundo más allá de aquello", reconoce el cantante a este periódico sobre el inicio de la banda, "no quería contar lo que contaba todo el mundo. Me interesaban cosas diferentes y contarlas de forma distinta y divertida. Para mí la música sin humor no tiene sentido". Un humor que subirá el próximo sábado 4 de marzo al escenario de la sala Nazca de Madrid como parte de la gira con la que celebran el 35º aniversario de su disco El balneario. Allí interpretarán temas de sus inicios, y también los más recientes, pertenecientes a su último álbum Hace sol y es viernes, gestado durante la pandemia y publicado bajo autoedición.
En él están incluidos títulos como Asintomático y Asaltar el Capitolio, que reza: "Una camiseta de Manolo Escobar y una gorra de la Gestapo / Unas gafas de esquiar y un pañuelo de chulapo / Un corpiño medieval y un pantalón de ciclismo / Y si no voy todo de Desigual que viene a ser lo mismo / Y me voy, me voy, me voy, a Asaltar el Capitolio". Una letra que ejemplifica el estilo de sus composiciones, en las que aborda temáticas muy dispares, a las que su autor concede la importancia justa: "La gente es lo suficientemente inteligente para saber lo que es una ficción y que mis canciones no son un ejemplo para seguir en la vida". "Lo que hago igual no es del todo correcto, pero todos sabemos que es una broma, un chiste", insiste.
En las canciones del último disco se habla desde el asalto al Capitolio a las revistas del corazón (Por qué ya no salgo nunca en el Hola). ¿Dónde nace la inspiración para sus letras?
Casi nunca me ha gustado escribir sobre la coyuntura del momento. Pero hay veces, y sobre todo en estos temas que nacieron durante la pandemia donde compuse mucho y muy seguido; que hubo cosas que me parecieron superfascinantes, como el asalto al Capitolio. También la terminología que se usó como 'asintomático' o 'negacionista', de la que surgieron muchas ideas. Hay algo que tiene que ver con la concepción general de las letras, que es ser un poco la alternativa a la Inteligencia Artificial.
Si entras en ChatGPT y pones "haz una canción de amor", puede hacer algo que no esta mal y que suene hasta en la radio. Pero si quieres que haga una sobre un niño al que sus padres llevan al zoo de Nueva York y se come a los osos polares, dice que no puede. Cualquiera de las temáticas de mis canciones no las hace. Lo políticamente incorrecto es la alternativa a la Inteligencia Artificial. Defiendo la tontería natural, hacer humor, escribir lo que está pasando o pasó hace tiempo; pero siempre desde una perspectiva un poco transgresora.
¿Y antes de que existiera la Inteligencia Artificial?
Algo que me gustó mucho de los primeros grupos a los que fui a ver en los 80 fue la provocación. Me parecía muy divertido el salir al escenario, reírse de todo e incluso hacer cosas que algunos considerarían que no son del todo correctas, como los primeros Gabinete Caligari que salían vestidos de nazis. Lo que hago igual no es del todo correcto, pero todos sabemos que es una broma, un chiste. Siempre me ha gustado el humor un poco provocativo, es mi planteamiento a la hora de hacer canciones.
El contexto en los 80 es muy diferente al actual. Dentro de las temáticas y tono de las canciones, ¿qué ha cambiado?
Hay diferencias en la capacidad de cualquier contenido de ser catapultado al universo y que todo el mundo lo conozca. En aquella época todo estaba mucho más compartimentado y los contextos eran muy importantes. Es verdad que a veces había mucha transgresión, pero estaba muy circunscrito a un contexto determinado. La gente que entraba a ese lugar consideraba que era parte del juego y no pasaba nada. En el momento en el que eso salió del lugar natural en el que estaba...
Recuerdo perfectamente cuando el ABC publicó la letra de Me gusta ser una zorra de Las Vulpes. Se montó un revuelo de la leche y claro, era una canción que no estaba hecha para el ABC, sino para tocarse en un contexto determinado, con unas tías a las que les parecía divertido y provocativo meterse con determinado tipo de actitudes. Ahora cualquier cosa tiene la capacidad de salir al mundo y en seguida se encuentra con una serie de inquisidores en las redes sociales a los que todo les parece mal. Aparentemente hay menos libertad para decir ciertas cosas, aunque en realidad sería la misma. El problema es que como todo puede ser visto o escuchado por todos, hay más frenos, más paredes.
Que el poder alcanzar al máximo público posible se convierta en algo problemático, ¿qué dice de la sociedad?
Es un poco absurdo. El otro día estuve viendo a Carolina Durante en el WiZink Center, que tuvieron como teloneros a Los Nikis, de los que soy muy fan. Carolina Durante tocó una canción suya, Salvaje pasión. Y es curioso porque de todo el repertorio del concierto, el tema que tenía la letra más transgresora fue el que se escribió hace 40 años. No creo que sea porque Carolina Durante no quiera ir más allá en lo que escribe, sino simplemente porque son conscientes de que hay una especie de muro ahí que te crea problemas cuando lo intentas traspasar.
¿Ha habido algún momento al escribir una canción que haya dicho "esto no lo podemos cantar"?
Siempre hay una autocensura que tiene que ver un poco con la lógica, pero yo procuro censurarme poco. Creo que la gente es lo suficientemente inteligente como para saber lo que es una ficción y que mis canciones no son un ejemplo para seguir en la vida. Es un divertimento y ya está.
¿Y hay alguna canción que piense que quizás hoy en día no la habría compuesto?
Muchas veces escribo canciones que en realidad son metáforas. Lo que dice la letra no es lo que pretendía decir, simplemente que lo he envuelto en una historia. A veces se interpretan cosas de una forma literal, y eso es un problema. Por lo general, de lo que he escrito no me arrepiento de casi nada. Me da rabia que alguna vez se malinterprete algo.
La letra de su canción Atrapados en el ascensor (1988) dice: "Sácame de una vez el codo de la boca / Sabes que no me va el rollo masoca / Deja de llamar a la portera, contigo no hay manera / Yo que puse toda mi ilusión en esta violación". Teniendo en cuenta que hoy existe una sensibilidad diferente sobre este tema, ¿se ha plantado algo al respecto?
En algún momento me he planteado no tocarla, precisamente porque me da rabia que la gente piense que estoy haciendo apología de la violación. Y nada más lejos. Hay letras a las que la interpretación literal les hace mucho daño. Insisto, creo que la gente tiene que tener la suficiente inteligencia como para detectar que eso no está promoviendo, ni mucho menos, la violación. Sería absurdo. Pero sí es verdad que alguna vez me he planteado dejar de tocarla porque a veces es muy difícil luchar contra determinados prejuicios o lecturas. Que también entiendo, que la gente pueda leerlo de una determinada manera y pensar que esto está incitando a algo que en ningún caso pretendería incitar.
¿Ha vivido el humor mejores tiempos que los actuales?
La semana pasada pasó lo de Roald Dahl. La editorial inglesa ha decidido revisar todos sus textos para que no hubiera cosas de género ni de sobrepreso... Estamos hablando de literatura infantil. Los niños tienen perfecta capacidad para distinguir lo que es lo anecdótico de lo principal. No tiene sentido que de repente pongas en duda las fábulas antiguas porque los animalistas piensan que la concepción antropocéntrica es.... Al final es un cuento y no tiene sentido tomárselo tan al pie de la letra. Antes no había tanta lectura tan sesuda sobre si algo debía ser o no.
Inmersos en esta especie de era de la nostalgia, sobre los 80 parece haber consenso en cuanto al anhelo que generan. ¿Piensa que es por algo en concreto?
Está un poco sobrevalorada. Un amigo dice una frase que me encanta: "El revival de los 80 va a durar más que los 80". Ya vale un poco. Viví esa época, fue muy divertida, pero todas tienen su punto. Es verdad que fue un contexto en el que de repente surgió la libertad en España. Nos unimos una generación en la que nuestros padres y hermanos mayores se habían dedicado a manifestarse por que acabara la dictadura. Cuando llegamos ahí ya estaba hecho todo el trabajo. Simplemente teníamos que salir y divertiros. Sí que había una sensación de que había mucha libertad y se podía decir cualquier cosa. Imagino que eso tiene algo de especial.
¿Cómo han cambiado las cosas dentro de la industria musical?
Han cambiado los actores, pero no la forma en la que se suceden las cosas. En aquella época, las emisoras y las discográficas tenían todo el poder. Grabar un disco era muy caro y complejo. Para que tu música saliera a la calle necesitabas que una compañía apostara por ti y que te pusieran en la radio. Ahora sacar música es muchísimo más asequible, cualquiera puede hacer un álbum en su casa. Otra cosa es que te encuentren entre todo lo que hay, pero el balance es positivo.
¿Por qué decía que ser cantautor entonces era lo peor?
Éramos mucho más tribales. Eso ha cambiado. Hubo un momento en la Movida que se dividió entre 'los irritantes' y 'los babosos'. Grupos como Glutamato Ye-Yé y Derribos Arias formaron el primero y decidieron que ellos eran los transgresores. Entre 'los babosos' estaban Los Secretos y Nacha Pop. Y luego había mucha gente como yo, a los que nos gustaban las dos cosas. De repente el heavy metal estaba muy mal visto para los que nos gustaba el punk y el rock, y los cantautores también. Con el tiempo me he reconciliado con mucha de esa música; pero en aquella época había que elegir. Si no, no podías sobrevivir.
Al echar la vista atrás en su carrera, ¿hubo algún momento en el que pensó en dejarlo?
Los dos primeros discos estuvieron muy bien pero hubo un momento en el que se me fue un poco la pinza. Dejé de tener claro qué era lo que tenían mis canciones de especial y qué rumbo tenía que seguir. Me puse más serio y el poco éxito que tuvo el cuarto disco que saqué, fue con toda la razón. No tenía nada que ver. Me habría venido genial haber tenido a alguien que me dijera "vas mal", pero las compañías de discos en aquella época eran bastante caóticas y no había nadie que te insistiera demasiado en eso. He podido reflexionar sobre ello con el paso de los años, por eso con los últimos discos estoy tan a gusto como con los primeros.
¿Tiene sus propias canciones favoritas?
Sí. Las hay de las que estoy más orgulloso. Están de las primeras que sigo tocando como Espiando a mi vecina, El balneario y El sangriento final de Bobby Johnson. Atrapados en el ascensor, de la que hablábamos antes, es de las que menos me gustan. Fue la más exitosa pero considero que es una letra un poco tontorrona. A nivel musical tiene su gracia, pero tampoco puedo dejar de tocarla porque la gente la quiere escuchar.
Además de dedicarse a la música, tiene su propia agencia de publicidad. ¿Cómo se mezclan ambas facetas?
Son disciplinas que tienen bastantes cosas en común: utilizar la creatividad para seducir de una u otra manera, con la diferencia de que la publicidad tiene un fin muy concreto, que es vender cosas. La música es un poco más altruista dentro de lo que cabe. En ese sentido es un poco más libre, pero tienen en común darle la vuelta a la manera en la que normalmente contarías algo para que llegue a la gente.