En España ha construido la Ciudad de la Justicia de Barcelona (2008) con b720 Fermín Vázquez Arquitectos y las 176 viviendas sociales en Villaverde (Madrid, 2004) con José María Fernández-Isla, aunque su edificio más conocido es Veles e Vents (Valencia, 2006), realizado para la Copa América. Posee también una casa en Corrubedo (A Coruña) y cuenta con una oficina de su estudio en Santiago de Compostela, desarrollando una fuerte vinculación con Galicia, a la que el jurado del premio describe como “una de las regiones más pobres de España que paradójicamente prospera con una alta calidad de vida”. Allí ha establecido una asociación filantrópica, la Fundación RIA, con objeto de mejorar “la calidad de vida de la comunidad local”.
Se trata de un arquitecto extraordinariamente sólido, experimentado, sabio y aparentemente silencioso, que va ganando prestigio paso a paso, obra a obra, sin llamar la atención, avanzando siempre, indiscutido, defendiendo valores profundos y ajeno a las modas. El suyo ha sido un éxito a contracorriente, pero incontenible. Atravesando estilos efímeros y tendencias prescindibles, defendiendo siempre la independencia de cada proyecto, la adecuación al lugar y la racionalidad de las soluciones, que debían incluir la relación con las culturas locales y los materiales adecuados.
Autor de más de un centenar de edificios a lo largo de casi cuatro décadas, su trayectoria abarca todo tipo de tipologías, residenciales, museísticas, académicas y urbanísticas, en lugares muy distantes de Europa, Asia y América del Norte. Sin embargo, no es posible identificar sus construcciones por algún rasgo de estilo personal, no hay chipperfields como hay calatravas o zahahadides. Cada obra tiene su propia idea, sentido y desarrollo hasta que encuentra un modo de ser adecuado al lugar que ocupa. Y eso, por infrecuente, resulta ser un mérito del más alto valor en arquitectura.
Su trayectoria ha sido siempre ascendente. Graduado en la Escuela de Arte de Kingston en 1976 y en la Escuela de Arquitectura de la Asociación Arquitectónica de Londres en 1980, había trabajado con Douglas Stephen, Norman Foster y Richard Rogers cuando fundó David Chipperfield Architects en Londres en 1985. Tras realizar una tienda para el diseñador de moda japonés Issey Miyake en la capital británica y levantar un primer museo en Reino Unido, recibe el encargo de la reconstrucción y reinvención del Neues Museum (Berlín, 1993–2009), en la isla de los museos, donde también ha terminado recientemente la James-Simon-Galerie (1999–2018). Se trataba de un encargo de suma complejidad en el corazón de la ciudad, una obra de gran responsabilidad que afrontó con determinación y resolvió con astucia y acierto, reordenando el conjunto edificado, respetando el edificio original y las huellas de la historia en el mismo, al tiempo que muestra un profundo entendimiento del desafío arquitectónico y aporta soluciones resueltas con un lenguaje moderno y minimalista especialmente brillante.
La misma inteligencia para encontrar el tipo de obra adecuado a cada lugar se manifiesta en todas sus intervenciones, ya sea en Shanghái o en Venecia, en Villaverde o en Seúl. Los edificios son al mismo tiempo discretos y elocuentes, respetuosos y valientes, pero nunca ostentosos o innecesariamente llamativos. El jurado reconoce que su “capacidad de destilar y realizar operaciones meditadas de diseño es una dimensión de la sostenibilidad que no ha sido evidente en los últimos años: la sostenibilidad como pertinencia”.
Su catálogo de obras invita a ser leído de la misma manera que un menú degustación, interpretando cada edificio en función de su lugar, de su entorno, de su programa, de sus soluciones estructurales y espaciales y de sus materiales. Todas diferentes en los desafíos que afrontan y en su desarrollo. Y eso no es solo fruto del proceso de ideación, también surge como consecuencia del conocimiento de las culturas arquitectónicas y del medio físico e histórico en que se asientan. Quizá haya pasado desapercibida la relación entre el edificio valenciano Veles e Vents, creado para contemplar desde su altura las regatas de la Copa América, con el Panch Mahal de Fatehpur Sikri construido en la India del siglo XVI con objeto de que las mujeres del harén de Akbar contemplasen desde sus balcones los juegos en el patio del palacio al que no tenían acceso.
El extenso conocimiento de la historia de la arquitectura ha servido a David Chipperfield para resolver con clarividencia intervenciones tan comprometidas como la Capilla y Centro de Visitantes del Cementerio de Inagawa (Hyogo, Japón, 2017), la restauración y reinvención de la Procuratie Vecchie (Venecia, 2022), la restauración y adición de Morland Mixité Capitale (París, 2022), todas ellas en lugares con profundo significado para los habitantes y la historia.
Su aportación a la nómina internacional de museos debe incluir también su primera obra británica, el Museo River and Rowing (Henley-on-Thames, 1997), el Turner Contemporary (Margate, 2011) en Reino Unido, el Museo de Arte Campus Saint Louis (Missouri, 2013) en Estados Unidos, el mexicano Museo Jumex (Ciudad de México, 2013), la restauración de la Neue Nationalgalerie (Berlín, 2021), y el Museo de Arte West Bund (Shanghái, 2019), destacando en todos los casos su incorporación al espacio público de las ciudades, procurando imbricar el museo en la vida cotidiana del lugar.
Chipperfield se muestra camaleónico en un sentido amplio, sin hipocresía, siendo capaz de incorporar en su trabajo los aspectos culturales a los contextuales, de manera que su arquitectura concuerda con su carácter, no con un estilo. Es discreta y auténtica, no llama la atención, pero al reparar en ella emerge con autoridad, segura, fascinante, con una sensibilidad trascendente del lugar y de la construcción. La misma discreción y brillantez manifiesta el autor británico en obras menos contextuales como la sede de la BBC Escocia (Glasgow, 2007), el Campus Joachimstraße (Berlín, 2013), One Pancras Square (Londres, 2013), la sede de Amore Pacific (Seúl, 2017) o Hoxton Press (Londres, 2018).
La elección de David Chipperfield es un acierto del jurado del premio Pritzker 2023. Después de un tiempo en que se premiaba a los arquitectos estrella que realizaban los disparates de la arquitectura espectáculo, y de una etapa en que cambiaron de rumbo para apoyar propuestas sostenibles, más centradas en el cambio ideológico que implicaban que en la amplitud de la carrera del autor premiado, en esta ocasión han centrado su elección reconociendo la carrera de un profesional con valores profundos de reflexión, respeto, capacidad de aunar tradición e innovación, con fuertes convicciones en cuanto al valor del trabajo del arquitecto para consolidar, crear, cambiar y mejorar la vida de los habitantes de los lugares.
Ene se sentido, la valoración que el jurado hace del premiado aporta juicios referentes a la manera en que hace su trabajo con inteligencia y modestia, eligiendo las herramientas fundamentales para el proyecto en lugar de aquellas que solo celebran al arquitecto como artista, o apreciando que se caracteriza por su elegancia, moderación y “sentido de la permanencia”, destacando finalmente un aspecto del mayor interés, la idea de que relacionar lo sostenible con lo pertinente, aquella arquitectura que sea capaz de “perdurar física y culturalmente”. El perfil de David Chipperfield tiene las mejores cualidades de un clásico. No sigue la moda, pero probablemente nunca pasará de moda.