Abogada de día y promesa firme de la electrónica estatal de madrugada, esta mujer de 31 años recuerda cómo a principios de siglo “tenían mucho tirón remezclas supercrudas” de temas de moda, de ‘flamenquito’ a marchas procesionales o bandas sonoras, que encajaban a la perfección con el reconocible 'tun-tun-pá' del breakbeat. En su colección musical “no faltaban temas de algunos dj como Varo, Anushcka, Kultür, Karpin, Rasco o Goku, entre otros”. El salto a otras sonoridades lo dio “gracias a canales como Boiler Room, Keep Hush o NTS”.
Esa fascinación le llevó a hacer “turismo de club” por una de las capitales de la música británica, cuna del trip-hop entre otros subgéneros y hogar de grupos tan influyentes como Massive Attack o Portishead, Bristol. Allí se sintió “identificada con el sonido del Reino Unido” y empezó “a fantasear con la idea de pinchar”. No es, ni mucho menos, la única dj que recupera himnos de club de generaciones anteriores: lo comparten otras jóvenes dj también residentes en Sevilla, como seDJat o Hebe. Y el embrujo alcanza otras zonas de Andalucía gracias a colectivos como Mareo o Asociel.
“Es innegable que la nostalgia está en auge, también en otras disciplinas como la moda, la fotografía o el cine”, analiza antes de concluir que “el ‘musicón’ es atemporal”. Matiza explicando que en su proceso creativo cobra especial relevancia “la arqueología musical, buscar en el pasado para ver de dónde viene todo, como un acto de respeto”. Para la pileña resulta “supernatural” que artistas actuales se impregnen de un sentido “de herencia, donde pillan lo que más les transmite para llevarlo a su terreno”.
Ante ejemplos como los de Califato ¾ o Los Voluble, que lo reivindican de manera rotunda, Dalila aclara que el breakbeat, como el techno, “nunca se ha ido”. Lo argumenta con datos: salas como La Copera (Granada) o Cosmos (Sevilla) llenan, los festivales del género sobreviven y aparecen “nuevas generaciones de dj como Random Vestax, MBreaks, BadLegs o MIAU”. Lo novedoso, apunta, es “que esté asomando las orejas fuera de Andalucía”, aunque pueda deberse a “un revival generalizado de todo lo relacionado con la cultura rave”.
Los artistas dedicados al baile muestran una clara tendencia al trabajo en común y una decidida voluntad DIY (do it yourself, hazlo tú mismo). Para Dalila “más que una apuesta, se trata de una necesidad” porque no existiría escena “sin colaboración y ayuda del entorno. Puedes hacer lo que te gusta, pero necesitas espacios para mostrarlo”. Eso ha favorecido su trabajo con colectivos como Rawa, Breaking Bass o Asociel, y artistas como Niki Lauda, GAZZI o Noise Pollution, entre muchos otros que “han apostado” por un proyecto personal que ya “trasciende el clubbing local”.
Otra asociación a la que describe con admiración es Mareo, impulsada por artistas como Chico Blanco o 8kitoo. Gracias a sentirse “supercuidada” y a que “no sepan hacer las cosas de otra forma que no sea bien”, pudo participar con un set contagioso en la ya mítica cita granadina de la plataforma global Boiler Room. Para ella, fue “un sueño” protagonizar como dj una experiencia vivida como aficionada durante años. Fue la culminación de un proceso que implicó “mucho trabajo, muchos nervios y gestión de las emociones”.
Pero las sinergias no se circunscriben a lo musical, en parte porque “la industria exige cada vez más producción y recursos a la hora de mostrar tu trabajo”. Dalila forma parte del colectivo audiovisual La Cura y además cuenta con “la ayuda de amigas como Mariana Sorrentino o Sarah Kceres”, quienes la elevan hasta “alcanzar el estándar estético impuesto por el sector”. De ahí que no dude en “reivindicar las redes de apoyo entre amigues y el extra de creatividad y trabajo que supone sacar un proyecto underground y sin recursos hacia adelante”.
Precisamente de ese tránsito entre lo musical y lo visual nace el vídeo que anticipa su participación en el próximo Sónar. Esta pieza de la sevillana Claudia Ihrek, con quien también trabaja las visuales de dicha actuación, acompaña a un mix parido con la idea de aportar “una mirada fresca y moderna a la edad dorada del rave”. Además, ha publicado recientemente una sesión conjunta con Nerdiboy y son inminentes sus “podcasts para Paralelo 3, de Carles Novellas, Canal Sur junto a Rasco y radios online como HKCR”.
Una interesante sesión, “de las primeras, durante una época en modo ‘selectora’ en la que compraba vinilos compulsivamente”, incluye clásicos de un sello pionero de fusión, Nuevos Medios. Refleja su vinculación familiar con lo jondo, al crecer “con el flamenco en casa, entre grandes aficionados”, acudiendo “a recitales” desde pequeña e incluso estudiando guitarra flamenca. Y, como detalle, desvela que su nombre artístico proviene de las ‘bíblicas’ interpretadas por el cantaor Paco Toronjo en la película Sevillanas, de Carlos Saura.
“No siempre determina el carácter de mis proyectos”, asegura, pero en Cieguita, junto a Tontimer Weber, se ha atrevido a cantar una farruca, palo de gran solera. Acompañada por un epé de remezclas, la canción formará parte además de la banda sonora de El hijo zurdo, serie de Rafael Cobos para Movistar+. Son “labores distintas y diferenciadas, que a su vez se retroalimentan”, pero aunque esté “muy activa con pinchar y los bolos”, su idea es ‘empepinarse’ con “la producción, cantar y componer”.
Aunque “Andalucía es muy intensa, en el mejor de los sentidos”, advierte que en su sesión del Sónar “no habrá ningún elemento folclórico”, aunque acuda a la ironía para afirmar que “hay quien cataloga el breakbeat como folclore andaluz”. Tampoco duda en alinearse con otras dj como La Flaca, considerando “imprescindible visibilizar y dar espacio a temas que incomodan”, tratando cuestiones como el descanso o la salud mental. El objetivo, que “la escena sea diversa y segura para todes” y se deje de “romantizar un trabajo que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas”.