El vínculo que, a trompicones, se establece entre estas dos mujeres es el corazón de La mejor actriz de reparto, la primera novela (Temas de Hoy, 2023) de Valeria Vegas, autora de la biografía de la Veneno ¡Digo! Ni puta ni santa, que sirvió como base de la exitosa serie dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo que reivindicó la figura de Cristina Ortiz.
El germen del libro fue una breve noticia que leyó sobre los últimos años de Gracita Morales, en los que la actriz lo pasó mal, atravesó un bache económico y estuvo psicológicamente afectada. La fundación de Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual (AISGE) la ayudó contratando a una persona para que fuera a hacerle compañía todos los días. "Pensé que ahí había una historia", reconoce la escritora a este periódico.
La periodista tiene igualmente pendiente el estreno en Atresplayer Premium de Vestidas de azul, la secuela de Veneno que también toma como referencia una publicación suya, con la que comparte título, en la que analizó cómo los medios y el cine abordaron la transexualidad durante la Transición. En primavera llegará igualmente a la plataforma su serie documental sobre la intérprete Nadiuska.
Su primer libro fue Grandes actrices del cine español. Para su primera novela tomó como protagonista a una actriz. ¿Por qué le interesan tanto las intérpretes?
Me fascinan porque tienen una profesión que, en ocasiones, o te conviertes en una leyenda o caducas, te escupen y te echan fuera. La historia transcurre en una casa del año 1999 pero anclada en 1972. En la de una actriz que vive en un pasado, que ha querido congelar tiempos felices. Vive de una profesión en la que tiene que sonar el teléfono para poder trabajar y, de pronto, cuando deja de sonar, su hogar se va oscureciendo.
¿Por qué hay personas tan veneradas en una época que acaban cayendo en el olvido?
Hay mucho de edadismo con el tiempo de las mujeres. Los actores de esa generación tenían este punto de pensar que José Luis López Vázquez o Fernando Fernán Gómez eran señores como honorables pero en las actrices hay algo donde “es una vieja”. Se quedan casi solo para hacer personajes de reparto de abuelita. Tiene mucho que ver que cuando envejecen son un poco de usar y tirar. Se les aparta.
Esto le pasaba incluso a Sara Montiel. Más allá de que en sus últimos años llevase su vida por el vodevil y se lo pasase todo por el forro, el prejuicio que había sobre ella era porque era una mujer mayor. Si Britney Spears se casa y al día siguiente se separa en Las Vegas se dice: "Bueno, tiene 30 años". Pero si lo hace una señora de 70 la reacción es: "Se ha vuelto loca, esta señora que se quede en su casa". Es como si no tuvieran derecho a frivolizar o a simplemente hacer lo que les dé la gana. En nuestros cerebros está impuesto inconscientemente que la persona mayor tiene que estar en casa calladita, no exhibirse y no presumir de nada.
Esta es la pena para las mujeres mayores, pero también al ser jóvenes está la imposición de tener que encajar en un canon de belleza.
Sí. Lo que pasa es que la juventud ya de por sí es como un tesoro. Me da mucho apuro cuando alguien mayor te dice: "Tienes 37 años, eres muy joven". Y no, joven es tener 18. A mi edad antes las mujeres tenían tres hijos y la vida encaminada. La juventud es un camino en el que todavía te estás formando psicológicamente. Hasta que no te enfrentas a tres cosas en la vida no eres adulta. Tienes que asumir una ruptura, un desengaño, una traición, la muerte de alguien. Eso no lo tienes con 18 o con 20, pero cuando lo has vivido tres veces te plantas como una persona de 40 años que ya puede venir aquí un tsunami que a mí no me mueve. Eso te lo da la edad. No comparto nada lo de "juventud, divino tesoro".
La otra protagonista de la novela es una limpiadora, un trabajo habitualmente invisibilizado. ¿Quería reivindicarlo?
Sí. La profesión de asistenta es tan ingrata como la de actriz. Te hacen reír, pero luego les puede ir fatal en la vida y tú no sabes que esa cómica lleva cuatro años sin trabajar. Con la asistenta igual, lleva trabajando toda su vida, pero consideramos que lo que hace es un trabajo menor. Muchas veces, cuando cerramos las oficinas, los aeropuertos, los tanatorios... Todo está limpio porque hay alguien que lo está limpiando y nadie le está dando las gracias. Me apetecía ese guiño de dos mujeres muy distintas que comparten la ingratitud y están resignadas ante la vida.
Al pensar en divas españolas tenemos a Lola Flores, Alaska, Sara Montiel... ¿Están lo suficientemente reivindicadas? ¿Se las valora hoy de manera diferente?
Se les reivindica de una manera extraña. Rocío Jurado o Lola Flores están muy reivindicadas pero a través de un meme, que es como nos llegan hoy las cosas. Ponte a escuchar un disco de Rocío Jurado, que si lo compraban miles de personas en Estados Unidos y Latinoamérica será por algo. Igual no es tu estilo y no tiene por qué gustarte. Que se hayan quedado en un meme es lamentable porque por un lado dices: "¿Este es el legado que han dejado?". Pero por otro, afortunadamente, piensas que algo es algo. Podrían desaparecer del todo.
¿Quiénes son las divas de hoy?
El concepto de diva ha cambiado mucho. No tiene que ir ligado a la altivez ni a creerte nada. Rosalía es una diva de hoy en día. Y pasarán 30 años, será una señora mayor y diremos a la gente más joven: "No sabes cómo lo petaba". Porque Rosalía no lo va a petar toda la vida. Esto es caduco todo el rato. Lo importante es que ella, mientras lo está petando, lo está disfrutando. No sabemos si en 2.070 su legado va a ser un meme. Esto es cíclico. Antes había un vínculo muy guay de los medios de comunicación con las divas. Se necesitaban mutuamente. Actualmente, todas esas divas, Aitana, Ana Mena o Rosalía, están como blindadas. Las casas de discos dicen: “No hagas entrevistas, a ver si la cagas o caes en la política de la cancelación”. Les falta un poco de verdad, de espontaneidad.
¿Son menos libres?
Sí. Antes la diva, dentro de su envoltorio de estrella e incluso de artificialidad que tenían, eran más libres para decir lo que querían. Podían meter la pata, pero estaban diciendo lo que querían. Ahora están como supercontroladas.
Las redes sociales han hecho que si por ejemplo Aitana quiere hablar con un fan no tenga que pasar por los medios de comunicación como intermediarios, ¿esto tiene que ver?
Las redes han hecho que ellas manejen el discurso como ellas quieren. Si de repente Rosalía quiere decir que se casa no necesita la portada del Hola. Tiene su propio medio, hace un vídeo y nos lo cuenta. Pero es ella la que en ese momento es la directora de elDiario.es. Empaqueta lo que ha pasado y te dice: "Esta es la noticia que tengo y con esto haced lo que queráis". Que está bien, eso también les da libertad.
Ahora que ha pasado tiempo desde el fenómeno Veneno, ¿qué balance hace de lo sucedido?
Esta semana se han cumplido tres años del estreno. Lo bueno de la ficción es que llegas más que con cualquier otro medio. Lo viví como si fuera una recompensa. Mi libro fue una autoedición, las editoriales a las que se lo ofrecí no quisieron publicarlo porque en ese momento el personaje les parecía lo peor. Cuando haces algo pequeñito no te imaginas que se convertirá en una serie que estará hasta en Estados Unidos. Me alegra la reivindicación de Cristina, que se la pueda ver con otros ojos y prisma, porque fue una apuesta personal que yo hice. Me ha hecho ver que no estaba loca y algo de razón tenía. Hacía falta contarlo de según qué manera, dentro de una serie con la que todo el mundo empatizó de golpe con su historia.
¿Habría sido 2023 un mejor contexto para Cristina?
No sé si hubiera sido valorada. El mito lo ha hecho la serie. Si la Veneno siguiese viva, como ser humano que era, porque no por ser una persona trans era perfecta, tenía sus ataques de racismo y de transfobia. Con la política de la cancelación que hay ahora igual estaría supercensurada. Ella decía "esta parece un indio" y nos hace gracia, pero igual las redes la hubieran machacado viva. No sé cómo hubiera lidiado con estos tiempos tan convulsos.
¿Cómo ha vivido todo el debate que se ha generado en torno a la ley trans y su aprobación?
La he defendido por una cuestión de que nadie te obliga a coger las leyes. Están para quien quiera sumarse, no restan nunca. Es mentira que lo hagan. La polémica que se ha generado alrededor es transfobia. Se han inventado noticias falsas con muy mala leche para lograrlo. Lo peor que tenemos es que hay una prensa que puede generar bulos y gente deseando creérselos en vez de contrastar.
Me duele que haya sido motivo de tanto debate. ¿Por qué no lo fue cuando la tasa de prostitución era altísima? ¿O cuando había que irse fuera de España para hacerse la reasignación sexual porque aquí estuvo prohibido hasta 1983? Hasta entonces se consideraba mutilación. Una cosa de estas católicas absurdas. Cuando estás en la mierda no eres motivo de debate. Húndete. Ahora te doy unos derechos y unos privilegios y entonces no. No te me adelantes que tú eres de tercera clase. Pero bueno, el peso de la historia está ahí. Veremos dentro de diez años qué ocurre. Hubo mucha gente que se opuso al matrimonio igualitario hace 15 años y no ha ocurrido nada. Y hace 40 años, aunque no había redes, habría mucha gente oponiéndose a la ley del divorcio seguro.
¿Cuánto hay que preocuparse por los discursos de odio espetados por la extrema derecha?
El papel que jugamos los medios es superimportante. Es lo que la gente lee, consume, cree a pie juntillas, casi lo que rezan. Generar una opinión negativa no puede ser bueno nunca. Generas una sociedad superencrespada. Hay mucho odio. Se ha visto con Ana Obregón.
Todos tenemos una opinión, no nos la han preguntado. La portada del Hola no era "¿cuál es su opinión?". Te han contado que una artista de este país, que está caracterizado por hacer lo que le da la gana, ha hecho esto. Está muy bien que todos tengamos una opinión. El problema es cómo la lanzas. Cuál es tu nivel de odio al hacerlo. Eso es lo único que me preocupa. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Como especie humana, no vamos a durar mucho.
Además de la secuela de Veneno, Vestidas de azul, tiene pendiente el estreno de su serie documental sobre Nadiuska. ¿En qué punto está?
Nadiuska fue un mito absoluto del cine de los años 70, de sus actrices más taquilleras. Luego tuvo un final tristísimo. La serie mete el dedo en la llaga de cómo nos portamos a veces con algunos artistas como sociedad y en la propia industria del cine. También habla de salud mental y hay un momento Me Too que no hemos visto todavía en España.
Se podría decir que usted es un poco rescatadora...
Soy rescatadora de señoras. O como dije al presentar Vestidas de azul, soy 'la Indiana Jones de la transexualidad'. Te sale solo. Hay gente a la que le gusta mucho el ocultismo y solo hace cosas de ocultismo, o a quien le encanta el antiguo oriente. Mi especialidad es el rescate.