Y es que por primera vez en lengua española conoceremos a algunas de las poetas georgianas más emblemáticas del país que sirve de límite entre Europa Oriental y Asia Occidental. Con el objetivo de intentar abrir un universo desconocido para los lectores, la editora sostiene que el volumen representa "un esfuerzo por llenar un vacío existente en el mundo hispanohablante".
La traductora confiesa que la antología, que incluye nombres de compañeros como Besik Kharanauli (1939), Batu Danelia (1950), Soso Meshveliani (1974) y Irakli Kakabadze (1982); "surge de la urgencia por compartir una poesía con una historia extensa, aún viva y respirando en los autores contemporáneos”. Precisamente, en los versos de cada una de las poetas resuenan rasgos mitológicos, históricos o las calamidades sociales que azotan el mundo como la guerra de Ucrania.
La situación geográfica del país sirve como fuente de inspiración de sus textos. Tal y como se recoge en la introducción del libro, Georgia siempre ha orientado su visión cultural hacia Occidente. Sin embargo, su lírica fusiona lo tradicional e innovador creando obras basadas en la identidad y la historia de la nación.
Muchos de los poemas de estas autoras están vinculados a la realidad como materia de reflexión. La poesía moderna escrita por mujeres en Georgia demuestra un ejercicio de interiorización. Hay pérdida, duda, humor. Pero lo que sorprende cuando ellas toman la palabra es su capacidad de denuncia, que llevan como bandera. Proponen un juego poético que mira el desmoronamiento del mundo a través de la rabia, aspereza, el miedo y el lirismo social. Piden ser escuchadas y son capaces de mostrar la sensibilidad de un país históricamente convulso y en constante cambio.
En la obra se recogen 16 autores georgianos –nueve hombres y siete mujeres–, cada uno representado con siete poemas. En cuanto a las poetas, las hay ya consagradas como Lia Sturua (1939), pero también de generaciones posteriores que buscan una voz propia, apartándose en ocasiones de la tradición y centrada en su desconcierto ante el mundo como es el caso de Nato Ingorokva (1969). Tampoco se dejan de lado a las más jóvenes, enfocadas en la lírica social y en temas de actualidad, atormentadas por las guerras y las injusticias sociales. En este sentido destacan nombres como el de Lia Liqokeli (1986).
“Nunca he llevado mis poemas tan afuera” confiesa la poeta Maia Sarishvili (1968) en una de sus composiciones. Sus poemas plasman una sencillez autobiográfica, con un lenguaje habitual que conduce a profundidades existenciales que invitan a reflexionar. Otra autora que propone la reflexión, pero poniendo el foco en la guerra de Ucrania, es la ya mencionada Nato Ingorokva. Entona la protesta en uno de sus poemas más emblemáticos titulado La cola del pan, Ucrania, 2022 (día 22 de la guerra). En él narra las consecuencias del hambre en tiempos hostiles: “Yo era el último de la cola y me alcanzó / la primera bala”. Muestra también su posicionamiento en Del lado de la paz, haciendo referencia al fin de los conflictos bélicos.
Lo cierto es que existe una sensibilidad hacia el tema de Ucrania, pues Georgia tiene su propia memoria histórica con Rusia. Fue el primer país después de la caída de la URSS que sufrió una agresión en el año 2008. El Tribunal de Estrasburgo condenó a Rusia en abril de 2023 obligándoles a indemnizarles con 130 millones de euros. Esos recuerdos siguen muy presentes y no solo se reflejan en los versos de Ingorokva, sino también en los de la poeta y periodista Eka Kevanishvili (1979). Siembra el trigo, Ucrania es un canto de no rendición ante Rusia. En él podemos leer versos como: “Arroja las semillas y desea la libertad, / vendrá la paz, brotará”. La autora reafirma su apoyo a los ucranianos y concluye con un: “Siembra el trigo, Ucrania. / Nosotros te cosechamos”.
Por su parte, la poeta Lela Samniashvili propone una visión crítica contra Europa. Véase, por ejemplo, su poema Dirigible, donde afirma que “Europa es un dirigible rosa”, para más adelante rematar: “Aunque hay más aspirantes / de los que caben en el dirigible”. En el mismo texto estalla contra la explotación laboral y el hambre infantil en África. El toque mitológico lo pone Diana Anthimiadou (1982), donde actualidad y cotidianidad van de la mano en poemas como Medea o Antígona.
Sostiene la traductora Lana Kalandia que la poesía “puede trasmitir ideas con connotaciones políticas de manera impactante y reflexiva”. Dicha afirmación se refleja en poetas georgianas consolidadas como Lia Sturua (1939) o nuevas voces del lirismo social como Lia Liqokeli (1986).
El trasfondo político que ha rodeado la vida de Sturua marca su vida por completo. Desde los años 70 su obra ha ejercido un gran impacto dentro del panorama. Le tocó vivir una época repleta de desafíos, cuando Georgia aún formaba parte de la URSS y el poder político era tan grande que buscaba incluso el control literario. En esos tiempos, Sturua ya se atrevía con el verso culto y sensible que la caracteriza. Empujada a recaer en imágenes surrealistas, con una voz firme recurría a la filosofía en poemas como Sobre los motivos de Platón para preguntarse: "¿De la delicadeza y de la variedad de estilos / qué Estado puede construir / para dejar entrar a los poetas?". Sus versos siguen resonando y su obra es una de las más grandes en Georgia.
Actualmente, lo social recae en el canto poético de Liqokeli. Con su poesía individualista, audaz y sincera centra sus cavilaciones en lo humano. Su posición directa, por ejemplo, hacia lo político, lo muestra en muchos de sus versos cargados de preocupación. “Es hora de revisar prioridades, / es hora de reflexionar sobre lo que te impide prosperar”, escribe haciendo referencia a las trabas burocráticas de su país. En ese mismo poema se enfrenta a los dirigentes. “Políticos, / pensad en eso, / y vais a tener entonces nuestros votos, / recibiréis los votos de todo un ejército de muertos / para vuestro feliz futuro”, recrimina en el final de un poema sin título.
La antología Poesía georgiana contemporánea (Huerga y Fierro Editores) demuestra el poderío poético de las voces femeninas en temas sociales y de actualidad, pero también en la elevación de la palabra a un espacio reflexivo, capaz de apoyarse en la historia o la mitología. La propia traductora de la obra referencia un posible "boom de poetas georgianas" afirmando que podría existir siempre y cuando se considere el boom como un “descubrimiento y reconocimiento del valor literario de autores de época”.