La película, tras pasar por las salas (donde se puede disfrutar todavía), llegó a Netflix el pasado 4 de enero. Fue la plataforma la que le dio a Bayona la libertad para realizar el filme en español, con actores argentinos y uruguayos y poder plasmar todo lo que había ido recopilando en las numerosas reuniones que tuvo con los supervivientes y sus familias. Ahora que todo el mundo habla de La sociedad de la nieve, es el momento para que Juan Antonio Bayona desgrane la anatomía de cuatro de las escenas más importantes de un filme que opta a 13 premios Goya y se encuentra en todas las quinielas para lograr la nominación al Oscar como Mejor película internacional.
Una lección de puesta en escena en la que Bayona demuestra su perfeccionismo y compromiso con la fidelidad a la historia real, pero también su capacidad de tener en mente cada fotograma. Desde las escenas más espectaculares (como el accidente o la avalancha) a las más íntimas (como esa discusión ética sobre si se deben comer los unos a los otros), en todas deja claro que esta película es algo personal para él.
“Un reto narrativo y un reto técnico”. Así describe Bayona esta escena que llega pronto en la película y que ya deja claro la experiencia física e inmersiva a la que se va enfrentar el espectador. Una escena crucial en la trama que se beneficia de la decisión del director de apostar por efectos visuales prácticos en vez del CGI. Bayona explica cómo se usó un entramado de cuerdas para que los actores saltaran por los aires, o cómo unos muñecos realizados por los especialistas David Martí y Montse Ribé sustituían a los actores en las escenas donde iban siendo aplastados.
Un ejercicio de montaje y sonido que te mete de lleno en ese accidente y que también supuso un reto narrativo, ya que investigaron mucho para saber cómo había ocurrido realmente para recrearlo de una manera fidedigna. El resultado, una escena realmente impactante.
Uno de los momentos más intensos dramáticamente llega cuando el grupo debe hacer frente a una decisión fundamental, comerse los restos de los compañeros muertos para sobrevivir. Era una escena clave, y por tanto Bayona se acuerda perfectamente de ella: “La 82”. Por primera vez se habla de usar esos cuerpos. Un drama moral que para Bayona supuso un reto a nivel de dirección de actores. Hablaron con los supervivientes y descifraron lo que había pasado en aquel momento.
Cada mañana el reto era brutal, “un plano con 29 personas, era extremadamente complejo”. Tardó mucho en escribirse y se ensayó muchísimo hasta plasmar en unos minutos toda la tensión entre los personajes que debía contar, por miradas y montaje, las relaciones entre ellos; e incluso mostrar un contexto social del momento y el conflicto ético que suponía. Una escena menos técnica, pero igual de complicada.
Otra de esas escenas que se quedan grabadas en la memoria del espectador es la de la avalancha, una escena que, como dice Bayona, es “casi cruel”. Tras muchos días, tras sufrir un accidente, tras tener que comerse a sus compañeros y tras un momento de felicidad momentánea, de nuevo la montaña se vuelve contra ellos. Una escena que se rodó, de nuevo, apostando por efectos prácticos, empezando por ese aire a presión que les lanza unas maletas de goma.
El director cuenta el secreto del rodaje de una escena muy importante que se hizo en un espacio diminuto donde los actores estaban escondidos y tapados con nieve real –para Bayona era fundamental el realismo de la nieve porque “la nieve artificial no funcionaba”–. Se les fue dando la orden para salir e ir rodando en un decorado donde, en 14 metros, tuvieron que situar a “19 actores, 8 ‘dummies’ y un equipo de cámara” y coreografiar todo. Un espacio tan reducido que hasta los actores limpiaban las lentes de las cámaras para seguir rodando sin paralizar todo.
Uno de los mayores retos de la película fue rodar en la montaña de forma real. La sociedad de la nieve se grabó en Sierra Nevada, pero también en Los Andes. Todo se funde en un trabajo excelente de efectos visuales de Laura Pedro y Felix Bergés. Actores colgados con cables, cámaras llevadas en esquís para acercarse, mezcla de platós, escenarios reales, pantallas leds… Lo importante era que el espectador sintiera la inmensidad de la montaña.
Una escena épica que también esconde un momento íntimo que es uno de los favoritos de Bayona, cuando los protagonistas en vez de desesperarse se sientan en un momento de pausa. “Se tuvo que rodar en 15 minutos”, dice el director, que da un consejo para estudiantes de cine: “Id siempre vosotros a localizar”. Otro detalle de lo minucioso del trabajo, borrar cada reflejo de las gafas para que no se viera a ningún técnico en ellas. Un trabajo “muy complicado pero con mucha improvisación para que la película fuera orgánica como quería”.