“Aquí rodé La flor de mi secreto, y en los bajos había una de las discotecas más famosas en los 80”, comenta cuando entra en el edificio. No hay nada que escape al encanto de su cine y sus historias. Con ellas ha contado, de alguna forma, la historia reciente de España.
También la historia de aquellos que no contaban para la sociedad. “Mucho antes de que las mujeres, los homosexuales, las trans, nos hartáramos en masa del miserable lugar que teníamos en la historia, Pedro ya nos había hecho heroínas. Ya había reivindicado el derecho a inventarnos a nosotras mismas”, dijo la cineasta Lucrecia Martel de su cine cuando le entregó el León de Oro honorífico hace unos años.
El mismo premio, sin lo de honorífico, lo ha recibido este 2024 por La habitación de al lado, su primera película en inglés y protagonizada por Julianne Moore y Tilda Swinton. Un emocionante drama, austero y sobrecogedor, donde como siempre está presente su componente político. Hay en ella una reivindicación de la muerte digna, de la amistad femenina y sobre todo de la empatía en tiempos convulsos y de auge de la extrema derecha y el negacionismo.
La película se estrena después de ganar el León de Oro, ha recibido el Premio Donostia… ¿Es un momento dulce para Pedro Almodóvar?
Estoy en un momento vertiginoso, porque al haber terminado la película con tiempo para ir a Venecia, y como todos los estrenos se aglutinan en estos tres meses, estoy de un lado para otro. No me estoy ni enterando de lo que está pasando en España, y creo que están pasando muchas cosas, porque desde hace más de mes y medio no estoy aquí. En cuanto a cómo me perciben los demás, pues por una vez… bueno, ha habido alguna otra vez, pero parece que está cayendo bien lo que digo. Uno nunca sabe cómo va a caer ni la película ni tu propio discurso. Hay veces que las cosas te vienen de frente y otras veces que vienen a favor. Ahora digamos que todo es muy favorable.
Es su primera película en inglés, ¿había una presión extra y este recibimiento ayuda a estar más tranquilo?
Sí. He estado ya en cuatro festivales a lo largo de este mes y medio y tengo bastante información acerca de cómo recibe el público la película. Distintos públicos de distintas culturas. Y la verdad es que la gente sale muy, muy, muy emocionada. Lo de los 18 minutos de ovación de Venecia se ha repetido en el resto de lugares donde hemos estado. No por cantidad, pero sí por intensidad. Eso me tranquiliza un poco, porque yo siempre cuando estreno una película, y esta es la número 23, siempre me pregunto, ¿y esto ahora a quién le va a interesar? Esa incertidumbre forma parte de nuestro trabajo. Todos estos festivales me han tranquilizado un poco, aunque la hora de verdad, la hora de la verdad será a partir de este viernes.
En las entrevistas por El último sueño, su libro de relatos, decía que se encontraba en un momento de misantropía, ¿este cariño reciente le está rescatando de esa misantropía?
Ahora no estoy solo porque no estoy en casa. Entonces, esa misantropía desaparece en el momento en que estoy rodeado de los actores. Estoy en un momento social, absolutamente social, pero hay momentos, también por mi trabajo, sobre todo cuando estoy escribiendo, en los que necesito aislarme. Eso, y el paso del tiempo, hace cada vez más incómodo salir, y poco a poco me he ido aislando más de lo deseable. Pero ahora, en los últimos meses, me he recuperado absolutamente. No tanto como en los 80, porque ahora los estímulos son otros, pero los hay. Los hay para mantenerte de pie y para hacer vida social.
Es la primera vez que en EEUU van a ver una película de Almodóvar sin subtítulos.
Yo pensaba que eso es una ventaja, pero no lo sé todavía. Cuando se estrene tendré ya toda la información. En principio creía que es una ventaja porque no van a tener un intermediario como es el subtítulo. El otro día, en el New York Film Festival, había 3.000 personas y la entendieron perfectamente. Aplaudieron. Pero a ver qué pasa cuando se enfrente con su público natural. El guion ha pasado bastantes filtros. Yo lo he escrito en español, pero además de la primera traducción, ha pasado dos o tres filtros después para que eso estuviera muy ajustado, que no hubiera ninguna palabra que no sonara a un inglés real y de ahora mismo.
El director tiene la capacidad, y el poder enorme, de imponer su mentalidad y su punto de vista acerca de determinados temas que no necesariamente son el punto de vista común
Pero también es cierto que yo escribo de un modo particular. Las mujeres no le dicen en lo alto de la escalera al marido: “¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?” No lo dicen. No son tan sofisticadas. Lo que dicen es: “Hijo de la gran puta, quédate aquí, que tenemos que resolver esto”. Ni tampoco las transexuales dicen cosas como las que decía Agrado en Todo sobre mi madre, “la mujer es mucho más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Eso es de un guionista. Entonces yo ahora mismo me pregunto si eso que es específico mío y que se ha traducido, creo que en muy buen inglés, espero que sin perder el origen que soy yo. A ver cómo se entiende allí.
Es uno de esos directores que se convierten en adjetivo, la gente dice que algo es almodovariano…
Suele ser para mal…
¿Pero será un orgullo también?
Yo he dicho muchas veces también ‘berlanguiano’ y no creo que Luis se molestara por eso. Tengo la impresión de que cuando se refieren a algo ‘almodovariano’ se refieren a las partes más llamativas de mi personalidad y de mi cine, y tengo más partes que esas. Llevo 44 años haciendo películas. Esta es la 23. Eso también significa que las películas han llegado al público, y que el público las ha hecho suyas. Yo he visto desde baldosas con frases de mis películas a multitud de objetos de artistas menores que han cogido cosas de mis películas. La primera vez que sentí que me había convertido en un autor pop, o popular, fue hace un año, cuando alguien me trajo un video de un pueblo que no conozco en Córdoba, de una fiesta donde el dresscode era vestirte de una película de Almodóvar. Entonces hubo naturalmente el chico que se puso el pelucón rubio y los tacones e hizo de Miguel en Tacones lejanos y cantó Un año de amor, hubo la monja, hubo todo… Ahí dije, pues esto ya es cultura popular.
Cuando le dieron el Feroz de Honor dio una masterclass multitudinaria y la mayor parte de la gente era joven, ¿le sorprende ser un icono para gente que a lo mejor tiene 40 años menos que usted?
Afortunadamente, ha ocurrido así, porque el tiempo es muy cruel con todo, también con las películas. Ahí hay un efecto positivo, que no todos son así, de las plataformas, que han comprado todas mis películas. También mi hermano se encargó de restaurarlas todas y la gente joven las ha estado viendo. Cuando hago presentaciones, o firmo algo, hay mucha gente de 20 años y yo siempre me pregunto, pero dónde habrán visto mis películas, porque no estaban cando hice Pepi, Luci, Bom; ni Matador; ni Mujeres… Pero las han visto y conecta con ellos, eso es una cosa maravillosa cuando ocurre.
Había también muchas mujeres trans. En su cine, antes de que hubiera una ley incluso, una mujer trans hacía de una mujer cis, y al revés. No había ninguna norma. Fue un pionero.
Y sobre todo que en mis películas el problema no era que fueran trans. Era que tenían un hermano, un novio, o una novia determinada, problemas que tenían los otros seres humanos que no eran trans. La transexualidad era un elemento más del personaje, pero no era el problema. Eso es un poder que tenemos los directores, o por lo menos los que escribimos nuestras historias y nos las producimos, que comprendo que eso es un privilegio, y es que impones tu punto de vista. Yo no pedía permiso para hacer una película de monjas que además se drogan porque quieren estar en la profundidad de las mujeres a las que recogen. No pedía permiso, yo las hacía y después me enfrentaba a lo que ocurriera.
El director tiene la capacidad, y es un poder enorme, de imponer su mentalidad y su punto de vista acerca de determinados temas que no necesariamente son el punto de vista común. Yo tenía muy claro que había muchas cosas con las que no coincidía con el resto de españoles, pero yo mismo me di la tarjeta de director, porque no fui a ninguna escuela. Compré una buena cámara de Super 8, hice películas y dije: “Soy director”. Hablé de las cosas según las veía y según mi opinión acerca de ellas. Las mujeres trans estaban en Madrid, estaban en mi vida, y yo hablaba de todo lo que estaba viendo.
¿Siente que el tiempo le ha dado la razón de alguna forma?
Hay aspectos que yo trataba que eran muy escabrosos en los años 80. Todo lo referente a la sexualidad y al género, y que ahora sin llegar a normalizarse del todo sí que se abordan de un modo mucho más sano, mucho más humano. Por ejemplo, el hecho de la transexualidad. Yo recuerdo perfectamente las históricas, la de los años 70, y realmente había muy pocos lugares donde ir, tenían la calle y poco más. Ahora mismo una transexual joven, hombre o mujer, lo hace dentro de la familia, dentro de su colegio, con las mismas amistades que tiene de adolescente. Eso sí ha cambiado de un modo radical. A pesar de que naturalmente haya gente en contra de la ley trans, porque seguimos siendo un país polarizado.
Pero los aspectos relacionados con el género, sobre todo también por el empuje que le dan la gente joven, que se lo plantea de un modo totalmente distinto a como nos lo planteábamos en los 70 y en los 80. No es solo la transexualidad. Hay mucha gente que no quiere definirse ni masculino ni femenino, porque no importa, no se identifica con ninguno de los dos roles que han estado establecidos hasta ahora. Afortunadamente, ahora se respeta también el no binario y todas las demás opciones. Hay un momento después en la vida que tienes que decidir quién eres y cómo eres, pero está muy bien que la gente muy joven se plantee distintas posibilidades.
Otro poder del director es alzar la voz, usar el micrófono que tiene. Lo ha demostrado en los discursos de Venecia o San Sebastián, ¿alguna vez se ha planteado no hacerlo o le han podido afectar comentarios al respecto?
A veces es complejo, porque nosotros también hacemos campaña por las películas. No como los políticos, pero también la hacemos y hay cosas de las que a lo mejor no conviene hablar porque eso va a hacer que haya un sector de la población que no vaya a ir a ver la película. Yo nunca pienso eso. Cuando son temas importantes, que son los que he tratado en estos festivales, naturalmente doy mi opinión y además la doy con toda la fuerza que me permite el micrófono que tengo delante. Porque hay ese dicho de que los artistas no deben posicionarse políticamente. Eso es una barbaridad. Como si los artistas no fueran seres humanos. Los artistas se ponen enfermos, van al médico, cantan, bailan, son felices o son infelices y les afectan las leyes que rigen en su país, ¿cómo no vas a tener derecho a opinar sobre algo que tu vecino si tiene derecho a manifestarse? Eso es una barbaridad.
Me acuerdo perfectamente que esto ocurrió sobre todo después del 2004, que ese sí fue el momento donde España se polarizó. Yo venía de los 70, de los 80, de los 90, y creíamos que estábamos en una democracia absoluta, con acceso a todo tipo de libertades. Y de pronto, en el 2004, cuando la cosa se torció y no salió el Partido Popular, esa es la primera vez que a mí me han insultado en la calle llamándome rojo y maricón, que yo eso pensaba que había desaparecido ya del lenguaje. Era la primera vez que España realmente se polarizó de un modo muy violento, sobre todo por la ferocidad de la derecha.
Fue el momento del No a la guerra, y yo recuerdo haber oído a más de un artista en la televisión decir que se arrepentían de haber apoyado el 'No a la guerra'. Yo me siento muy orgulloso de aquella gala. Me da envidia que fueran Animalario y no yo quien se inventó la gala. Yo me sentía muy orgulloso de ese no rotundo del cine español a la guerra. Pero supongo que hubo artistas a los que se lo hicieron pagar o reflexionaron acerca de lo idóneo de posicionarte o no. Yo creo que hay que posicionarse. Tampoco creo que estés obligado, que haya una ley que diga que si eres famoso tienes que decirme qué piensas de tal cosa. A lo mejor es que no tienes mucha idea, pero desde luego que el derecho a decir lo que piensas y a posicionarte nos asiste como a cualquier ciudadano.
Ha mencionado esos insultos en 2004, pero es que vuelven a estar en la calle, ¿le da miedo?
Es que fue exactamente en 2004. Yendo a casa. Ese no era el país en el que había estado viviendo hasta el día antes. Y ahora también, ambas cosas siguen siendo un insulto. En el terreno del género la sociedad española ha avanzado mucho, pero en el terreno político desde ese momento se ha polarizado más. La atmósfera que se crea en el Parlamento, que es el máximo órgano de representación, es terrible, es terrorífica. Eso está impregnando a la vida española de una actitud que no nos corresponde. Madrid siempre ha sido una ciudad muy amable, muy abierta y de pronto oyes hablar en el Parlamento a los políticos y te da miedo pensar en qué país vivimos. Yo me lamento de que se haya recuperado ese insulto de nuevo. Ahora hay gente que tiene un autobús y decide quién es hombre y quién es mujer y quién es niño, quién es niña… ¿En base a qué? Todo eso es un retroceso, un retroceso es real, pero que convive también con un desarrollo de todo y de nuestra vida en general.
Uniéndolo con La habitación de al lado, uno de los temas de la película es la empatía, un término que muchos pueden calificar ahora mismo hasta de ñoño. ¿Es revolucionaria la empatía en estos momentos?
Absolutamente. Sí, yo creo que es absolutamente nuevo y tiene un carácter mucho más fuerte que en cualquier otro momento, porque cuando hablamos de empatía hablamos de ayudar a los demás. Yo no soy católico, pero vamos, eso está en uno de los diez mandamientos. La película trata justamente de una mujer que va a morir por decisión propia y que le pide a una amiga que la acompañe en esas últimas semanas. La amiga se lo pone muy difícil, pero accede. Creo que hay un momento en que lo único que podemos darle a las personas que están con verdaderos problemas, como el personaje de Tilda Swinton, es acompañarles. Estar al lado. Ni siquiera hablar, estar escuchando. Estar al lado es esencial, y creo que es lo mejor que podemos hacer con las personas que queremos o que nos necesitan.
El tema de los audios (del rey emérito) se está tratando en los programas del corazón, y el lugar donde debería estar es en el Parlamento, pero allí el PP está hablando de ETA. Eso no puede ser
El discurso de Venecia fue por las cosas que estaba oyendo que se dicen acerca de los inmigrantes, porque pensando en gente que necesita ayuda, tenemos muchísima en España, pero desde luego los niños no acompañados, y me niego a decir el nombre por el que los califican. Que se les trate como un peligro, como enemigos para nuestro país, me parece una barbaridad. El mensaje en este momento es: “Ayuda, haz lo que puedas, porque hay mucha gente que lo necesita”. En el caso de la película también está la eutanasia, que yo creo que es un derecho fundamental del ser humano. El ser humano debe ser dueño de su vida y también debe ser dueño de su muerte. Cuando lo que te ofrece la vida es un dolor inmenso y sin fin, creo que en ese momento el individuo debe tener ese derecho. Naturalmente, eso choca con un montón de creencias, pero esa es mi opinión, que debemos ser dueños de nuestra vida. Y en el caso de que vayan las cosas mal, también de decidir cuando nos vamos.
Voy a sonar trascendental, pero, ¿piensa mucho en la muerte?
Sí, pienso mucho en la muerte. La primera vez que pensé en serio en ella fue en Matador. No entendía muy bien ese concepto, así que me dije, “voy a abordarlo”. Pienso frecuentemente en la muerte y sobre todo en el paso del tiempo y en que cada vez me queda menos. En La Mancha hay una enorme cultura sobre la muerte, muy rica, pero es una cultura básicamente femenina. Mis hermanas las han heredado de mi madre, pero yo no lo he compartido con ellas. A mí me encantaría.
En La habitación de al lado está esa frase sobre cómo la unión del liberalismo más salvaje y la ultraderecha van a acabar con el mundo. La dice John Turturro, ¿es una preocupación también de Pedro Almodóvar?
Sí, absolutamente. Vamos a ver qué ocurre en las elecciones de EEUU, pero es que podría ser el fin de este planeta, porque los que pueden ganar son negacionistas, y las decisiones que tomarían serían las opuestas a las que hay que tomar, así que claro que me preocupa mucho la supervivencia.
Estamos en la redacción de elDiario.es, ¿los medios son también responsables de lo que está ocurriendo?
La prensa yo creo que está aterrorizada ante la idea de quedarse sin lectores. Ya es un hecho, en el papel sobreviven muy pocos. Y es un hecho también en los medios digitales. Entonces se ha optado por el sensacionalismo. Desgraciadamente ha sido así para tener más visitas. En el sensacionalismo cabe todo lo peor. Esto es un programa cultural, gracias elDiario.es, pero ahora es mucho más difícil que antes saber qué película ponen, qué espectáculo ponen. No hay ya crítica de cine, muy poca. O de teatro, casi inexistente. La cultura para los medios de comunicación, no existe. Entonces se les presta oído a otros temas que son de origen sensacionalista.
Ahora mismo que acabo de volver a España y estoy todavía un poco atónito ante lo poco que estoy viendo y oyendo. Hay un tema en la calle que yo nada más aterrizar me he chocado con él, que tiene que ver con los audios famosos. Veo que eso, por ejemplo, se está tratando en los programas del corazón. Se está poniendo el foco rosa sobre ese problema que es descomunal, y el lugar donde debería estar es en el Parlamento. Yo es que recuerdo que el mismo día que llegué de Nueva York y me enteré de los audios, pongo la televisión y veo que el Partido Popular está hablando de ETA. Eso no puede ser. Es ahí donde tiene que estar el problema, que se supone que es grande… hablar de ETA no tiene ni pies ni cabeza. Entonces, ¿han influido los medios? Claro que han influido muchísimo. Medios independientes sois muy pocos.
¿Puede cambiar algo el cine, o es naif pensar eso?
A mí se me ha acercado gente desde el principio, desde los años 80, para agradecerme que su vida ha cambiado viendo una película mía. Lo primero que les digo es, ¿pero te la ha cambiado para bien?, porque menuda responsabilidad. Sobre todo ocurrió después de La ley del deseo. Cuando te dicen algo es muy halagador, pero es de un modo individual. El cine sirve para muchísimas cosas, y muy importantes, pero para solucionar un problema como la guerra del Líbano o de Ucrania o de Gaza, no. Desgraciadamente creo que no hay películas que cambien esa realidad, tenemos que pedírselo a otras personas, a las potencias que tienen opción de veto en la ONU. Pero de todos modos, eso no quiere decir que no haya que seguir firmando, luchando y saliendo a la calle.
Y seguir rodando. Decía en San Sebastián que no se imagina el futuro sin hacer películas… aunque fueran malas.
Eso lo he vuelto a pensar, porque he estado muy dicharachero en estos festivales. No sé si estoy dispuesto a hacer malas películas. Si se termina el ciclo creativo quiero darme cuenta, no quiero que me lo cuente nadie. Las películas te dan un placer enorme, te comunican unas emociones. Hablo de las películas siempre frente a una gran pantalla, donde tú eres mucho más pequeño que la pantalla y tienen la capacidad de hipnotizarte. Eso es una experiencia que yo no estoy dispuesto a renunciar a ella y espero que la gente joven la vaya descubriendo. Las películas sirven para mil cosas. Lo de la guerra lo dejo a un lado, pero yo seguiré haciendo cine, sobre todo porque era mi vocación más temprana y soy un afortunado porque me he podido dedicar a esto.
Vídeo de la entrevista completaVídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres