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Elena Manrique debuta con una sátira antirracista: “En cuanto criticas el capitalismo, te mencionan a Venezuela”

Lo aclara porque no es lo mismo, y porque a ella “todo lo que tiene que ver con la parte económica, con estar hablando con señores con corbatas”, no le gusta. “Me da pereza”, dice contundente. Uno descubre que esa sinceridad, con un punto de descaro, fresca y divertida, es la que se ha trasladado a su ópera prima, Fin de fiesta, un filme que ganó el premio Pilar Miró al mejor debut español en la pasada Seminci.

Una sátira que puede recordar a Ruben Östlund, pero que ella describe como “una película que comienza como una de Ken Loach y acaba como una de Gaspar Noé”. También con un plano final que es una revisión de Los santos inocentes. Una comedia sobre el encuentro entre una pijaza que encuentra en su finca un inmigrante ilegal. Y ahí comienza un retrato despiadado, pero sin ser maniqueo, de una clase social que confunde la caridad con la igualdad. Que son clasistas, pero que creen que no. Su Carmina ―maravillosamente interpretada por Sonia Barba― es un personaje que dice burradas, pero que nunca es definida como una villana al uso. Al revés, como una persona tan sola que es capaz de agarrarse a ese extraño que entra en su casa.

Manrique debuta en la dirección con más de 50 años. Había hecho antes algún trabajo (Cinema Verité, Verité) dentro de la primera edición de los Littlesecretfilmes, películas de bajo presupuesto que en 2013 nacieron con cierto ruido mediático. Ella, que no tiene ni un solo pelo en la lengua, aprovecha para recordar que “en la segunda edición, que es cuando hubo algo de dinero para las películas, misteriosamente no hubo ninguna mujer”. “Les monté un numerito. Escribí una carta en plan Scarlett O'Hara, diciendo que la indiferencia hacia nuestro trabajo es peor que la discriminación. La verdad es que yo no entiendo por qué les cuesta tanto, sobre todo a ciertas personas de cierta generación, a hombres de cierta edad, a los señoros, fijarse en el trabajo de las mujeres. Eso es una cosa muy dolorosa”, cuenta.

El guion lo escribió en la pandemia, en un momento personal delicado y con el auge de la extrema derecha acechando por todo el mundo. Por eso no se anda con medias tintas y explica que hay un sentimiento detrás de Fin de fiesta. “Estoy harta, pero de verdad, harta de este discurso del que se han apropiado algunos medios y del que se han apropiado algunos youtubers de la criminalización para hacer que la clase obrera tema al otro y al migrante. Ha habido siempre una solidaridad de clase entre las clases más humildes, y este ruido y toda esta fanfarria perversa les ha metido el discurso de que el otro viene a quitarles el trabajo”, dice.

Por eso subraya el arco narrativo de otro de sus personajes, Lupe, la criada de la señora de la casa, que al principio ve al migrante como alguien que viene a quitarles ese trabajo, pero cuando le pone nombre “se produce una empatía de clase, le aprecia, se conmueve y le quiere ayudar”. “Además, te voy a decir una cosa, la única cosa buena que tiene el capitalismo es que se regula solo. Si no hay trabajo, no vienen, ¿o a cuántos españoles has visto recogiendo fresas? La gente circula siempre, desde que la humanidad ha existido ha habido movimientos de población. Solo lo vas a poder parar consiguiendo que en todas partes la gente viva decentemente, y ya ni eso porque un fenómeno natural también provoca movimientos. Así que si eres un ser humano decente, lo único que puedes hacer es poner todo lo que esté en tu mano para que el que llegue viva mejor”.

Estoy harta de este discurso del que se han apropiado algunos medios y algunos youtubers de la criminalización para hacer que la clase obrera tema al migrante

Elena Manrique — Cineasta

Tanto en su película como en su discurso hay una crítica al capitalismo feroz. “Es que de verdad que no necesitas cinco Mercedes, que ya con cuatro vas bien. Que no necesitas cinco aviones privados, que con dos ya vale. ¿Qué clase de ser humano es usted que está untando a gobiernos para comprarse su quinto avión privado?, ¿para que un señor ejecutivo gane lo que no está escrito? Pero si, además, la economía es una ficción, que yo he decidido que este cojín vale una cantidad y lo sublimo a otro nivel. No creo en eso. Sabes que dicen que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, pues yo pido que imaginemos entre todos el fin del capitalismo atroz, al menos pido que hagamos ese esfuerzo, que lo intentemos. Pero claro, en cuanto hablas de eso, ya te hablan de Venezuela y de Stalin, que son ambos ejercicios fallidos de intentar buscar otra cosa. Y eso no quiere decir que lo justifique, pero tampoco que dejemos de buscar una alternativa”, añade.

Lo que su película subraya es que el racismo y el clasismo están íntimamente unidos, y ahí la directora plantea una hipótesis para evidenciarlo: “Imagínate por un momento que en vez de haber sido un africano pobre que viene en una patera hubiera sido un africano rico que viene a comprar los olivos de la señora. Hubiera habido también racismo, pero hubiera sido desde otro sitio. Cuando eres un inmigrante ilegal no solo eres un pobre, sino que encima estás racializado”. 

La película se escribió en 2020 y se estrena en 2025, y en este tiempo Elena Manrique cree que “el mundo es un sitio peor”, por eso sintió la necesidad de ofrecer un final optimista. También por eso tiene claro que el salto a la dirección no es un capricho. “Sé que no tengo 20 años y que no voy a poder hacer 200 películas, pero eso tampoco me interesa, quiero escoger bien mis proyectos. Estar 100% convencida de que las quiero hacer. No quiero hacer cualquier cosa porque a mí me ha llegado en un momento en el que tengo clarísimo lo que no quiero. Lo que quiero a veces se va modificando, pero lo que no quiero lo tengo muy claro”.

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