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“Sin Dover nunca habría tenido una banda”: cómo las hermanas Llanos invitaron a una generación a hacer la revolución feminista del rock

Entre su público se encontraban niñas y adolescentes a las que les alcanzó el sonido, las letras y la presencia de las hermanas Llanos cambiando su percepción de la música, mostrándoles unas posibilidades sobre lo que podían hacer y cómo podían ser que hasta entonces no habían encontrado a su alcance y acompañándolas hasta su adultez y su descubrimiento como feministas. Hablamos con seis de estas fans para reflexionar sobre cómo Dover transformó a una generación de punkis, grungeras, metaleras y hardcoretas.

Uno de los impactos más significativos que ha tenido la aparición de internet y las redes sociales ha sido en relación con el acceso y la distribución de música. En la década de los 90, los medios para descubrir nuevas bandas eran principalmente las cadenas de radio, algunos programas de televisión y, para quienes residieran en ciudades, las grandes superficies comerciales o tiendas de discos. Para salir de los circuitos de las discográficas y los sonidos más mainstream estaban radios y catálogos de tiendas especializadas, fanzines y festivales, pero muy especialmente funcionaban las redes de amistad. Estas reforzaban los lazos comunitarios que atraviesan los estilos musicales que se encuentran en los márgenes.

Te grabo una cinta

Para acceder a estos canales de intercambio, predecesores de las playlists y recomendaciones de Spotify, teníamos que tener la suerte de contar con una amistad que hubiera tenido un acceso previo a esa banda o sonido. Ese fue el caso de Violeta TS, integrante de bandas como Rata Negra y Miss España. “Yo descubro el punk en el instituto básicamente porque me hago muy amiga de una chica americana y ella, al ser de fuera, tenía un contacto más cercano con la música que no era de España, cosa que en ese momento sin internet pues era algo muchísimo más complicado”, explica.

Violeta TS posa con la portada del disco 'Devil Came To Me' de Dover Violeta TS posa con la portada del disco 'Devil Came To Me' de Dover

“Su modus operandi era: ella descubría un grupo, me grababa una cinta y me la traía para que lo escuchase, y así fue como descubrí Dover y la verdad es que nos flipó, porque era un poco todo lo que estábamos buscando en ese momento”, añade. El caso de Violeta es un ejemplo de la mayoría de estos intercambios ―mixtapes caseras con los cedés que circulaban o recopilaciones de lo que sonaba en la radio―, pero en su caso contaba con un elemento subversivo en cuanto a los roles de género: este intercambio se hacía entre amigas.

El descubrimiento para las niñas y adolescentes de estilos musicales más underground, como el punk, el metal, el grunge o el hardcore punk, tradicionalmente más asociados a la masculinidad, era en muchos casos a través de hermanos mayores, compañeros de clase o parejas varones, y no porque ellos tuvieran un interés natural en estos estilos, sino porque su acceso estaba más normalizado y formaba incluso parte de su socialización adolescente, como recuerdan investigaciones como Masculinity and skill acquisition in the adolescent rock band de Anne Clawson. Este fue el caso de Anxela Baltar, cantante y guitarrista de Bala y gestora cultural, a la que su hermano mayor le descubrió Dover, como había hecho con muchas otras bandas.

El poder de la radio comercial

Para Begoña I., cantante de bandas de punk y profesora de inglés, su descubrimiento vino a través de una radio comercial y le marcó tanto que asegura recordarlo a la perfección: “Tenía 10 años, estaba en el coche saliendo del parking de un supermercado y encendimos la radio, estaba sonando [la canción] Cherry Lee en Los 40, era 1999. Necesitaba volver a escucharlo, así que estuve pegada a la radio toda la tarde hasta que salió”.

Para quienes no tenían estas redes de amistad o familia con las que descubrir estos estilos de música, que Dover entrara en los circuitos comerciales fue decisivo y, como analiza Begoña, por una cuestión de género pero también de edad, para ella fue “fundamental que saliera en el mainstream”: “No habría podido encontrarles si no hubieran salido en la tele o en la radio. Una niña con tan pocos medios y sin hermano mayor como era mi caso no habría podido encontrar a Dover sola. Es que el underground está muy poco accesible y les está muy vetado a los niños, pero sobre todo a las niñas”, asegura.

Así, Dover se instauró en las pandillas de muchas jóvenes y ahora eran ellas las que compartían entre su grupo, como parte del intercambio musical entre iguales propio de la adolescencia, a esta banda. Según recuerda Anxela Baltar, su grupo de amigas era muy dispar en cuanto a gustos musicales, pero Dover era una banda que las unía a todas. Sara Cots, integrante de Saltamarges records, del colectivo ATV y colaboradora del Actitud Fest, describe “una fiebre colectiva” en su pueblo en torno a Dover, mostrando así cómo esta banda se coló en la cotidianeidad de niñas y adolescentes llegando muchas de ellas, como el caso de Sara y Begoña, a estudiar inglés con sus canciones. Pero, como afirma esta última, el impacto de Dover no quedaba circunscrito a sus estribillos, canciones, actuaciones y discos: “Dover fue la madriguera de conejo que me llevó a explorar todo mi nicho de adulta”.

Yo también puedo

“¿Una chica cantando con ese ruido de guitarras? Veníamos de la fiebre Spice Girls y el girl power que estas promovían, ¡por supuesto que me llamó la atención! Yo creo que lo que me atrajo más fue lo diferente que era a todo el mainstream que sonaba en ese momento”, afirma Sara. La década de los noventa y los primeros dos mil fueron para el mainstream los años de las Spice Girls y de Britney Spears, y aunque, como recuerda esta profesional del sector musical, se colara un mensaje de “girl power”, este representaba una forma de feminidad y de empoderamiento femenino con el que no todas se sentían representadas, tanto por su expresión como por su contenido. Y Dover suponía una propuesta alternativa.

Gemma del Valle, cofundadora de Subterfuge Records y responsable de comunicación durante los años en que se convirtieron en un fenómeno de masas, entiende el impacto que causaron en el mainstream “dos mujeres fuertes con sendas guitarras que llegaban allí sin pedir perdón y sin pedir permiso, sin buscar la aprobación, dando lo mejor de sí mismas”. “Las sonrisas a su cara solo llegaban en momentos muy concretos de comunión con el público. Representaban todo el sentir de una generación. De hecho, marcaron a varias generaciones y descolocaron a la industria. Fue brutal. Formar parte de aquello y vivirlo desde dentro fue un auténtico privilegio para una persona para la que la música es lo más importante de su vida”, afirma para este medio.

“Una chica que cantaba, yo también, y que no estaba cantando lo que cantaban las demás chicas normales que salían por todos lados”, recuerda Begoña sobre Cristina Llanos. Para ella esta semejanza, musical pero también de género, y esta diferenciación respecto al papel de las mujeres del mainstream hizo que el mensaje le llegara como si estuviera diseñado especialmente para ella y le acercó a unos sonidos donde hasta entonces no se había visto reflejada. “Fue la primera vez que las guitarras me hablaron a mí directamente; antes de eso me parecían demasiado ajenas, como que no eran para mí, pero en ese momento, con Dover, todo cambió” recuerda.

Cristina Llanos en un concierto de Dover en Pamplona en noviembre de 1997 Cristina Llanos en un concierto de Dover en Pamplona en noviembre de 1997

Para aquellas que, como Rocío Santos Gil, activista feminista y periodista en La Poderío, ya estaban inmersas en esos estilos de música, supuso la oportunidad de sentirlos más propios y de reivindicarlos. “El rock era el género que más me ha gustado desde siempre y en esa época estaba rodeada de bandas mayoritariamente masculinas; pero cuando encontraba a grupos como Dover sentía que montar tu banda, cantar y tocar con rabia, pero también habitar el mundo con fuerza e independencia, eran posibilidades reales y cercanas. Amparo y Cristina Llanos rompían con una feminidad con la que no me encontraba cómoda y que yo no estaba dispuesta a asumir”.

Una de las conclusiones del ya clásico ensayo de Lauraine Leblanc Pretty in punk. Girls´gender resistance in a boys´subculture es que la visibilidad de mujeres formando parte de subculturas musicales tradicionalmente masculinizadas no solo favorece que otras se acerquen a estas subculturas, sino que también posibilitaba que las hagan suyas. Estas nuevas artistas, influidas por las mujeres sobre el escenario, crean sus propios proyectos y construyen identidades desde las que representarse y resistir a las prácticas heteropatriarcales tanto de la sociedad como de estas mismas subculturas.

Anxela Baltar, del grupo Bala Anxela Baltar, del grupo Bala

Anxela Baltar explica a elDiario.es cómo el hecho de acudir siendo adolescente a un concierto de Dover en el que las primeras filas estaban tomadas por otras chicas provocó que se cuestionara mandatos que había naturalizado de forma inconsciente. “¿Cómo que no puedo tocar la guitarra? ¿Cómo que no puedo cantar gritando? ¿Cómo que no puedo rasgar la voz? Pues mira, claro que puedo”. “Estoy convencida de que si no hubiera existido Dover yo ahora no tendría una banda, sin Dover no existiera Bala”, añade.

Algo similar le ocurrió a Monty Peiró antropóloga, música y autora del libro El diablo vino a mí: género, drogas y rock ´n´roll: “Me encantó su energía, sus estribillos, la voz rota de Cristina, el hecho de que fueran dos mujeres las líderes. Yo era una niña que quería tener una banda de rock y ellas me mostraron que era posible”.

Monty Peiró y Amparo Llanos (d) durante la presentación del libro 'El diablo vino a mí' Monty Peiró y Amparo Llanos (d) durante la presentación del libro 'El diablo vino a mí'

Esta ruptura de una feminidad pasiva y sonriente, así como la posibilidad de reclamar la rabia, el enfado y la rebeldía, arrastraba también a aquellas que no cantaban o tocaban instrumentos. “Dover puso en el horizonte a mujeres que de alguna forma dialogaban con lo que yo deseaba ser y escuchar. No sé si por la edad también, pero estaba descubriendo que ser cañera y poco complaciente era igual de legítimo, que no era algo reservado a los hombres”, reflexiona Rocío Santos Gil mostrando cómo Dover posibilitó que estas niñas y adolescentes pudieran encontrar un lugar propio en estos estilos musicales así como también una incipiente conciencia feminista.

Pero en el mainstream de los 90 también había propuestas como las de Alanis Morissette y muchas de las entrevistadas ya escuchaban, en el momento de descubrir a Dover, bandas más alternativas como Bikini Kill o The Muffs, y a artistas como Broody Dalle. “Nos llamaban muchísimo la atención las bandas que estaban lideradas por mujeres, pero no era nada fácil encontrar grupos liderados por mujeres en España”, recuerda Violeta TS, de Rata Negra. Es decir, el impacto en el caso de Dover se amplificaba porque era una propuesta cercana territorialmente, lo cual hacía más accesible acudir a uno de sus conciertos y, además, acercaba simbólicamente las posibilidades de transgresión de los roles de género que este grupo representaba.

Dover y el feminismo

“Con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de que sufrieron un machismo enorme en una época en la que era mucho más difícil denunciarlo de lo que es ahora”, reflexiona Monty Peiró. En su artículo Dover: feminismo e indie en la música popular española la doctora en musicología Sara Arenillas coincide con la antropóloga Monty Peiró cuando analiza el trato que recibió Dover por parte de la prensa musical. En esta, y según la investigadora, el reconocimiento se combinaba con una crítica realizada desde un esquema heteropatriarcal, paternalista, infantilizador y sexualizador, llegando en ocasiones a denostar tanto su música como su papel como creadoras.

En ese sentido, Gemma del Valle, que vivió directamente esta relación como responsable de prensa, considera que “algunos periodistas hombres que ocupaban ciertos lugares de poder en emisoras de radio, en periódicos importantes o en revistas, al ver que ellas no se doblegaban ante ellos, que no les pasaban ni una, las atacaron sin piedad”.

Una imagen promocional de Dover en 1999 Una imagen promocional de Dover en 1999

Violeta TS ha sentido ese trato también fuera de los circuitos de la prensa. “Cuando yo decía que escuchaba a Dover en mi entorno musical se lo tomaban a broma, sobre todo hombres que hacían música. Es un grupo que yo recuerdo con especial cariño, que formó parte de mi infancia y adolescencia y que para mí inició una búsqueda y me abrió una puerta a un terreno enorme, y con el tiempo me he dado cuenta de que ese 'tomárselo a broma' era una cuestión de género”.

En el citado artículo, Arenillas intuye una apuesta feminista en como las hermanas Llanos se preocupan por señalar como referentes propios bandas que contaban con mujeres entre sus filas como The Cramps; una posición que Amparo, la más visible de las hermanas tras la separación de Dover en 2016, ha mantenido y reforzando en sus diferentes apariciones.

Muchas de sus fans han descubierto que esa apuesta feminista de la que se habla en el artículo también estaba en ellas. “Para mí sin duda existe una relación en definirme como feminista de adulta y que me atrajera Dover cuando era más pequeña, aunque en ese momento no lo viera”, afirma la cantante y guitarrista de Bala. “Dover dejó una semilla de la que yo quizás fui consciente más tarde, una revolución interna que se haría efectiva unos años después”, concluye.

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