De repente los festivales volvían a mirar al cine español y Berlinale se convirtió en trampolín para otras películas como Las niñas, de Pilar Palomero, que logró años después la misma carrera que el filme de Carla Simón —pasar con éxito por aquí para luego ganar la Biznaga de Oro en Málaga y llegar a los Goya— o 20.000 especies de abejas, de Estíbaliz Urresola, que a pesar de ser una ópera prima compitió por el Oso de Oro. Entre medias, el histórico galardón para Alcarrás en 2022.
Este año la sensación al conocer la Sección Oficial de Berlinale fue agridulce, ya que no había ningún título español, pero sí que se encontraba uno en la sección paralela Panorama. Se trata de Sorda, ópera prima de Eva Libertad que lleva al largo el corto por el que estuvo nominada al Goya, en el que contaba los miedos y barreras que se encuentra una mujer sorda que decide ser madre. Ahora tiene el tiempo para desarrollarlo, y lo hace de la mano de su hermana, Miriam Garlo, sorda desde los siete años y protagonista del filme.
Sorda podría haber estado perfectamente en Sección Oficial de Berlín, es una película inteligente, delicada, que no subraya y que presenta dos personajes centrales complejos y contradictorios, tanto su protagonista como ese marido oyente al que interpreta con una ternura conmovedora Álvaro Cervantes. Una película que, perfectamente, podría seguir el destino de los otros filmes citados, ya que en un mes acudirá al Festival de Málaga y podría tener una larga y merecida temporada de premios.
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La acogida en Berlín ha sido muy positiva. Horas antes de presentar por primera vez el filme en público, Eva Libertad y Miriam Garlo atendían a los periodistas españolas y explicaban como el corto acabó quedándoseles, irónicamente, corto. “Nos quedamos con muchísimas ganas de seguir trabajando juntas, y yo como directora y guionista me quedé con la sensación de que quedaba mucho por contar. Además, en los encuentros con el público, el público también nos pedía más, así que nos lanzamos a hacer el largo y hemos podido profundizar más en ese vínculo entre el mundo oyente y el mundo sordo, que es donde nacen las ganas y el deseo de contar esta película. Miriam y yo siempre decimos que llevábamos toda la vida preparándonos para esto sin saberlo”, cuenta la directora.
Definen ser sorda como una identidad, igual que el ser oyente, algo que ya choca con cómo se concibe normalmente en una sociedad que solo pone barreras a la gente que no oye. Eva Libertad también aclara que nunca pensó en su protagonista como “una representante de las mujeres sordas” ni en que su película fuera “una tesis sobre la sordera”. “Para mí Miriam es hermana, actriz, artista, es madre de cuatro perras y además es sorda. La sordera es algo que atraviesa a la actriz. Pero sí que queríamos hacer un personaje singular, concreto, con sus luces, sus sombras, sus meteduras de pata y que no fuese una sorda ejemplar. Pero claro, sí que hay algo en eso que conforma nuestra identidad, que está conformada por un montón de capas y una es la sordera”, añade.
Miriam Garlo explica que ella y su hermana llevan mucho tiempo poniendo sus “mundos interiores de acuerdo para conocerse mejor”. “Ella, desde su identidad oyente, lo tiene un poco más fácil y yo también, porque al haber estado siempre con ella y al haber crecido juntas he aprendido a entender las necesidades de la comunidad oyente por imitación. Eso me ha hecho a mí, como persona sorda, ver que no podía encajar y que mis necesidades eran otras. Me ha hecho ir poquito a poco dándome cuenta de lo que significa ser sorda en un mundo que no está hecho para mí y he ido conociendo a más personas sordas”, continúa.
Las personas sordas sufrimos la violencia estructural e institucional en los servicios médicos durante la maternidad
Estar en esa comunidad sorda le ha enseñado, precisamente, “lo que se supone tener una identidad sorda, que no es más que vivir tu sordera desde un lugar positivo, bonito y de empoderamiento”. “Con esta película hemos podido profundizar y tratar de construir un puente que nos permita saber más, explicar más y que el público, tanto sordo como oyente, tenga más información para que podamos entendernos y convivir y también contaminarnos positivamente de nuestras diferencias, que luego tampoco estamos tan lejos”, dice la actriz.
La película muestra que las dificultades que la sociedad pone a las personas sordas se multiplican cuando entra en escena la maternidad. Miriam Garlo cuenta que la idea de incluirla nació porque ella misma se estaba planteando ser madre, y le contó a su hermana todas las dudas que tenía. Las pusieron en una lista, y muchas de ellas han nutrido el guion del filme.
“Ambas manejamos un punto de vista feminista de la vida y como tal nos parece que la maternidad es una experiencia vital muy importante para todas las mujeres, pero queríamos contarla especialmente para una mujer sorda por la violencia estructural e institucional en los servicios médicos. Lo que vienen siendo las barreras de comunicación, que esa es la violencia más fuerte que sufrimos las personas sordas. Y eso no deja de ser una violencia social. La sociedad podría repartir bien los recursos y que se hablara lengua de signos, lo que facilitaría que estuviésemos en igualdad de derechos, de oportunidades, de accesibilidad y de todo”, dice con contundencia.
Esa violencia se muestra en una escena dolorosa y dura, la de un parto en el que la madre no puede comunicarse con los médicos, con mascarillas y sin ninguna empatía hacia la mujer sorda a la que atienden. Una escena para la que se documentaron mucho. “Me basé en experiencias de madres sordas reales y os puedo asegurar que no puse las peores porque me parecía demasiado dramático y tampoco quería que la película fuese por ahí”, confiesa. Para dar verosimilitud usaron personal médico real, que interactuaron con los dos actores protagonistas para crear una escena “viva”. “Cuando salí del set y vi en los combos a las productoras llorando dije ‘bueno, algo tenemos ya”, recuerda la directora.
Sorda es una película que intenta abrir la mirada y que lo hizo desde el rodaje, donde se entregó un dossier sobre la sordera creado por la directora, se ofrecieron clases online de lengua de signos “para que el equipo tuviese nociones básicas para poder comunicarse con la comunidad sorda que aparece en la película” y que tuvo siempre mínimo a dos intérpretes.
La película consigue mostrar algo que subraya su protagonista, y es que “la sociedad es muy hostil hacia las personas sordas”. Pero su mirada es optimista: “Esta es una sociedad que da prioridad a las prisas, al trabajo, pero cuando das la oportunidad hay alguien detrás que tiene curiosidad y que quiere aprender porque además es bonito. En este caso, el equipo de trabajo, hizo ese esfuerzo y para mí supuso un lugar, una zona de confort, donde me encontraba protegida, arropada, validada, valorada. Ojalá siempre fuese así. No es tan difícil, pero falta todavía mucho por una cuestión de política, de intereses, pero el pesaje es que sí se puede”.