Su muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 4 de mayo en la pinacoteca madrileña, forma parte del ciclo Kora, con el que la institución propone dar visibilidad a trabajos realizados por artistas femeninas de la escena actual, con una perspectiva de género. Entre ellas, la granadina que recomienda a este periódico iniciar el recorrido de su propuesta subiendo hasta la segunda planta del centro. De ella ha extraído algunas piezas de la colección permanente, que ha sustituido por títulos de cosecha propia. Del mismo modo, dentro del espacio dedicado expresamente a su exposición, están los cuadros del museo que ha querido enfrentar con su producción, en los nuevos contextos que ha creado ad hoc para la exhibición.
Revelaciones el resultado de más de un año de trabajo junto a la comisaria Semíramis González, en el que pudieron visitar el Thyssen a puerta cerrada para ir armando el relato de la muestra, con María Magdalena como punto de partida.
“Uno de los episodios más importantes que vivió y del que fue testigo directo es la muerte de Cristo”, explica Marina Vargas, que indica que la palabra 'muerte', en arameo, lengua originaria de Cristo, significa “aparecer en otro lado”. Igual que las obras que ha trasladado de las paredes del museo. Una de las primeras en irrumpir en la colección es una manzana que tiene unas tijeras clavadas. “Esta es una manera de cortar las dudas, las miradas malintencionadas, la mala energía”, comenta.

Hércules en la corte de Onfalia, de Hans Cranach, es un cuadro que representa un episodio de la vida del mito griego que, tras asesinar a su amigo Ifito, fue vendido a la corte de la Reina Onfalia, en la que solo había mujeres, que le “impusieron castigos tópicamente femeninos”. En sustitución, la artista ha colocado una obra compuesta por manos que, en lengua de signos, expresan #SeAcabó, el hastag que surgió en apoyo a la futbolista Jenni Hermoso.
Una frase que se volverá a repetir dentro de la exposición Revelaciones, en la que Marina Vargas ha dedicado toda una pared a enunciados expresados en este mismo lenguaje. Entre ellas: “El patriarcado tiene a Dios de su parte” de Kate Millet, “No tengo miedo, he nacido para esto” de Juana de Arco, “Levántate o desaparecerás” de la pionera del body art Hannah Wilke y “Otra voz silenciada” de la teóloga feminista Cynthia Bourgeault.
Cuerpo, palabra, visiónDe nuevo en la primera planta del Thyssen, emerge Revelaciones, en la que el diálogo se realiza de forma opuesta. Las salas copadas por sus producciones están intervenidas por algunos lienzos de la colección del museo, estableciendo diálogos entre sí. Uno de los más especiales está ubicado hacia el final del recorrido, en el que un retrato de María Magdalena mira –como si cuidara– el autorretrato de Marina Vargas Noli me tangere (La incredulidad), en el que aparece ella misma tras haber sido sometida a una mastectomía. “Soy yo misma metiéndome los dedos en mi propia llaga, que es lo que para mí es el arte, meter los dedos en la llaga”, defiende la autora.

La granadina usa su arte para visibilizar la enfermedad, dar que hablar, mostrar, hacer físico, contar. Una de las tres salas que componen la muestra –cada una de un color–, dedicadas al cuerpo, la palabra y la visión, está estrechamente vinculada con el cáncer que ella misma padeció. Marina Vargas le dedica la visión porque “cuanta menos energía tienes, más se agudizan tus percepciones. Es algo instintivo. Muy animal y humano”.
En su estancia hay cangrejos, por ser el símbolo de cáncer, pero también por su naturaleza como “carroñeros, se comen todo lo muerto y eso los convierte en símbolo de limpieza y reencarnación”. En este espacio se encuentra una de las piezas más llamativas, y a su vez dolorosas: Exvotos, que está conformada por moldes usados de radioterapia, que ha forrado con pan de oro alemán, “para darle color a algo tan oscuro”.

“Al ir a radioterapia me sorprendió ver cómo algunas personas iban con este molde en la mano. Yo no lo tuve, porque mi cáncer era de mama, pero me llamó la atención como escultura”, recuerda la artista, que reconoce que no conocía la existencia de estas piezas, usadas para inmovilizar el cuerpo y que los rayos pasen únicamente donde tengan que dar al paciente. “Hay mucha desconexión con el cáncer, por eso empecé a hacer obra con la enfermedad. Hay ocultamiento porque también se castiga”, lamenta.
La artista ha elegido el color melocotón para la sala, siguiendo la propuesta de la activista del cáncer Charlotte Haley, que fue la primera en idear los lazos de este tono con los que, después de que su madre y su hija tuvieran cáncer, puso en marcha la recaudación de fondos para prevención e investigación. “Se popularizaron tanto que llegó una marca de cosméticos, Estée Lauder, y quiso comprarle la idea. Ella se negó a venderla, ya que dijo que era puro activismo, y decidieron cambiar el lazo al color rosa, que es algo que nos molesta mucho”, asegura Vargas.

“El rosa edulcora la enfermedad, la infantiliza, es una violencia en sí. Cuando estás en proceso de tratamiento, pierdes todo lo que tópicamente se considera femenino y todo se vuelve rosa. De repente hay un mes en el que las tiendas venden cosas rosas que no están hechas ni pensadas para las pacientes, y te das cuenta de cómo mercantilizan la enfermedad sin tener en cuenta a las enfermas”, critica la artista, que preside la Asociación Intra-Venus, con la que da apoyo y visibilidad a las creadoras con cáncer.
“El presente se volverá ayer”La sala dedicada al cuerpo la preside una escultura que entra en diálogo con La virgen del árbol seco, de Petrus Christus, pintado en 1465. Marina Vargas la ha confrontado con una escultura compuesta por una misma figura reinterpretando el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini, situada una encima de la otra, unidas por las cabezas de sus protagonistas. “El eje está formado por una columna energética. Una especie de yin y yang, con una pieza que ha acompañado mucho a lo largo de mi trayectoria, la piedad invertida o la madre muerta”, describe la artista, “la idea originaria venía de invertir los poderes, que fuera él quien la sostuviera a ella, para hablar de los cuidados, invertir esos papeles”.

La granadina ha incorporado en un breve pasillo un panel compuesto por bocetos, fotografías, imágenes y diagramas que formaron parte del proceso de ideación de la exposición: “Muy de taller y de cómo me enfrento yo al proyecto. Un cuerpo visual de cómo establezco las relaciones simbólicas que aparecen en momentos determinados de mi vida”. El desenlace de la muestra es una última sala de color negro, sin demasiada luz, y en la que se escucha la voz de la actriz María Botto de un texto escrito por Vargas.
“La familia también se elige”, “lo que se fue, se fue” y “no te aferres al presente porque pasará y se volverá ayer” son algunas de las frases que recita en el final de la muestra. Una vez cierre sus puertas en Madrid, la exposición viajará al Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro en México, donde se exhibirá entre septiembre de 2025 y enero de 2026.