Este año cambió el escenario, pero no la ciudad. Tercera edición de los Premios Talía, que han decidido mudarse del Teatro Español en la Plaza de Santa Ana del al Teatro Fernán Gómez en la Plaza de Colón. Tres ediciones, todas ellas en Madrid. Impresionante despliegue de alfombra roja a lo largo de toda la plaza, donde desde las ocho de la tarde actores, bailarines, cantantes, productores y demás profesionales de las artes escénicas desfilaron con sus mejores galas. La organización quiere glamour, y el gran aire de la plaza, la hermosa escultura de Jaume Plensa y la gran bandera de España que reina en la plaza contribuyeron a construir el escenario perfecto que la organización estaba buscando.
Comenzó la gala muy a la española, con el famoso Gracias por venir, de Lina Morgan, y Cayetana Guillén Cuervo, presidenta de la Academia de las Artes Escénicas y presentadora de la gala, bajando por las escaleras centrales del escenario. Después de unas breves palabras —“celebramos la dignidad, el amor, la excelencia y el trabajo bien hechos”—, Guillén Cuervo bajó a platea a besar a su madre, la actriz Gemma Cuervo. Puro Cayetana.

A partir de ahí, la gala cogió velocidad. Tenían que entregar 28 premios y el primero dejó claro dónde están los pesos del certamen: Mejor actriz de teatro musical para Marta Ribera, protagonista de Gypsy, el musical dirigido por Antonio Banderas. ¿El segundo premio? Para Aaron Cobos, por Gypsy. ¿Tercer premio? Mejor espectáculo musical para Gypsy. Pocas sorpresas. Antonio Banderas quiso agradecer a las más de cien personas necesarias para que el musical pueda representarse. El musical, que se estrenó en el teatro malagueño dirigido por el propio Banderas el 17 de octubre del año pasado, Teatro Soho CaixaBank, se llevó también el cuarto galardón destinado a los musicales: la dirección, que recayó en Arturo Díez Boscovich.
El primer galardón de teatro fue para una de las grandes: Amparo Pamplona, que está estupenda en el papel de la abuela de Andrea en el montaje del Centro Dramático Nacional sobre la adaptación de la novela de Carmen Laforet, Nada. Antonio Durán 'Morris', a sus 66 años, recogió el galardón masculino de reparto por 1936. Sería el primero de muchos, porque 1936 se llevó seis: actor secundario, iluminación, autoría, actor protagonista y el grande: el de mejor espectáculo.

El de autoría, que recayó en recayó en Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga, era un premio esperado por la alta calidad y complejidad textual de la obra: “Pensar sobre una guerra que nunca debió suceder es nuestra manera de seguir trabajando para la paz. Sigamos trabajando para la paz”, afirmó Juan Mayorga al recoger el galardón. Pero también se llevó el premio de Mejor dirección de escena. Se esperaba que recayese en uno de los artistas más internacionales, el coreógrafo Marcos Morau, por Afanador, pero quizá todavía no ha llegado el momento en que un director de escena de un espectáculo de danza pueda llevarse este galardón, considerado uno de los de más peso. Andrés Lima, quien no pudo recogerlo al estar trabajando en Uruguay, sí quiso dedicar el premio “a todos los que fueron torturados y asesinados durante la Guerra Civil y a las miles de personas que siguen desaparecidas”.

Pero la gran sorpresa llegó casi al final de la gala, justo después de que Aitana Sánchez-Gijón recogiera el premio a Mejor actriz protagonista por su papel en la obra de Florian Zeller, La madre. Fernando Guillén Cuervo dejó mostrar su sorpresa al leer el nombre del actor Juan Vinuesa. Vinuesa tuvo claras sus primeras palabras, que las dedicó a los otros dos nominados, José Sacristán y Ginés García Millán, “que son ya historia del teatro de este país”, recalcó, para de inmediato querer dedicarle también la obra a los españoles que siguen buscando a sus familiares desaparecidos: “Recordar no es dividir, tiene que ver más con reconocer y es el modo de caminar al futuro, con convivencia”, afirmó el actor, que también alabó el espíritu “no revanchista” del director Andrés Lima en este trabajo.

En danza, el gran ganador —aunque no se llevase el comentado premio a la dirección escénica— fue Marcos Morau, que se llevó los dos más importantes: Mejor coreografía y Mejor espectáculo de danza por Afanador. Los bailarines premiados quedaron en el mundo flamenco. El Mejor intérprete de danza recayó en Manuel Liñán por Muerta de amor. Patricia Guerrero se llevó el premio a Mejor intérprete femenina por Alter ego.
Para los premios líricos, la gala ideó una bonita idea: anunciarlos de manera cantada, con coro lírico incluido. Suscitó alguna cara extraña entre los propios nominados, que no sabían bien a quién se anunciaba. Sorprendió que triunfara la zarzuela sobre la ópera. La rosa del azafrán se hizo con dos galardones: Ángel Ruiz se llevó el premio a Mejor intérprete masculino de lírica y la propia zarzuela fue galardonada como Mejor espectáculo de lírica, por encima de las producciones del Teatro Real o el Teatro de la Maestranza.
Entre los premios “pequeños” destacaron dos por diferentes razones. El Premio a Estudios y Divulgación en las Artes Escénicas recayó en la librería Yorick, una pequeña tienda del barrio madrileño de Lavapiés que todo aficionado al teatro y la danza conoce. Su fundador, Carlos Gil, recogió el premio y alertó del peligro de continuidad de la propia Yorick ante una situación cada vez más difícil para las librerías. El otro premio fue el que se entregó a una de las compañías fundamentales de América: la compañía peruana Yuyachkani, que recibió el premio al Mejor espectáculo latinoamericano de artes escénicas por Discurso de promoción. La historia de esta compañía y su lucha por los pueblos originarios de América Latina son una de las pruebas del poder del arte en cambiar, si no el mundo, al menos la percepción y nuestra mirada sobre él.

Acabó la gala como empezó. Antonio Banderas recogió el Premio de Honor y prefirió leer: “Sabía que iba a estar abrumado, por eso he escrito esto”, manifestó. A partir de ahí, el actor explicó la labor de su teatro, el Teatro Soho CaixaBank de Málaga. Destacó que son una empresa privada sin ánimo de lucro: “No recibimos financiación pública, pero sí tenemos una función pública”, afirmó, para luego defender la descentralización de la producción escénica y el propio teatro como refugio del espíritu crítico y de la verdad: “Un ritual magnífico donde no predomina la inteligencia artificial, sino la inteligencia humana”, concluyó entre grandes aplausos.
Las autoridades estuvieron presentes al completo, si bien con sus segundas espadas. Asistieron Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, en representación del Gobierno de España; Jordi Martí, secretario de Estado de Cultura; y Paz Santa Cecilia, directora general del INAEM, en representación del Ministerio de Cultura; Mariano de Paco, consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, y Marta Rivera de la Cruz, delegada de Cultura del Ayuntamiento, representando a Madrid; e Isabel Blanco, vicepresidenta de Castilla y León, en representación de la comunidad, que entregó el Premio Extraordinario a tres grandes del teatro de su región: Helena Pimenta, Emilio Gutiérrez Caba y Ana Garcés.