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Afrontar el duelo en grupo tras un accidente laboral: “Estábamos atrapados en ese día y lo estamos superando”

Afrontar el duelo en grupo tras un accidente laboral: “Estábamos atrapados en ese día y lo estamos superando”

La asociación de víctimas AVAELA ha organizado un grupo en el que familiares y víctimas se acompañan en la pérdida: "Esto es muy duro y ayuda mucho hablar con personas que han pasado por lo mismo"

Cinco años de batalla judicial tras una muerte en el trabajo: “No puedes vivir el duelo porque te obligan a pasar por esto”

Vivir anclados a un día. A una jornada como otra cualquiera, en la que ellos o sus familiares se fueron a trabajar, pero en la que no regresaron a casa.

Porque tuvieron un accidente que les segó la vida o les dejó secuelas en la salud para siempre. Es la historia común (aunque invisible) de muchas familias en España, donde cada día mueren dos personas en el trabajo. Un grupo de víctimas se ha unido en un taller de duelo, organizado por la asociación AVAELA, donde están empezando a sanar el trauma. “Antes no podía ni hablar de ello”, sostiene Pedro Luque, que en 2010 se cayó al vacío desde un techo a nueve metros de altura. Tenía 40 años.

Cada víctima tiene su fecha. “Las personas que menos tiempo tienen son dos años de duelo, pero tenemos una participante con 19 años en el duelo”, explica Enrique López, miembro de AVAELA y uno de los “facilitadores” del grupo de autoayuda en Córdoba, compuesto por ocho participantes, dos hombres y seis mujeres. Pedro Luque es el único que sufrió el accidente en sus carnes, mientras que el resto perdieron a familiares en siniestros laborales.

Como el marido de Teresa Casillas, que murió con 55 años. “Un día se van por la mañana y no vuelven. Es un trauma que se queda ahí”, dice la viuda. “Escuchas mucho 'no le he dicho adiós' o 'no le he dicho te quiero'. No es mi caso, nos decíamos todos los días, y esa mañana, antes de fallecer, me escribió un WhatsApp y me lo dijo. Pero sientes que no te has despedido”, explica Casillas.

En AVAELA, una de las pocas asociaciones de víctimas de accidentes y enfermedades laborales en España, afincada en Andalucía, comprobaron que muchos de sus asociados estaban “muy marcados por esa experiencia”, atrapados en el siniestro laboral y con procesos de duelo complejos y muy largos, explica Enrique López, ya jubilado pero que trabajó más de 20 años en un centro psiquiátrico.

Por ello, organizaron una sesión sobre duelo en febrero del año pasado. “Fue muy positiva, vimos la necesidad que había y decidimos hacer algo más permanente”, explica Miguel Cruz, presidente de la asociación y que también ayuda como 'facilitador' en el taller, que se celebra una vez al mes en Córdoba. Lleva ya medio año en funcionamiento y no tiene fecha de cierre. Desde un primer grupo cerrado y pequeño, ahora se ha planteado la opción de abrir la experiencia a más personas interesadas.

La negación, la culpa y las batallas para lograr justicia

La mayoría de las personas que participan en el taller acuden a terapia psicológica o psiquiátrica, o han ido en el pasado, mientras que el grupo de autoayuda es otro espacio distinto, de acompañamiento y desahogo a través de las experiencias y los testimonios comunes de las propias víctimas. “Con un clima de confianza que se creó desde la primera sesión, se establece un diálogo muy rico. Las personas se sienten escuchadas, comprendidas, no se sienten juzgadas y esto hace que se relajen y, con libertad, afloran todas esas cosas que están viviendo por dentro”, explica Enrique López.

Entre las emociones más repetidas, López destaca el “pacto de silencio” que atenaza a muchas personas, incapaces de hablar del siniestro o incluso de sus familiares. “La mujer no le habla a sus hijos de su padre, por ejemplo. Que no puede porque le es muy complicado. Hay que pensar que en los accidentes de trabajo hay muchas víctimas jóvenes, que dejan hogares con hijos pequeños y un proyecto de vida truncado, son situaciones muy difíciles”, relata López. En el grupo de autoayuda, al compartir todas las personas el mismo contexto, ese silencio se desvanece con más facilidad, indica.

El hecho de que muchos accidentes se podrían haber evitado, “la mayoría si hubiera habido la prevención necesaria”, indica López, complica también la asimilación de lo sucedido. Es habitual “la negación”, aferrarse al familiar fallecido por ejemplo a través de sus objetos materiales. Una de las participantes del grupo mantenía la habituación de su hijo intacta, 19 años después del accidente laboral que le costó la vida. “En la última sesión, esta persona dijo: 'Por fin he quitado del armario la ropa de mi hijo”, explica Enrique López.

“La culpa” también acompaña muchos procesos de duelo. Culpa por no haber hecho algo más, por no haber evitado el siniestro, por discusiones o cuestiones que quedaron abiertas, por seguir sus vidas sin sus familiares e incluso sentimientos de culpa hacia la persona accidentada “por no haber tenido más cuidado”, explica López. En AVAELA recuerdan que en muchos casos al dolor de la pérdida se suman problemas económicos al desaparecer un salario en el hogar.

Me han preguntado mucho: '¿Y tú por qué te subiste ahí?' Lo primero, porque uno tiene hijos que alimentar y una hipoteca que pagar. Y lo segundo, que me subí sin saber lo que había debajo. Pero te sientes un poco como si tú eres el culpable de lo ocurrido

Pedro Luque — Víctima de una caída en altura

A Pedro Luque le han preguntado en varias ocasiones que por qué se subió a ese tejado así, sin línea de vida, sin apenas medidas de seguridad. “Me lo han preguntado muchas veces. Pues, primero, porque uno tiene familia e hijos que alimentar y una hipoteca que pagar. Y, segundo, que me subí allí sin saber realmente lo que había debajo. Si lo hubiera sabido, creo que no me habría subido”, indica. “Pero te sientes un poco como si tú eres el culpable de lo ocurrido”, lamenta Luque, que logró una condena para el empresario por la falta de prevención.

Teresa Casillas recuerda las palabras de su marido: “Niña, dos años más y lo dejo y nos vamos. Vendemos el piso y nos vamos a la playa”. Casillas explica que estaba enfrentando “bullying y lo estaban agobiando un montón”, por lo que ella le decía que dejara el trabajo. “Me decía: 'Bueno, vamos a esperar un poquito más'. Y fíjate. Es muy complicado”.

Casillas está inmersa en un proceso judicial para esclarecer el accidente laboral y reclama que se condene por responsabilidad a la empresa. “Necesito que se haga justicia. Por mi marido, por mis hijos, por los otros dos chicos que murieron en la misma fábrica poco antes que mi marido, por mí... Voy a llegar hasta el final”, dice la viuda. Las largas batallas en los tribunales también prolongan los duelos, al tener que estar rememorando lo sucedido durante años y, muchas veces, en juicios en los que las empresas tratan de responsabilizar a los accidentados.

“El dolor compartido duele menos”

Aunque parten de esta vivencia en común, el accidente de trabajo y sus consecuencias, el enfoque del grupo es superar el trauma, “soltar lastre”, avanzar en el duelo. “Aquí hablamos de que tenemos que continuar viviendo, qué cosas tenemos que sanar. El duelo es una herida grande que tenemos dentro y hay que ir curándola, la cura supone ir asumiendo la realidad”, explica Enrique López. Recordar a las víctimas desde lo positivo, no quedarse amarrados al accidente.

“Lo que no había conseguido en 15 años, en los que llevo en terapia, con tratamiento, lo estoy consiguiendo en este año”, celebra Pedro Luque. “Aquí hablamos de cosas que no le contamos a nadie”, añade. En el pasado, intentó quitarse la vida, algo sobre lo que apenas podía hablar con nadie y que en el grupo ha salido en varios testimonios. Ahora, gracias a los ánimos y el ejemplo de las participantes en el taller, está saliendo más a la calle y haciendo más cosas en la medida de sus posibilidades de movilidad, explica.

“El grupo ha encontrado un espacio de total libertad y confianza, están avanzando mucho, se sienten liberados”, destaca Enrique López. “Como dicen: el dolor compartido duele menos”. En AVAELA esperan que esta experiencia pueda replicarse con más grupos, “que salga de Córdoba”, dice Miguel Cruz.

“Veo por lo que ha pasado el resto, cómo lo estamos superando y salgo de allí diciendo: 'Vamos, Tere, que tú puedes con esto”. Tras casi tres años de silencio desde el accidente de su marido, ha vuelto a poner música en casa. “Él se fue y ya no va a volver. Está claro que está en mi corazón para siempre, pero la vida sigue. Hay que seguir viviendo”, reivindica Casillas.

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