La asociación que agrupa a los grandes fabricantes estadounidenses de ropa ve difícil que la producción vuelva a EEUU y asume que los más perjudicados serán los hogares con menos ingresos
Europa pone en la mira a Silicon Valley y la corte tecnológica de Trump en represalia a los aranceles
Estados Unidos ha cargado su batería de aranceles sobre aquellos países con los que mantiene una peor balanza comercial basándose en una fórmula que, según los expertos es “un cálculo de lo más absurdo”, que va a condenar a la economía global a más inflación y menos crecimiento.
Esos porcentajes recaen sobre unos países que son exportadores clave de materias primas tan relevantes para el sector primario como el café, el té o el arroz. Pero también es un duro varapalo para las grandes multinacionales estadounidenses, de sectores tan dispares como la producción textil, la tecnología o el automóvil que, en los últimos años, han visto el sudeste asiático como la pieza clave de su cadena de producción. Un dato como ejemplo, el emblema yanqui de las prendas de deporte, Nike, vio el jueves cómo sus acciones se desplomaron más de un 13% solo unas horas después del anuncio de Trump.
La Administración republicana ha venido a justificar que los países sobre los que recaen los aranceles llevan años beneficiándose de un modelo de producción de costes mucho más bajos. “Millones de empleos se han ido a otros países, más baratos, y ahora vamos a llevar las fábricas de vuelta a Estados Unidos”, justificó en una entrevista con Bloomberg el secretario de Comercio, Howard Lutnick. “Llevará tiempo construir las fábricas”, admitió, pero las compañías “lo harán porque Estados Unidos es la mayor economía del mundo”. “Lo harán en menos tiempo del que se piensa. Lo que ha hecho [Trump] es poner a los trabajadores americanos por encima de todo”, argumentó. No solo cargó contra Asia, también criticó a Europa, porque asegura que aquí “se ha tratado mal a Estados Unidos”. ¿Por qué no quieren nuestros productos agrícolas? Porque ganan más dinero vendiéndolos ellos. Es el momento de que nos traten bien“, añadió Lutnick, un multimillonario que hizo fortuna en la inversión corporativa.
Al margen de declaraciones justificativas, las grandes multinacionales estadounidenses no solo tendrán que afrontar más aranceles para vender fuera de Estados Unidos –China ya ha anunciado un recargo recíproco del 34%–, sino que muchas van a tener que repensar su cadena de producción ante esa batería de sobrecostes comerciales. La citada Nike, produce casi el 30% de todas sus prendas en Vietnam. Un porcentaje que sube hasta el 50% en el caso del calzado. Mientras, en Indonesia fabrica casi el 30% de sus zapatillas y en China, otro 18%, según desglosa en su informe anual.
La compañía estadounidense, como también han hecho otras multinacionales, se ha llevado en los últimos años gran parte de su producción desde China a Vietnam –también a otros mercados del sudeste asiático– por las tensiones comerciales y políticas entre Pekín y Washington. Es lo mismo que han hecho otros grupos del sector, como Columbia, Lululemon o la alemana Adidas. Sin embargo, para Nike es un problema que se pone más cuesta arriba porque lleva meses en crisis. El año pasado, ya tuvo que reconocer un desplome histórico de sus resultados y relevó a su consejero delegado después de anunciar 1.500 despidos.
Otras compañías estadounidenses no desglosan en sus informes los porcentajes de producción en cada país, pero sí advierten del efecto que pueden tener los aranceles. “La política comercial cada vez más proteccionista y las futuras políticas previstas en Estados Unidos han generado mayor incertidumbre con respecto a las futuras regulaciones fiscales y comerciales”, asume Levi's en la memoria donde detalla cómo le fue en 2024. “Si Estados Unidos u otros países implementan aranceles o restricciones comerciales adicionales en relación con una guerra comercial global, el precio de nuestros productos fabricados en China, México u otros países e importados a Estados Unidos u otros mercados podría aumentar, lo que a su vez afectaría negativamente a la demanda de estos productos y podría tener un efecto adverso en nuestro negocio y resultados operativos”.
De ahí que las empresas ya hayan comenzado a lanzar mensajes en contra de la estrategia arancelaria de Washington. La Asociación de la industria de la moda de EEUU (USFIA, en sus siglas en inglés) ha criticado los aranceles que ha calificado como “desproporcionados” y ha señalado que los más perjudicados serán los hogares de bajos ingresos, que “gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en ropa y calzado en comparación con los estadounidenses más adinerados”. “La realidad es que es poco probable que las altas tasas arancelarias hagan que la producción regrese a EEUU”, asume. “El porcentaje de prendas de vestir fabricadas” en ese mercado norteamericano “sigue siendo solo del 3%”. Esta asociación tiene, en su comité de dirección, a representantes de compañías como Ralph Lauren, Walmart o American Eagle Outfitters.
Un golpe para las tecnológicas y la industriaEntre las empresas más perjudicadas por la brecha que ahora se abre entre EEUU y Asia están precisamente las grandes tecnológicas estadounidenses. Durante décadas, Silicon Valley se hizo cargo de la concepción y diseño de los dispositivos digitales mientras delegaba su fabricación a terceras empresas en China, Corea del Sur, Taiwán o, más recientemente, India. Apple, Tesla, Nvidia o Intel, así como las empresas de chips Qualcomm y AMD, dependen en gran medida de una red de fábricas repartidas entre los citados países.
Aún está por ver cómo afecta la guerra arancelaria a la industria de los semiconductores, ya que la Casa Blanca ha incluido los chips en la lista de productos exentos de gravámenes. No obstante, la cadena de suministro tecnológica va mucho más allá: Corea del Sur lidera la producción de memorias y China sigue siendo clave en el ensamblaje y fabricación de todo tipo de dispositivos. Una industria que ha facilitado la innovación tecnológica occidental reduciendo los costes de producción no solo gracias a la mano de obra barata, sino también a un alto grado de especialización y economías de escala. Un complejo engranaje que no será sencillo, barato ni rápido de trasladar a EEUU, como pretende Trump.
Al margen de estas industrias, hay otras golpeadas no solo por estos últimos aranceles anunciados por Trump, sino también por los que ha ido desglosando en las últimas semanas, como los del 25% a los coches que no estén fabricados en EEUU y, en el mismo porcentaje, al acero y al aluminio, lo que también golpea las importaciones desde Asia ligadas a estas materias primas y a la industria de los componentes. Hay algunas compañías automovilísticas, como la coreana Hyundai que ya ha anunciado una inversión millonaria en EEUU, para esquivar los aranceles, que recibió el aplauso de Trump.
Sin embargo, en la industria del motor, las decisiones no se toman de un día para otro. Un alto directivo del sector, que prefirió ser anónimo, explicó a la cadena estadounidense CNN que las fábricas no pueden trasladarse rápidamente. “La nueva capacidad de producción en la industria del automóvil puede conllevar tres años y eso puede extenderse hasta una nueva Administración”, es decir, al siguiente Gobierno, “donde las reglas pueden cambiar”. “Así que, justo cuando esa capacidad podría comenzar a ponerse en funcionamiento, en ese momento puede pensarse que esa localización ya no es la óptima”, sentenció, dejando claro que los tiempos que manejan las empresas no son los mismos que baraja Trump.