Los antiguos astilleros de Brooklyn, de donde salieron buques de guerra como el Maine, cuyo hundimiento en 1898 desató la guerra entre EE.UU. y España, o el USS Missouri, que fue testigo en 1945 de la rendición incondicional de Japón en la II Guerra Mundial, albergan desde el estallido de la crisis del coronavirus una fábrica improvisada de máscaras para proteger al personal sanitario que atiende en primera línea a pacientes del COVID-19.
Sentados en varias hileras de mesas entre el eco de las voces, el ruido de la manufacturación en cadena y de la música proveniente de los altavoces de algunos de los voluntarios, 160 personas fabrican entre 25.000 y 30.000 máscaras protectoras al día.
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