En su voluntad de expansión territorial y de "remodelar Oriente Medio", el Ejército israelí se expande por los Altos del Golán sirios y bombardea puntos del país, al igual que EEUU y Turquía
Siria ha sufrido casi catorce años de guerra civil, de castigo colectivo, de sanciones internacionales y más de cuarenta años del régimen de los Asad, primero el padre y después, a partir del año 2000, de su hijo Bashar al Asad. Sus políticas represoras son incuestionables: detenidos políticos, torturas, bombardeos contra población civil, persecución y censura.
Hay otras dictaduras en la región que también privan de libertad a su ciudadanía, en diversos grados. La diferencia es que los grandes aliados de la Siria de Asad eran Rusia e Irán, en vez de Estados Unidos o potencias europeas. Además, al contrario que Egipto o Jordania, Damasco no ha normalizado sus relaciones con Israel, condicionadas por la ocupación ilegal israelí de los Altos del Golán sirios.
Otra singularidad del recién caído Gobierno de Asad tiene que ver con la brutalidad de su respuesta a las protestas genuinas de la población en 2011, en el contexto de las revueltas árabes. Las manifestaciones en las calles pidiendo apertura y libertad fueron aplastadas por las fuerzas sirias con arrestos y violencia.
En ese clima surgieron enseguida grupos armados contra los que el presidente Bashar al Asad no dudó en aplicar bombardeos, matanzas, cárcel y torturas que se extendieron a población civil. El territorio sirio se convirtió pronto en un tablero de ajedrez donde potencias regionales e internacionales echaron un pulso por ampliar sus áreas de influencia en el país.
Hubo épocas en las que operaron de forma directa o indirecta decenas de actores, proporcionando armamento, información de inteligencia, asesoramiento militar, dinero o entrenamiento a la gran amalgama de grupos armados que surgieron para luchar contra el régimen y entre ellos. Siria se convirtió en un polvorín.
Los efectos de la ocupación de IrakLa situación en Irak, país vecino, fue un condicionante importante en el escenario sirio. La invasión ilegal estadounidense del territorio iraquí en 2003 provocó caos, fragmentación y conflicto. Washington desmanteló el Ejército iraquí, prohibió el partido Baaz -que había dirigido Sadam Hussein- creó cárceles secretas donde practicó torturas sistemáticas, atacó a civiles y llevó a cabo campañas de arrestos arbitrarios en todo el país.
Aquello generó un caldo de cultivo en el que surgieron grupos armados heterogéneos. El nuevo Gobierno iraquí, respaldado por EEUU, impulsó la persecución y el arresto de jóvenes suníes, muchos de los cuales aparecían semanas después muertos en las calles de ciudades como Bagdad, con orificios de bala en la cabeza y signos de torturas.
Por la cárcel secreta estadounidense de Camp Bucca pasaron miles de iraquíes. Algunos se empaparon en esa prisión de las doctrinas más extremistas del Islam. De allí saldrían muchos hombres listos para integrar las filas de Al Qaeda. Entre ellos, Abu Baker Al Bagdadi, que se convertiría en 2010 en el líder del Estado Islámico de Irak, o el propio Abu Mohammad al Jolani, fundador del grupo yihadista Al Nusra y dirigente en la actualidad de la organización islamista Tahrir Al Sham (HTS), uno de los grupos que han impulsado el avance armado contra el régimen sirio hasta Damasco.
Al Jolani aparece como terrorista en la lista negra de Estados Unidos, que en 2017 llegó a ofrecer diez millones de dólares por su captura.
Alianzas y enemistadesPoco después de su llegada al poder en el año 2000, Bashar Al Assad encarceló a intelectuales y opositores de izquierdas durante la llamada Primavera de Damasco, desarrollada en los dos primeros años de este siglo. A partir de 2001 colaboró con EEUU en su llamada guerra contra el terror, albergando en sus cárceles a prisioneros secuestrados ilegalmente por los servicios secretos estadounidenses para ser interrogados con tortura.
Al mismo tiempo tejió alianzas con Irán, la organización palestina Hamás y el grupo libanés Hezbolá. En 2007 el ministro sirio de Información, Mohsen Bilal, lo explicó así en una entrevista que le hice en Damasco:
“En este país es bienvenido Hamás, bienvenido Hezbolá y bienvenida la resistencia iraquí. Apoyamos a los que luchan por la libertad de su país y contra la ocupación extranjera”.
La ruptura de Hamás con SiriaSiria acogió en su territorio a líderes de Hamás, como Khaled Meshal, y de Hezbolá, como Imad Mughniyah, asesinado en Damasco en 2008 en un atentado con coche bomba. En enero de 2012, tras el estallido de las revueltas sirias y la represión de las fuerzas de Assad, el entonces líder de Hamás, Ismail Haniya -asesinado este verano de 2024 por Israel en Irán- formalizó la ruptura con el régimen sirio, con un discurso pronunciado en la mezquita de Al Azhar de El Cairo:
“Desde la tierra de Egipto, saludo a todos los pueblos de la primavera árabe y en especial al heroico pueblo sirio en sus aspiraciones de libertad, democracia y justicia”, afirmó. A partir de ese momento Hamás abandonó su sede en Damasco y se instaló en Qatar, aceptando una invitación del emir.
De este modo se produjo el viraje de la organización palestina, alejándose de Asad. Por el contrario, el grupo libanés Hezbolá, con un papel fundamental como resistencia armada contra la invasión israelí de Líbano en 2006, se mantuvo leal al régimen de Damasco.
A lo largo de estos casi catorce años de guerra siria Irán, la milicia chií libanesa Hezbolá y Rusia respaldaron a Bashar Al Asad, con apoyo político o militar. En el heterogéneo bando de la oposición armada han combatido grupos que, en función del momento, recibieron soporte de Turquía (integrante de la OTAN), de Estados Unidos, Israel, Emiratos, Qatar, Arabia Saudí, Libia, Francia o Reino Unido, entre otros. Estos países proporcionaron asesoramiento y ofrecieron apoyo logístico, militar o de inteligencia a diferentes grupos opositores armados.
A partir de 2015, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros seis países bombardearon objetivos de la organización yihadista Estado Islámico, que estaba ganando terreno en suelo sirio. En 2020 Turquía y Rusia firmaron un alto el fuego que dejó congelada la situación.
La alianza del régimen de Al Asad y Hezbolá ha sido clave en estos años. La milicia chií libanesa luchó activamente en Siria contra los grupos armados de la oposición, y a su vez contó con apoyo indirecto del Gobierno de Damasco durante sus enfrentamientos con Israel en territorio libanés. Con la caída del régimen sirio Hezbolá tendrá mucha más dificultad para acceder a provisiones militares que hasta ahora le llegaban desde Irán a través de la frontera con Siria.
Los ataques de Hamás en 7 de octubre de 2023 y el inicio del genocidio en Gaza abrieron una nueva fase en la zona, en la que Israel ha operado militarmente en varios frentes, buscando una escalada regional. Uno de los momentos de más tensión de los últimos catorce meses se produjo el pasado abril, cuando Tel Aviv bombardeó la embajada iraní en Damasco, matando a varias personas, entre ellas un general de la Guardia Revolucionaria de Irán.
El papel fundamental de IsraelNada de lo que ocurre en Siria se puede entender sin el papel de Tel Aviv. Al contrario que sus vecinos Egipto o Jordania, Damasco no ha firmado un acuerdo de paz con Israel, país con el que comparte frontera.
Un condicionante esencial en ello es la ocupación ilegal de los Altos del Golán sirios, invadidos por el Ejército israelí en 1967. De sus 1.800 kilómetros cuadrados, 1.240 están bajo control administrativo de Israel desde 1981, en contra de la soberanía siria y de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En ese territorio viven unos 19.000 colonos israelíes, en más de treinta asentamientos, y alrededor de 21.400 sirios (drusos y musulmanes). El Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu reclama el área como “zona de amortiguamiento”, un eufemismo que emplea para referirse a la ocupación ilegal, esgrimiendo razones de seguridad.
Lo primero que ha hecho Israel tras la caída de Bashar Al Asad ha sido desplegar tropas en los Altos del Golán sirios y extender sus posiciones hasta el monte Hermón, de importante situación estratégica. Tel Aviv afirma que esta zona requiere a su vez otro “área de amortiguamiento”, una noción que refleja en sí misma su voluntad expansionista.
También ha indicado que esta ocupación será temporal, un término que empleó en ocupaciones ilegales impulsadas hace años y que se mantienen a día de hoy. No hay que olvidar que el presidente entrante de EEUU, Donald Trump, en su anterior legislatura como mandatario, reconoció los Altos del Golán sirios como territorio israelí, a pesar de la ilegalidad de esa ocupación.
Además de esta toma de territorio, en las últimas horas el Ejército israelí ha bombardeado diferentes puntos de Siria, afirmando que lo hace para eliminar armamento que podría caer en manos de grupos yihadistas. También Estados Unidos y Turquía han lanzado ataques sobre territorio sirio este domingo y lunes.
De forma oficial las Fuerzas Armadas de Israel han anunciado que con Siria se abre su “cuarto frente de guerra”. Con ello una vez más Tel Aviv amplía su ocupación ilegal bajo el pretexto de “preocupaciones de seguridad” y “derecho a defenderse”.
Lo hace en un momento en el que Netanyahu insiste en su plan para anexionarse territorio palestino -ha mostrado varios mapas en los que Palestina es absorbida por Israel- y para “remodelar Oriente Medio”, como afirmó el pasado 27 de noviembre, mientras anunciaba el frágil pacto de alto el fuego en Líbano, violado desde entonces en numerosas ocasiones. Ese mismo día emprendían su avance por territorio sirio los grupos armados que han participado en la caída de Al Asad.
Los siguientes pasos y los riesgosEstados Unidos ya ha dicho que sus 900 soldados y sus bases permanecerán de momento en el país, y Rusia también aspira a mantener sus dos bases militares, una de ellas de gran importancia estratégica para Moscú, con salida al mar. Para ello tendrá que buscar un pacto con el gobierno de transición y con potencias vecinas, como Turquía.
Las filtraciones conocidas hasta ahora sobre las negociaciones, en las que también participan grupos de la oposición, integrantes del Gobierno sirio actual y varios países de la región, indican un plan de transición centrado en evitar más conflicto armado, preservar las instituciones públicas, garantizar la seguridad de los edificios oficiales y el cumplimiento de la resolución 2254 de Naciones Unidas.
Más de cinco millones de refugiados sirios viven fuera del país, muchos de ellos en Turquía. Su regreso también será otra cuestión a gestionar, así como el reparto de adjudicaciones de contratos para la reconstrucción del país, en la que Ankara espera contar con un rol importante.
Siria afronta una transición con riesgos probables, entre ellos la fragmentación territorial, la perpetuación de la injerencia extranjera o la falta de autonomía en algunas áreas. A ello hay que añadir los enfrentamientos, que continúan. En las últimas horas grupos armados apoyados la fuerza aérea turca atacaron un área controlada por los kurdos -que son aliados y protegidos de Estados Unidos- enfrentando a dos aliados de la OTAN entre sí. Además, Turquía e Israel, entre otros, insisten en mantener su presencia en Siria.
Las celebraciones en muchos puntos del país, la liberación de miles de presos políticos de las cárceles, donde algunos llevaban décadas, y los reencuentros de familiares y amigos tras años de separación y de represión se producen en medio de la incertidumbre.
Casi catorce años de violencia han dejado una nación debilitada y empobrecida, en una región ya de por sí muy condicionada por los intereses de potencias regionales e internacionales que aspiran a mantener y ampliar control e influencia sobre territorio sirio.