El fracasado intento de aprobar una ley migratoria más restrictiva con el apoyo de la ultraderecha deja en una precaria situación al candidato de la CDU, Friedrich Merz
El Parlamento alemán tumba una ley sobre inmigración apoyada por los conservadores y los ultras de AfD
Cuando el Bundestag aprobó el pasado miércoles una moción no vinculante que pedía medidas que restringiesen la inmigración, la única bancada que aplaudió como si hubiera ganado unas elecciones fue la de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD).
El principal responsable de esta extraña situación es el presidente de la CDU y candidato conservador a la cancillería, Friedrich Merz. Tras el reciente ataque de un solicitante de asilo rechazado en la ciudad de Aschaffenburg, que dejó dos muertos, Merz se empeñó en impulsar esa moción en el Bundestag, y también una ley que endureciese de forma efectiva el control de las fronteras y que acabase con el derecho de reunificación familiar de peticionarios de asilo residentes en Alemania, entre otras medidas.
A pesar de contar con una teórica mayoría parlamentaria, como se demostró en la votación del miércoles, Merz fracasó estrepitosamente dos días después. Tras una jornada de idas y venidas marcada por la incertidumbre y los nervios, el Bundestag acabó rechazando el viernes la ley impulsada por el partido de Merz. La espantada de buena parte de los diputados liberales del FDP y, sobre todo, la abstención de una docena de diputados de la CDU cercanos a Angela Merkel fueron claves para el fracaso del líder conservador.
La excanciller Merkel, que hasta ahora se había cuidado mucho de inmiscuirse en el día a día político de Alemania, no dudó en publicar un comunicado tras la ruptura del cordón sanitario que supuso la aprobación de la moción parlamentaria impulsada por su partido y con los votos necesarios de AfD. La activación política de Merkel ha acabado finalmente siendo clave dentro de las filas democristianas, lo que deja en una situación precaria al candidato de la CDU a canciller a 20 días de las elecciones anticipadas del próximo 23 de febrero.
Miedo a AfDUna de las razones que Merz ofreció en el Bundestag para justificar la restricción migratoria fueron “las violaciones en grupo diarias procedentes del mundo del asilo”. Se trata de una frase que podría haber pronunciado perfectamente un líder de AfD. Merz no solo ha propiciado que su partido vote codo con codo con la ultraderecha en el Parlamento federal alemán, sino que también ha copiado una parte del discurso del partido ultra.
La ultraderecha lleva meses en segunda posición en las encuestas de intención de voto. Las últimas semanas, algunas proyecciones la han colocado incluso por encima del 20%, a menos de diez puntos de distancia de la CDU-CSU, que está en cabeza con en torno al 30%. Entre los conservadores parece cundir el pánico a que AfD pueda seguir recortando distancia en la fase clave de la campaña electoral.
Ese miedo es lo que parece haber llevado a Merz a dar un paso absolutamente innecesario y muy peligroso políticamente: incluso si el Bundestag hubiera aprobado el proyecto de ley el pasado viernes, la CDU-CSU no habría tenido mayoría en el Bundesrat (Cámara alta) para acabar de aprobar la ley ni tiempo para aplicarla antes de las próximas elecciones. Pero el desenlace fue aún peor para Merz: el fracaso de la votación mostró al candidato democristiano como el perdedor sin paliativos con una rebelión dentro de las filas de su partido.
Este lunes, apenas unos días después de aceptar el apoyo de AfD en el Bundestag, Merz ha insistido en un Congreso de la CDU en que “no habrá cooperación” con el partido ultra y en que quiere “volver a empujarlo al margen, a donde pertenece, sin un pero”.
Cancillería en peligroHace unas semanas, casi todos los analistas daban por hecho que Friedrich Merz sucedería a Olaf Scholz al frente de la cancillería federal alemana. La única cuestión que quedaba por resolver era con quién gobernaría, siendo los socialdemócratas del SPD y los ecologistas de Los Verdes los dos principales candidatos a formar un ejecutivo de coalición con los conservadores de la CDU-CSU.
Pero la brecha en el cordón sanitario provocada por la colaboración parlamentaria entre conservadores y ultraderecha no solo rompe un tabú y un consenso en Alemania, sino que también hace improbable que socialdemócratas y verdes estén dispuestos a gobernar con Merz tras los comicios. La ruptura del muro de contención frente a la ultraderecha también podría movilizar un voto de izquierda y antifascista que empuje a partidos de centro y de izquierda en las urnas.
Además, el fracaso del proyecto de ley para restringir la migración también podría impulsar aún más a AfD gracias a voto más conservador decepcionado con el fracaso de la CDU-CSU para sacar adelante una legislación que, según las encuestas, tiene un amplio respaldo en la sociedad alemana. Si la ultraderecha alemana acaba consiguiendo un 25% del voto y la unión conservadora queda por debajo del 30%, formar un gobierno estable será una tarea muy difícil y requerirá muy probablemente de una coalición tripartita como la conformada por socialdemócratas, verdes y liberales que implosionó el pasado noviembre, dando paso así a las elecciones anticipadas del próximo 23 de febrero.
Alemania se acerca cada vez más a la situación en la que se encuentra Austria, con una ultraderecha ampliamente normalizada con altos índices de intención de voto y con un centro político incapaz de formar gobiernos de coalición estables alternativos. Desde Berlín ya vislumbran con terror un escenario similar al que ya se vive en Viena, donde un líder ultra como Herbert Kickl, con postulados políticos cercanos al neonazismo, está cerca de llegar la cancillería federal.