La historia siempre la cuentan los mismos. Los vencedores, los hombres y los poderosos. Los retratos en los márgenes nunca se escriben en los libros. La versión oficial siempre se impone y cuesta derribar los mitos construidos durante años. El arte debería desafiar esos imaginarios oficiales, mostrar la complejidad, lo que no quieren que se enseñe. Eso es algo que parece tener claro el cineasta ruso Kirill Serebrennikov, que fue condenado por una supuesta malversación de una ayuda pública en su país que le prohibió salir de allí.
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