El sexo sigue siendo algo incómodo. Para algunos, incluso sucio o pecaminoso. Todo lo relacionado con el cuerpo y con lo que le rodea parece condenado a ser escondido, hablado entre susurros. Lo que genera ese tabú es frustración, incomprensión. De lo que no se habla no existe, y por tanto parece la excepción. A los niños se les castiga cuando empiezan a dar los primeros síntomas instintivos de interés. Ese ‘no te frotes’, o ‘no te toques’ que los padres dicen a sus hijos. Nunca se acercan a esa situación desde la naturalidad, o lo didáctico, sino desde lo prohibitivo.
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