Algo pasa en el cine. Y en el mundo. Si uno observa las películas realizadas por los grandes nombres del cine de autor siempre salen varias tendencias. En los últimos años hemos visto cómo los grandes popes de Hollywood realizan cantos de amor a las salas. Plasman en imágenes su gran preocupación, el final de una forma de entender el cine y el arte. En ocasiones, como pasaba en Los Fabelman, de Steven Spielberg, su ensimismamiento al contar el poder de la sala oscura hacía que su historias se colocaran en un lugar y un momento que parecía sacado de una película de ciencia ficción.