El choque entre los perfiles económicos y diplomáticos ya ha provocado tensiones dentro de la delegación rusa. Este jueves se prevé un nuevo encuentro entre Moscú y Washington en Estambul
Trump busca un final rápido de la guerra de Ucrania, pero Putin no tiene prisa
Vladímir Putin se ha dado cuenta de que tiene mucho más que ganar en las conversaciones con Estados Unidos que una salida satisfactoria de la guerra en Ucrania. Desde el primer momento, entendió que el deshielo favorecido por la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump había desencadenado una alineación planetaria que no podía desaprovechar para devolver a Rusia al lugar que, según él, le corresponde entre las potencias mundiales.
Por eso planteó las negociaciones a partir de un doble plano: el político-diplomático, el clásico, para marcar las líneas rojas de cara a unas eventuales conversaciones de paz; y el económico, el hilo con el que pretende tejer una nueva alianza de conveniencia y seducir al presidente norteamericano con suculentas ofertas de inversión.
Así, en la primera reunión entre ambos países en Arabia Saudí, el pasado 18 de febrero, la delegación rusa estaba liderada por dos veteranos diplomáticos, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, el asesor presidencial en política exterior, Yuri Ushakov, y detrás de ellos, en un papel informal pero crucial, un banquero, el director del Fondo de Inversión Directa ruso, Kirill Dmitriev. El objetivo: reconstruir los puentes dinamitados durante los años anteriores y dar al encuentro el tono de una reunión de negocios.
No es casual que fuera Dmitriev el primer representante oficial de Moscú que visitaba Washington desde el inicio de la invasión a Ucrania. Ahora bien, esta combinación de intereses no es sencilla y ha provocado tensiones dentro del equipo negociador. Según el medio independiente ruso Agentstvo, el director del fondo soberano “no se lleva bien” con Lavrov y Ushakov, y hasta llegaron a “enfrentarse” por su sitio en la mesa en Riad. Una fuente conocedora del encuentro dijo a este medio que Putin no había comunicado al ministro de Exteriores que Dmitriev formaría parte de la delegación.
En la segunda ronda de conversaciones, el 24 de marzo, también en Arabia Saudí, el perfil de los emisarios fue distinto y también sus fines. El presidente ruso eligió a Grigori Karasin, senador con experiencia diplomática, y a un miembro de los servicios secretos, Sergei Beseda. Desde Moscú, en vez de “negociaciones” se habló de “consultas de expertos” y, según The Moscow Times, los dos miembros de la delegación rusa tenían la orden del Kremlin de discutir “cada coma” de los borradores estadounidenses para, de este modo, dilatar las conversaciones y dar tiempo a los soldados de avanzar en el frente.
Este jueves se prevé un nuevo encuentro entre Moscú y Washington en Estambul. Según el Departamento de Estado norteamericano, no se tratará la guerra de Ucrania se abordará la restauración de algunas operaciones de las embajadas de ambos países. En el lado ruso de la mesa se sentará el embajador de este país en EEUU.
Pero, ¿por qué Putin escogió a estos negociadores y no a otros? Estos son los principales hombres del presidente ruso en las negociaciones con la Administración Trump.
Kirill DmitrievKirill Dmitriev ha sido una pieza clave en la difícil navegación económica de Rusia tras las sanciones impuestas por Occidente en 2014 a raíz de la anexión de Crimea. Fue él quien abrió las arcas rusas a las inversiones de los países del golfo, de ahí su sintonía con el anfitrión de las conversaciones, el príncipe saudí Mohamed Bin Salmán, y trató de restablecer las relaciones comerciales con el entorno de Trump en su primer mandato, concretamente con su yerno, Jared Kushner, según varios medios.
Aunque Dmitriev lo negó, todo indica que esta conexión lo convirtió en alguien idóneo para hacer de bisagra en el nuevo acercamiento a Estados Unidos, ocho años después. Formado en las escuelas de negocios de EEUU y casado con una íntima amiga de la hija de Putin, es un entusiasta defensor de las relaciones entre ambos países. Su mediación también fue indispensable para la liberación del preso norteamericano Marc Fogel, que supuso el preludio del reinicio de las conversaciones.
“Dmitriev es el personaje más interesante porque tendrá que responder a Trump la pregunta ‘¿dónde está mi dinero en este trato?”, dice a elDiario.es Yuri Felshtinski, historiador ruso-americano. En las últimas semanas, Dmitriev ha ofrecido a sus interlocutores en la Casa Blanca negocios multimillonarios de extracción de minerales, cooperación en suministros energéticos y rutas de comercio en el Ártico. Hasta ha propuesto a Elon Musk la posibilidad de una misión rusoamericana a Marte en 2029.
Serguéi Lavrov (y Alexander Darchíev)Si Dmitriev es un perfil heterodoxo en una mesa de negociación, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en el cargo desde 2004, encarna la ortodoxia diplomática como profesional de las relaciones internacionales. Hijo de diplomáticos y apodado coloquialmente como el “Doctor No” por su contundencia a la hora de censurar cualquier iniciativa occidental, ha sido también el más tajante a la hora de expresar la negativa rusa a cualquier cesión en Ucrania: ni hablar de que Kiev entre en la OTAN y menos, de tropas extranjeras en territorio ucraniano.
Su voz es la más autorizada, más allá de la de Putin, para fijar la posición diplomática rusa. Sin embargo, el presidente lo ha mantenido al margen de decisiones fundamentales relacionadas con la guerra. El Financial Times llegó incluso a publicar en 2023 que Lavrov se había enterado del ataque ruso a Ucrania horas antes de que se produjese. Propagandistas también aseguran que Putin no le informó de la rueda de prensa celebrada en junio de 2024 en el ministerio de Exteriores en la que fijó las condiciones de Rusia para un alto el fuego.
Bajo la supervisión de Lavrov, el nuevo embajador en Estados Unidos, Alexander Darchíev, ha encabezado también las reuniones con representantes de EEUU para restablecer las misiones diplomáticas en ambos países. La primera tuvo lugar el 27 de febrero en Estambul y la segunda se prevé para este jueves en el mismo país. Este exembajador en Canadá entre 2014 y 2021 será el encargado de aprovechar lo que él mismo ha descrito como “una oportunidad” para normalizar las relaciones bilaterales entre Moscú y Washington.
“Estamos preparados para una conversación seria sobre la devolución de los bienes diplomáticos confiscados ilegalmente (por Washington) a la parte rusa”, ha dicho Darchíev, citado por la agencia TASS, tras aterrizar en Estambul. Ha asegurado que las partes abordarán “la reanudación del tráfico aéreo directo entre Rusia y Estados Unidos, interrumpido en su momento por Washington”. “Esto no solo impulsaría los contactos oficiales, sino que también estimularía los negocios y facilitaría la vida a la gente a ambos lados del océano”.
Yuri UshakovYuri Ushakov es otro producto soviético del Instituto Estatal de Moscú para las Relaciones Internacionales (MGIMO), la cantera diplomática de Rusia. Con más de 50 años de carrera, fue embajador en Estados Unidos entre 1998 y 2008, y desde 2012 es asesor en política exterior de Putin.
La analista Tatiana Stanovaya lo considera el “enviado clave” del presidente en la primera de las reuniones y asegura que está centrado en organizar “una potencial cumbre Trump-Putin”, según explicó en X. También mantiene, de acuerdo con el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, “contactos permanentes” con el Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz.
Ushakov ya tuvo una posición relevante en las conversaciones fracasadas con Ucrania en marzo de 2022, en Estambul.
Menos dado a las declaraciones públicas que Lavrov, es otra voz autorizada en cuestiones internacionales. Aun así, sorprendió su negativa a la propuesta de alto el fuego de 30 días de Washington y Kiev antes incluso de que Putin se pronunciara sobre ella. Fiel al discurso del Kremlin, en los días previos al estallido de la guerra, tildó de “histeria” y “disparate” las informaciones de la inteligencia occidental que apuntaban a una invasión rusa de Ucrania.
Grigori KarasinSi en algo coincidieron los analistas al designarse los miembros de la delegación rusa en la segunda ronda de contactos con Estados Unidos en Arabia Saudí fue en el hecho de que, a pesar de denominarlos “técnicos”, serían absolutamente “políticos”. Esa es la opinión del politólogo y exasesor de Putin Sergei Markov, que definió a Grigori Karasin como “un superespecialista en procesos de negociación”.
Ya el mismo día de la extenuante reunión de más de 12 horas, este veterano diplomático, exembajador en Reino Unido, se dedicó a echar agua al vino. Advirtió de que “no todas las negociaciones necesariamente acaban en grandes acuerdos” y, días después, añadió que “hubiera sido ingenuo esperar avances”, a la vez que sugirió que la paz podría lograrse no antes de 2026.
Serguéi Beseda“Hay un hombre que siempre ha traído problemas a Ucrania, el general Beseda, jefe del quinto servicio del FSB [la antigua KGB]”, decía en 2023 un jefe de la inteligencia militar ucraniana sobre el espía Serguéi Beseda, actual asesor del director de los servicios secretos rusos y miembro del equipo negociador.
Su perfil no hacía presagiar nada bueno para el acercamiento de posturas en torno a la solución del conflicto. Fue encargado de la inteligencia rusa en Ucrania y se le atribuye parte de la responsabilidad del error de cálculo de Putin al lanzar la invasión a gran escala contra Ucrania, ya que sus informes preveían mucha menos resistencia de la que encontró el Ejército ruso.
El politólogo independiente Alexander Morosov sostiene que su presencia en las conversaciones “no fue una buena noticia”. Lo describe como “uno de los halcones” y lamenta que “arrastrara” la discusión hacia el relato inflexible del Kremlin sobre la necesidad de abordar las “causas fundamentales” de la guerra, una fórmula que suele utilizar para incidir en sus demandas maximalistas.
¿Más prioridad a las relaciones bilaterales?La elección de los negociadores indica un mayor interés por parte de Putin en avanzar en la restitución de las relaciones económicas y diplomáticas con Estados Unidos que en conseguir un alto el fuego en Ucrania. Según Felshtinski, las conversaciones son “una tapadera”, “un espectáculo diplomático” con el objetivo de “forzar Ucrania a capitular”. “No habrá acuerdo”, asegura. “Todos los participantes lo saben”, dice, y describe “el ala política” de la delegación rusa (Lavrov, Ushakov y Karasin) como “irrelevante”.
Este es el complejo equilibrio interno y externo que trata de mantener el presidente ruso. De puertas hacia afuera, debe convencer a Trump de que sus deseos de paz son sinceros para no poner en riesgo la incipiente asociación entre países, y de puertas para adentro, debe conciliar las dos almas de su delegación y asegurarse de que reman en una misma dirección, aunque a veces progresen a ritmos opuestos y persigan fines contradictorios.
Eso, sin contar con la polifonía de la Casa Blanca y los vaivenes del presidente estadounidense. Como dicen a menudo los analistas en la prensa rusa: “Hay que ser prudentes; para Trump, una semana tiene siete viernes”.