El 21 de septiembre de 1953, en el confesionario de la Basílica de San José de Flores, un Jorge Mario Bergoglio de 17 años “siguió el llamado de Dios para ser sacerdote”. Hoy lloran su muerte
En el confesionario de la Basílica de San José de Flores hay una vela blanca encendida, una rosa blanca, y una estampita de Eva Perón. Una mujer se acerca con su hijo a dejar un ramo de flores, ella llora y el nene también.
Analiz Villafañe es menuda, mínima, etérea. Tiene 61 años, es profesora de danza. Se estruja las manos y se le llenan de lágrimas los ojos cuando abre la boca “Es un día muy triste, me siento huérfana. Este papa fue la alegría del pueblo, este papa fue el pueblo mismo, siento una pena inmensa” dice, y no puede seguir. El rosario que tiene colgado se lo regaló su mamá cuando era chica, en una misa de pascua que dió Bergoglio. Su mamá, Juana Rosa Cassano, tiene 89 años y siempre vivió en la misma casa, cuenta que lo veía pasar de guardapolvo camino a la escuela Nº 8, cuando Francisco era sólo Jorge.
El día de su nombramiento, ese 23 de marzo del 2013, pasaron toda la noche en la Catedral, Juana Rosa se quedó sin voz de tanto festejar. “Después de Ratzinger todos saltamos de alegría, fue una sorpresa absoluta, seguro hasta para él. Ella ya tenía su habitación preparada en el geriátrico de la calle Condarco. Llamó él mismo al encargado para avisar que no iba a necesitar la habitación” se ríe ahora Analiz.

Valentina Pereyra tiene 16 años, un piercing en la naríz, un aro en el labio, los ojos negros y un brillito en un diente. Está en la puerta de la basílica con Nahuel Fiorilo, de 15, y Brisa Taipe, también de 16. Los tres llevan el uniforme del colegio católico Hölters. “Venimos a rezar por el descanso del papa. Es un orgullo porque era argentino, de acá, de Flores. Aunque no lo conozca se siente como un familiar” dice Valentina.
A pocas cuadras de la basílica, en Membrillar al 531, la placa de la Legislatura de la Ciudad ya está desteñida. No dice que allí vivió Bergoglio sino El papa Francisco, todo en mayúscula. En la vereda de la casa de Flores alguien dejó tres velas encendidas, un gorro piluso con los colores de San Lorenzo, claveles blancos con otros teñidos en celeste que hacen del ramo una bandera. Hay un pequeño altar improvisado en el piso, con un frasco de mermelada que hace de florero para jazmines de leche arrancados de algún patio, y una foto de Francisco rodeada de dientes de león, esas flores amarillas tan comunes que se convierten en panaderos. Muchas culturas les piden deseos, los soplan para que las semillas se esparzan con el viento.
Marita es hoy vecina del barrio, cuenta que antes vivió en muchos países. Tiene el pelo corto, canas, lleva el celular en la mano porque estuvo sacando fotos y carga una mochila fucsia que compró en Purmamarca. Dice que vino por curiosidad, para ver la reacción de la gente. “Vi muchas personas mayores, principalmente mujeres, llorando. No lo puedo entender porque soy atea, pero me conmueve ver la movilización de sentimientos. Hay una conmoción. Yo no creo nada en este papa ni en la Iglesia, pero no trato de convencer a nadie porque no tengo una mejor opción para darles”.
Una periodista de la NRK, la radiodifusión pública noruega, se abre paso entre varios fieles intentando entrevistar al vicario parroquial, Patricio Ossoinak. Él se detiene a consolar a cada uno de los que se acercan. Es muy alto, agacha la cabeza para oír, para mirar a los ojos. “Despedimos a un gran papa, que habló de una iglesia hospital de campaña, de una iglesia que recibe a todos. Él aplicó en su vida lo que aprendió de sus abuelos, sus padres, su familia acá en el barrio de Flores. El papa Francisco nos ha ayudado a descubrirle facetas nuevas y más profundas al evangelio de Jesús” dice Ossoinak.
Nicolas Panotto es teólogo y Doctor en Ciencias Sociales, sostiene que aunque no hubo modificaciones en las grandes doctrinas de la iglesia católica en términos formales, lo que sí hubo fueron cambios con respecto a cómo reinterpretar o manejarse en los márgenes de la doctrina dentro de la institucionalidad de la iglesia. Un ejemplo es el lugar de las mujeres. Francisco incluyó mujeres en todos los puestos posibles en los que no había una prohibición directa, como el Congreso de la Sinodalidad, o en lugares clave donde nunca antes había habido una mujer, como la Comisión para América Latina, cuya representante es la filósofa y teóloga argentina Emilse Cuda. “Él tuvo una actitud muy pastoral que predominó por sobre los elementos doctrinales, y sensibilidad con respecto a diversos sectores de la iglesia y sus demandas. La cintura política que supo tener con respecto a los elementos doctrinales expuso la necesidad, mostró que la iglesia tiene que reformarse a nivel institucional” dice Panotto.
La tarde va cayendo en el barrio de Flores y poco a poco la Basílica comienza a llenarse. A las 19 es la misa central. Se colma de fieles pero también de políticos. Llega la vicepresidenta Victoria Villarruel –negacionista de los crímenes de la dictura– y tambien Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nóbel de la Paz por haber denunciado esos crímenes. Está el diputado Leandro Santoro y tambien la vicejefa de gobierno porteño, Clara Muzzio.
El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, encabeza la misa: “Hoy hay oscuridad y es de noche porque sentimos la orfandad”.