Mientras cose un corazoncito de fieltro con los colores de la bandera de Ucrania, Anna Gorelik, exiliada rusa en Serbia, recuerda cómo escapó de milagro a un ataque de varios ultras locales prorrusos poco después de su llegada a Belgrado en octubre de 2022. Gorelik iba con otro colega ruso activista y con un bote de pintura para tapar un mural de la capital en honor al grupo mercenario ruso Wagner que decía “Muerte a Ucrania”.
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