A principios del siglo XX, en la comunidad indígena juma que cazaba, pescaba y trabajaba la tierra en la región sur del estado brasileño de Amazonas, vivían y crecían 15.000 personas. A comienzos del siglo XXI, eran una decena. Y al empezar la segunda década de este mismo siglo, el pueblo se ha quedado sin descendencia al morir el último varón juma, el octogenario Aruká, sano antes de enfermar de la COVID-19, que lo mató.
A lo largo del siglo pasado, las enfermedades curables –pero nunca curadas–, el hostigamiento y las matanzas que sufrieron en tiempos del boom de la explotación del caucho amazónico fueron los agentes responsables del despoblamiento progresivo, hasta volverse irreversible, del pueblo juma del que solo sobrevivió la familia de Aruká.